martes, 30 de marzo de 2010

¿Por qué la educación libertaria? x Pauline McCormack


Todo aquel que esté involucrado en política libertaria, desafía constante y consistentemente el rol de las instituciones del estado y sus representantes sobre nuestras vidas. El rol de los patronos, la policía, los trabajadores sociales, el servicio secreto, los gerentes, doctores y sacerdotes, son todos vistos como parte de una jerarquía que existe para mantenernos a nosotros, la clase obrera, subyugados. Sin embargo, es relativamente raro que la izquierda cuestione el rol de los maestros. La mayoría de los activistas de izquierdas, y un gran número de libertarios, creen que la educación es buena, que toda la educación es buena, y que la educación siempre es buena. Como dijo Henry Barnard, el primer comisionado de educación de los E.E.U.U, "la educación siempre lleva a la libertad".

Aquellos involucrados en la educación libertaria creemos lo contrario. Creemos que los sistemas de educación nacional existen sólo para producir ciudadanos que serán ciegamente obedientes a los dictados del estado, ciudadanos que defenderán la autoridad del gobierno aún cuando vaya en contra de la razón y de su interés personal.

El mito de que toda la educación es sagrada ha conducido a la aceptación de las calificaciones educacionales como la medida del valor social aceptable, y como base para privilegios sociales, aún cuando estas credenciales están claramente distribuidas de acuerdo a las divisiones de clases sociales existentes.

La educación libertaria o radical en general, busca producir niños que exigirán mayor control personal y más opciones.

Desde que han existido los sistemas de educación nacionales, también ha existido la oposición a dicha educación. El pionero de la crítica fué William Godwin, quien en 1793 escribió Un Estudio Concerniente a la Justicia Política - considerado como el primer ataque anarquista moderno al concepto del estado.

Habiendo experimentado tanto la revolución francesa (1789-99) y la americana (1776), para Godwin, la forma de gobierno significaba poco. Él pensaba que había dos fuerzas opresoras básicas en la sociedad - la educación y el gobierno. Él pensaba que la educación era un opresor peor porque "el gobierno debe siempre depender de la opinión de los gobernados". Esta afirmación cuadra mejor con la época en que fué escrita, que con la actualidad, pero no es menos válida por ello. Godwin sostenía que el desarrollo pleno de la razón humana está negado dentro de los muros de la escuela.

Godwin estaba convencido de que una sociedad justa solo podría ser el resultado de que toda la gente ejerza libremente su razón, y este es un principio básico del anarquismo hoy. A medida que la gente desarrolla constantemente sus poderes de razonamiento y su entendimiento, su concepto de las leyes naturales de la conducta cambia constantemente. Por lo tanto, pensaba que hacer la ley permanente (por medio de constituciones y otras instituciones políticas) sólo bloquearía el libre pensamiento y el despliegue de ideas acerca de cómo debería regularse la vida.

Él pensaba que la mayoría de la gente distingue naturalmente entre el bien y el mal, y por lo tanto pensaba que las leyes (o reglas o modos de conducta), que daban ventajas a algún grupo particular en la sociedad, debían ser enseñadas, ya que dichas leyes estaban fuera de la razón. En aquel tiempo, la exportación de lana inglesa era un crimen - usaba esto como ejemplo.

Su crítica era única, en una época en que un sistema de educación nacional era considerado una de las causas sociales más progresistas. Incluso la esposa de Godwin, Mary Wollstonecraft, consideraba un sistema de educación como un medio de ayudar a la igualdad de la mujer (bien, ha quedado demostrado que se equivocó, ¿no es así?)

La visión de Godwin era excepcional y, en efecto, hacia el final del siglo diecinueve, las escuelas comenzaron a funcionar como apéndices de las nuevas economías industriales - ensamblando siervos obedientes al estado y a la corporación.

Es también en esta época cuando comenzamos a encontrar las primeras alternativas a la educación del estado. La Escuela Moderna fué fundada en 1901 por Francisco Ferrer. En 1909 fué acusado falsamente por el gobierno español de dirigir una insurrección y fue; ejecutado. Su ejecución le ganó reconocimiento internacional en Europa y los E.E.U.U. Aunque su propia Escuela Moderna existió por sólo cinco años, él inspiró un movimiento progresista de Escuelas Modernas en los Estados Unidos que existió hasta los 1960s.

Haciéndose eco de Godwin, Ferrer escribió acerca del apoyo del gobierno a la educación nacional, "ellos saben mejor que nadie que su poder se basa casi exclusivamente en la escuela". Con el crecimiento del industrialismo en el siglo XIX, las escuelas triunfaron, no por un deseo de reforma, sino por una necesidad económica. La industria no quería individuos que pensasen libremente, quería obreros, instrumentos de labor, y los quería puntuales, obedientes, pasivos y dispuestos a aceptar su posición de desventaja.

Para Ferrer era inconcebible que el gobierno fuese a crear un sistema de educación que condujese a cambios radicales en la sociedad. Era, por tanto, poco realista creer que las escuelas apoyadas por el estado pudiesen funcionar como un medio para ayudar a las clases bajas. Más bien, la educación enseñaba a los pobres a aceptar la estructura social existente, y que el desarrollo dependía del esfuerzo individual dentro de dicha estructura social.

Esto se ilustra en su ejemplo más extremo en la Alemania Nazi, cuando las escuelas se usaban para propagar ideología, nacionalismo y glorificación del Reich. El entrenamiento obligatorio en biología racial comenzaba a los seis años de edad, y había un fuerte énfasis en la historia y literatura alemana. Cinco horas diarias de educación física era preparación para el entrenamiento militar y el perfeccionamiento físico de la raza aria. Como dije, esto es un extremo, pero es un ejemplo perfecto de los males de la educación establecida por el estado que Godwin predijo. Cosas similares han sucedido en los E.E.U.U, notablemente desde la segunda guerra mundial y a lo largo de la guerra fría.

Hacia mediados del siglo XX, era obvio que la escuela se había convertido en la institución para el control político, creando un consenso de valores políticos y sociales, y al mismo tiempo reduciendo la inquietud política y social.

El más famoso exponente inglés de las Escuelas Libres, A.S. Neill, escribió en 1939 en El Maestro Problemático: "las escuelas del estado deben producir una mentalidad de esclavos, porque sólo una mentalidad de esclavos puede evitar que el sistema sea destruído". Definió las escuelas como productos de un interés directo de clase en "disciplinar a los trabajadores de tal forma que queden simbólicamente castrados de por vida, con el fin de continuar los privilegios de los ricos, quienes estarán a salvo con unas clases bajas que han sido capadas y por tanto no tienen las agallas para rebelarse". También pensaba que las escuelas inglesas le robaban a la clase obrera todo liderazgo efectivo: "El golpe maestro en ... política educacional fue la escuela secundaria ... que tomaba a niños de la clase obrera y los llevaba a desempeñar trabajos de cuello blanco en ... las profesiones. Así le roba a los trabajadores a sus mejores hombres y mujeres". Como anarquista no estoy muy de acuerdo con esto pero reconozco que, aún hoy, la educación intenta ajustar la clase social de cualquiera de los pobres que llegue a sobresalir: obtienen un diploma y se convierten en clase media.

Más recientemente, nuestra sofisticada sociedad de consumo ha traído nuevos requerimientos para la educación. En los 1970s, el educador libertario Ivan Illich (quien, pese a su nombre, es sudamericano) mantenía que la escuela prepara a un consumidor experto, tomando responsabilidad por la totalidad del niño. Enseña educación sexual, a vestirse, ajuste de los problemas de personalidad, y tópicos relacionados. También se les enseña que la libertad es conferida por las autoridades y debe ser merecida, luego usada apropiadamente o será retirada. Un sistema así destruye la habilidad de las personas para actuar por su cuenta.

En los 1960s, el filósofo liberal norteamericano Paul Goodman, escribe que el propósito de la escuela - diplomas y habilidades mercadeables "Significa, en efecto, que unas cuantas grandes corporaciones obtienen el beneficio de un enorme proceso selectivo y de eliminación - todos los niños son introducidos en el molino y todos pagan por ello".

Paulo Freire se refirió al "método bancario" de educación donde el estudiante es el objeto donde el conocimiento es colocado, más que el sujeto del proceso de aprendizaje. Esto refleja la presunción de que el problema fundamental es con el individuo y no con la sociedad. La educación del estado asume que la pobreza existe porque los pobres no saben cómo funcionar apropiadamente dentro de la sociedad y la meta de la educación es cambiar la conducta de los pobres de modo que se ajusten a las necesidades de la sociedad que creó la pobreza en primer lugar. Los pobres son estimulados para que sigan un modelo basado en la vida y acciones de los ricos, y así son forzados a actuar en contradicción con sus propias necesidades y liberación.

Los reformadores escolares en los E.E.U.U. hicieron un intento de resolver esto cuando criticaron a Europa por tener escuelas distintas para las diferentes clases sociales. Pensaban que poniendo a los niños ricos y pobres juntos en la escuela, las divisiones de clase serían erradicadas. El problema con esto era que los niños no entraban a la escuela con el mismo trasfondo cultural o herramientas intelectuales, ni querían usar su educación para los mismos propósitos. Esto condujo a la introducción de métodos con los que estamos familiarizados hoy. Las necesidades del individuo son atendidas por medio de "streaming", entrenamiento vocacional y educación especial. En los E.E.U.U, existe actualmente un sistema de dos tiaras en las escuelas con los alumnos llamados "rendidores" tomando el camino universitario y otros estudiantes tomando el camino vocacional.

De hecho, en un estudio de los 1940s, sociólogos de los E.E.U.U. encontraron dos cosas. Primero: que existe una clara correlación entre la clase social y el rendimiento - los niños de las clases altas dominaban la universidad y las clases bajas dominaban el camino vocacional. Segundo: cuando los niños eran separados por su habilidad por medio de pruebas estandarizadas, los grupos encajaban con las clases sociales y razas existentes.

Ivan Illich halló que aquellos que obtenían el mejor beneficio de la escuela pasaban a través de los procesos enteros, desde muy jóvenes hasta completar la universidad - como hemos visto, típicamente las clases altas.

Esta exaltación de las clases altas por sus logros en educación es reforzada aún más al presentarle a los pobres la idea de que la escuela trae oportunidad de avance social. Los pobres apoyan esta idea debido a la fé con la que fueron adoctrinados al pasar por el sistema escolar (¡y seis horas al día, cinco días a la semana, por 9 años al menos es un verdadero adoctrinamiento!). A los pobres se les dice que son pobres porque no rindieron en la escuela o no llegaron a la universidad - son pobres porque són deficientes.

Por ello, los radicales critican las escuelas sobre la base de que refuerza la estructura de clases sociales.

Es claro que el rendimiento en la escuela es crucial para la autoestima y es un concepto del valor propio. La educación le enseña a la gente a pensar en sí mismos como estúpidos o brillantes, como exitosos o fracasados. Si asumimos que una autoestima adecuada depende de la aceptación y de la habilidad para funcionar en un contexto social, el poder psicológico de la escuela es obvio.

Como Illich hace notar, la escuela también refuerza la jerarquía, ya que a los pobres se les enseña que deberían someterse a los rendidores, bajo el liderazgo de aquellos con mejor educación, y como ya hemos visto - esas son las clases dominantes.

A los deficientes pobres se les hace creer que se les han dado todas las oportunidades y han fallado. El fracaso en la escuela puede conducir a la sumisión, apatía, indefensión y el atraso social. Producir una población así es obviamente bueno para los negocios y el consumo.

Varios filósofos de los siglos XIX y XX discutieron la cuestión de la diferencia entre la educación y el aprendizaje, y la relación entre la educación del estado y la libertad y la revolución social. Todos ellos seguían el principio de que la libertad política significa poco si las acciones del individuo están guiadas por una autoridad internalizada (implantada en la escuela) de la cual no hay escape.

En su novela del siglo XIX, Emile, Rousseau afirma que si la instrucción moral es dada a una edad temprana, domina la acción, en lugar de estar disponible para ser utilizada por el individuo.

Rousseau sentía que los libros eran una de las mayores plagas de la infancia. A los niños no se les debía enseñar a leer, sino que debían aprender a leer por medio de la experiencia y la necesidad (con esto va la noción de la libre elección). El aprendizaje y el conocimiento son herramientas para que el individuo las use, no herramientas para usar al individuo (por ejemplo, las matemáticas).

La pregunta sagrada que esos filósofos hacían sobre la experiencia educacional era - "¿Qué bien nos hace todo esto?". Pensaban que la gente debía hacer sus elecciones, no sobre la base de la creencia ciega, sino tras considerar la necesidad y utilidad de la cuestión en particular que querían aprender.

El filósofo anarquista del siglo XIX Max Stirner tenía ideas similares. Su libro El Individuo y su Propiedad ha sido llamado " el libro más revolucionario de todos los tiempos". En él, hacía un llamado por "una educación para la libertad,no para la servidumbre". Decía que habían diferencias entre la persona educada y la persona libre. Para la persona libre, el conocimiento es la fuente de mayores opciones, para la persona educada es el que determina qué opción elegir.

Mantenía que los pensamientos inculcados por un sistema de educación del estado o de la iglesia se adueñarían del individuo y le sería imposible deshacerse de ellos (Stirner fue esencialmente uno de los primeros que comentaron sobre la socialización). Stirner daba el ejemplo de aprender un catecismo religioso a una edad temprana, y más tarde en la vida elegir unirse a una iglesia.

Si uno es dueño de un pensamiento, uno se puede deshacer de él, no es dueño del individuo.

Marx tenía ideas similares cuando reconoció que la ideología dominante de una sociedad es la ideología de la élite dominante. El poder del estado moderno se basa en su reconocimiento de la importancia de la dominación de la mente (¿Esta frase era de Marx o de Stirner?):

"He aquí que finalmente la dominación de la ley es completa por primera vez. Porque no es que yo viva, sino que la ley vive en mí". [Nota del traductor: la frase era de Stirner]

Para Stirner, ejercer el libre albedrío significará ser Dueño de Uno Mismo. Sin libre albedrío los estudiantes dependen de aprender cómo actuar en lugar de determinar por sí mismos cómo actuar.

Tolstoi lo presentó de una manera un tanto diferente cuando dijo que el aprendizaje debería ser un proceso de cultura y no de educación. La sociedad debería "otorgarle a la persona la libertad completa para disponer ellos mismos de la enseñanza cuyas respuestas necesitan". Pensaba que una escuela no debería interesarse en cómo se utilizaba su enseñanza o qué efectos tendría sobre sus estudiantes.

Para estos filósofos, la meta de la pedagogía era el autodesarrollo, es decir, habilitar al individuo para ganar conciencia de sí mismo y la habilidad de actuar.

Para Stirner, ser Dueño de Uno Mismo significaba ser libre del dogma y de los imperativos morales, y tener un albedrío que no dependiese de fuentes autoritarias. Ser Dueño de Uno Mismo significaba ser libre de las escuelas mismas. Stirner hubiese cuestionado las metas de Ferrer por la sencilla razón de que Ferrer trabajaba dentro de la estructura de las escuelas.

El punto de vista de Ivan Illich, un siglo después, era que "las escuelas han alienado al hombre de su aprendizaje". Tanto para él como para Stirner, sólo había una solución, y esa era (es), la creación de una sociedad en la que las escuelas no existan.

La perspectiva de Paulo Freire era similar cuando combinó los métodos educacionales con el concepto marxista de la conciencia. Reconoció que vivimos en un mundo deshumanizado - uno sin conciencia propia - sin entendimiento de las circunstancias históricas que determinan nuestra existencia. Freire dice: "...una revolución no se realiza ni con verbalismo ni con activismo, sino más bien con la praxis, por ejemplo con reflexión y acción dirigida a las estructuras a ser transformadas".

A Freire le interesaba tanto la expansión de la conciencia como la expulsión de la falsa conciencia. Los oprimidos deben tratar sus propias vidas como auténticas y no rechazar sus propias realidades sobre la base de los valores de la clase dominante.

La persona que está consciente de las fuerzas sociales y es consciente de su naturaleza es capaz de romper la trayectoria de la historia y participar en el cambio radical de sí mismo y de la sociedad. Sin esta ruptura, el cambio social significaría sólamente que una facción opresiva reemplaza a la otra - un cambio en la guardia de palacio, sin ningún cambio en el palacio mismo. Esto no reúne los criterios de una revolución humanística, que sólo puede lograrse a través de la liberación individual de la conciencia, con la participación de toda la gente en el cambio social.

Escuelas Libres


La gran pregunta es entonces - ¿Es posible usar la educación ahora para crear un cuerpo de pensadores libertarios?. Vivimos en una sociedad tecnológica altamente organizada y racionalizada en la cual es raro que el individuo halle espacio para crecer y desarrollar su libre albedrío. La sociedad industrial urbana está tan altamente organizada que los niños tienen escasa oportunidad de explorar y construir su propio mundo.

El movimiento de la Escuela Moderna (también conocido como el Movimiento de Escuelas Libres) del último siglo ha sido un intento de representar parte de esta preocupación. Un intento de establecer un ambiente de autodesarrollo en un mundo superestructurado y racionalizado. Un oasis, libre del control autoritario, y un medio de pasar el conocimiento para ser libres.

A.S. Neill, quien fundó Summerhill en 1937 en Inglaterra y se convirtió en uno de los símbolos del movimiento de escuelas libres, dijo que "ningún hombre es lo bastante bueno como para darle a otro sus propios ideales". Mantenía que la única cura para los niños problemáticos era la libertad, y visualizaba una democracia donde individuos auto-regulados rechazarían el autoritarismo de la política, y formarían organizaciones sociales partiendo de la necesidad y el deseo.

Sus ideas e ideales eran loables, pero la práctica probó ser más difícil. El movimiento de la Nueva Escuela estaba a menudo atascado en argumentos circulares sobre una educación no dogmática estableciendo su propio dogma. Se debe recordar que la enseñanza de filosofía social radical podría acabar en totalitarismo. La prominente anarquista Emma Goldman, quien estaba involucrada en Stelton -una escuela libre radical en los E.E.U.U, dijo que "chicos o chicas, sobrealimentados con Thomas Paine, acabarán en los brazos de la iglesia o votarán por el imperialismo".

La Escuela Moderna de Francisco Ferrer en Barcelona abrió con una biblioteca vacía porque no pudo hallar textos no dogmáticos. Uno de los principales problemas de las Escuelas Libres es que los individuos podrían acabar aprendiendo que necesitan una institución que les de la libertad.

Las Escuelas Libres fueron un ejercicio invaluable, pero fallaron en ejercer un cambio explícito en la estructura general de la sociedad y se puede argumentar que, pueden acabar creando niños que son incapaces de entender el mundo afuera de su oasis educativo particular.

Espero haber mostrado aquí, cuán importante puede ser el aprendizaje y educación libertarios como parte de una revolución social. Sin embargo, es imperativo que aquellos de nosotros que trabajamos en la educación comprendamos los errores del pasado, y comencemos a explorar nuevas formas de aprender, que nos sean de utilidad tras la revolución social. Hay casi tantas sugerencias de sistemas como comentadores, pero todas ellas són básicamente similares. Están basadas generalmente en el principio de que la educación se lleva a cabo toda la vida, que el educador no se interesa en el resultado del proceso de aprendizaje y en que no habrá elementos de compulsión.

Illich nos da sugerencias prácticas para apoyar el aprendizaje. Una comunidad podría tener las siguientes estructuras:

* Centro de Información - una especie de biblioteca expandida, con libros y otros medios, así como información sobre visitas a centros industriales, observando la variedad de actividades de la comunidad.
* Centro/Registro de Habilidades - enseñanza de habilidades (escribir a máquina, albañilería, conocimiento de historia) - donde aquellos que desean aprender una habilidad puedan encontrar a alguien que se la enseñe.
o Podría haber un curriculum dentro de una habilidad como escribir a máquina, pero el plan de estudios no se extendería más allá de una habilidad específica. La planificación del Curriculum se dejaría al individuo.
* Un sistema de comunicación por computadora que enlace a personas con intereses similares, periódicos de intereses específicos (grupos de discusión - sus ideas al respecto se realizan más ahora con la internet).

Finalizando el siglo XX, vemos una reversión de la necesidad de niños como carne de fábrica que había sido demandada por el desarrollo industrial durante el siglo pasado (s.XIX). El uso creciente de la tecnología, la preocupación de los sindicatos por que la labor infantil disminuya los salarios y aumente el desempleo, le dicen a números crecientes de jóvenes que su futuro no es como un obrero. Un aumento en la edad en que se abandona la escuela, la cantidad de estudiantes que buscan mayores niveles de educación, y una nueva prevalencia de calificaciones vocacionales es el intento del capitalismo de parchar las grietas. Pero un gran número de jóvenes comienzan a descubrir que, tras la edad de 15 o 16, la economía avanzada de hoy no les necesita y no están logrando hallar el lugar en la sociedad que el trabajo les hubiese dado hace 20 o 30 años.

Para aquellos que trabajan, dijo Freire - las sociedades altamente tecnológicas se mueven hacia un futuro donde la especialización en el trabajo se hace tan estrecha que la gente es generalmente incapaz de pensar. Lo que se está creando es una sociedad de masas deshumanizada. En ella casi toda conciencia de uno mismo se pierde. No hay elemento de riesgo o de planificación a un nivel individual. "No tienen que pensar ni en las cosas más pequeñas, siempre hay un manual que dice qué hay que hacer en la situación A o B". La gente habrá dejado de pensar libremente, reemplazándolo por un mero aprendizaje basado en asesoría experta.

La idea de la educación libertaria es que el conocimiento y el aprendizaje deberían estar vinculados a la vida real y la utilidad personal, y no debería ser la prerrogativa de una institución especial.

Una sociedad sin escuelas sería una sin instituciones de misticismo y autoridad. Sería una sociedad de auto-regulación donde las instituciones serían productos de la necesidad y utilidad personal y no fuentes de poder. Sería una sociedad anárquica.

jueves, 25 de marzo de 2010

Desarrollar relaciones de afinidad x Willful Desobedience

Hoy el alma se ahoga en una masa de encuentros al azar. Estamos buscando a aquell@s que aún están lo suficientemente viv@s para apoyarse un@s a otr@s más allá de esto; aquell@s que escapan de la Vida Normal.


Contra el sueño y la pesadilla

Vivimos en una sociedad en la que la mayoría de nuestros encuentros han sido ya definidos en forma de roles predeterminados y relaciones en las que no tenemos nada que decir. Una aleatoriedad desprovista de sorpresa rodea el tormento programado del trabajo con un “tiempo libre” que carece del gozo, de la capacidad de asombro o de cualquier libertad real de actuar a nuestro antojo, un “tiempo libre” no muy diferente del trabajo del que se supone que es un respiro.

La explotación se hace presente en el conjunto de la existencia al estar cada una de nuestras interacciones canalizadas hacia una forma de relacionarse que ya ha sido determinada en función de las necesidades del orden dominante, con el fin de garantizar la reproducción continuada de una sociedad en la que un@s poc@s controlan las condiciones de la existencia de tod@s, y por tanto poseen nuestras vidas.

Así pues, la revuelta contra nuestra explotación no es esencialmente una lucha política o incluso económica, sino una lucha contra la totalidad de nuestra existencia actual (y por tanto contra la política y la economía), contra las actividades e interacciones cotidianas que nos son impuestas por la economía, el estado y todas las instituciones y aparatos de dominación y control que componen esta civilización. Esta lucha no se puede llevar a cabo por cualquier medio.

Requiere un método de encontrarse y actuar en el mundo en el que se manifiesten aquí y ahora nuevas relaciones, las de individu@s libres que rechazan ser explotad@s y dominad@s e igualmente rechazan dominar o explotar. En otras palabras, nuestra lucha debe ser la reapropiación inmediata de nuestras vidas, en conflicto con la actual sociedad.

Partiendo de esta base, el rechazo a la formalidad y el desarrollo de relaciones de afinidad no puede ser visto en términos meramente tácticos o estratégicos. Más bien, son el reflejo en la práctica de aquello por lo que estamos luchando si, efectivamente, estamos luchando por retomar nuestras vidas, por reapropiarnos de la capacidad de determinar las condiciones de nuestra propia existencia -es decir, la capacidad para la autoorganización.

El desarrollo de relaciones de afinidad es específicamente el desarrollo de un profundo conocimiento del otro de un modo complejo, una profunda comprensión de las ideas, sueños, deseos, pasiones, aspiraciones, capacidades, y concepciones de la lucha y de la vida, de los demás. Es por supuesto un descubrimiento de lo que se tiene en común, pero más significativamente es un descubrimiento de las diferencias, de lo que es único en cada individu@, porque es en la diferencia donde se puede descubrir realmente qué proyectos se pueden llevar a cabo con otr@s.

Dado que el desarrollo de relaciones de afinidad es en sí mismo un reflejo de nuestros objetivos como anarquistas y dado que se propone crear un conocimiento profundo y en constante expansión del/a otr@, no se puede abandonar simplemente al azar. Necesitamos crear adrede la oportunidad para los encuentros, discusiones y debates en los que nuestras ideas, aspiraciones y visiones de la lucha revolucionaria puedan ponerse en discusión, donde las afinidades reales y los conflictos reales salgan a la luz y se desarrollen-no con el objetivo de encontrar un termino medio en el que tod@s transijan por igual, sino para clarificar distinciones y así descubrir una base real para crear proyectos de acción que no sean simplemente desempeñar el papel de radical, activista o militante, sino que sean reflejos reales de los deseos, pasiones e ideas de quienes se impliquen.

Aunque las publicaciones, los tablones de discusión en Internet y la correspondencia pueden proporcionar medios para hacer esto en algunos niveles, en cuanto que son foros abiertos tienden a ser demasiado aleatorios, con el riesgo de que la discusión pierda cualquier proyectualidad y se desvía hacia el intercambio democrático de opiniones que tienen poca conexión con la propia vida.

A mi entender, las mejores y más significativas discusiones pueden tener lugar en encuentros cara a cara entre gente con alguna claridad de porqué se están reuniendo para discutir. Así pues, organizar grupos de discusión, debates, encuentros, etc. es una parte integral del desarrollo de relaciones de afinidad y por tanto de proyectos de acción.

La necesidad de perseguir el desarrollo de relaciones de afinidad de forma intencionada no significa el desarrollo de una base formal para la afinidad. La formalidad socava la posibilidad de afinidad, porque está basada por naturaleza en un espacio común predeterminado, y por tanto arbitrario. La organización formal se basa en una unidad ideológica o programática que resulta por último en adhesión a la organización como tal. Las diferencias se deben dejar a un lado por la causa de la organización, y cuando las diferencias se dejan a un lado, lo mismo ocurre con los sueños, deseos, aspiraciones y pasiones dado que éstas solo pueden pertenecer al individu@.

Pero, de hecho, la organización formal no tiene nada que ver con la intención o la proyectualidad. En realidad, al proporcionar una ideología a la que adherirse, libra al individuo de la responsabilidad de pensar por si mism@ y desarrollar su propia comprensión del mundo y de su lucha en el. Al proporcionar un programa, libra al individuo de la necesidad de actuar autónomamente y hacer análisis prácticos de las condiciones reales en las que está luchando. Por tanto, en realidad la formalidad socava la proyectualidad y la capacidad para la autoorganización y de esta forma socava el objetivo de la lucha anarquista.

Las relaciones de afinidad son la base necesaria de auto-organización en el nivel cotidiano más básico de lucha y de vida. Es el conocimiento profundo y creciente del/a otr@ lo que proporciona la base para desarrollar proyectos de revuelta que reflejen verdaderamente nuestras propias aspiraciones y sueños, para desarrollar una lucha compartida que se base en el reconocimiento y, en el mejor de los casos, el apasionado disfrute de nuestras muy reales y hermosas diferencias.

El desarrollo de la revolución social requerirá, por supuesto, una organización de la actividad más allá del ámbito de nuestras relaciones de afinidad, pero son los proyectos que desarrollamos de estas relaciones lo que nos proporcionan la capacidad para la auto-organización, la fuerza para rechazar toda formalidad y, por tanto, a todos los grupos que pretenden representar la lucha, ya se llamen partidos, sindicatos o federaciones.

En las relaciones de afinidad, empieza ya a desarrollarse una nueva forma de relacionarse libre de todos los roles y de toda relación social ya manida, y con ésta una aparente impredecibilidad que las autoridades nunca entenderán. Aquí y ahora, abrazamos un mundo de maravilla y gozo que es un arma poderosa para destruir el mundo de dominación.

Willful Disobedience Vol. 2 No. 12 http://msnhomepages.talkcity.com/ProjectPl/willfuldisobedience/

Traducción Palabras de Guerra

lunes, 22 de marzo de 2010

La Policía x Manuel González Prada

I

Taine, filósofo nada revolucionario ni anarquista, escribió: "Como en Francia abundan tanto los gendarmes y los guardias urbanos, nos inclinaríamos a tenerles por más incómodos que útiles. Cuando algunos transeúntes se agrupan en la calle a ver un perro con la pata rota, llega un hombre de mostachos y les dice: Señores, las agrupaciones están prohibidas; dispersaos" (Philosophie de l'art) Y todos se dispersan en el acto, como cediendo a la impulsión de un resorte. Quien desee conocer un pueblo sumiso a las órdenes de las autoridades, no visite Rusia ni Turquía, sino el pueblo de la gran revolución, Francia. Los guillotinadores de reyes, los vencedores de la Europa coligada, tiemblan y callan a las intimaciones de un simple sergot. Viéndolo bien, les sobra razón, porque (ay del rebelde o sordo!, se le viene encima el procés verbal y con el procés verbal la multa o la cárcel. Nada decimos de les passes á tabac o carreras de baqueta; algo saben de ello Baudin, Jaurés y algunos otros diputados franceses. No en vano se ha nacido en "el más hermoso reino, después del cielo".
Según Georges Sand, si los agentes subalternos de la policía infunden odio al servir las pasiones políticas, suelen granjearse la admiración por su buen sentido y su equidad al ejercer las funciones propias de su institución. Cuando la policía --agrega Sand-- deslinde sus atribuciones, confundidas hoy por las discordias humanas, cumplirá misión tan paternal en las severidades mismas, que los hombres blasonarán de pertenecer a ella (La Filleule). No aguardamos el advenimiento de la era en que los agentes de policía se hayan vuelto ángeles de la guarda ni en que las gentes se enorgullezcan de estar enroladas a la más odiosa de las instituciones sociales, a la basada en el espionaje, la delación, el soborno y la tortura, a la encargada de proveer cárceles, penitenciarías, galeras y patíbulos.
Aunque, por efecto de una organización autónoma, la policía lograra constituir el cuarto poder del Estado, no dejaría de ceder al influjo de las pasiones políticas, como obedecen a menudo los Tribunales de Justicia. Difícilmente se concibe sociedad en que el individuo carezca de opiniones y vegete años tras años, ajeno a las luchas de los partidos, guardando su ecuanimidad en las tremendas conmociones sociales. ¿Acaso el egoísmo sirve de escudo invulnerable? El egoísta vive confiado, en las inmediaciones del torrente; pero, cuando menos lo piensa, el torrente desborda y le arrastra. Como donde respiran hombres actúan pasiones, se hace política en universidades, beneficencias, municipios, cuarteles y conventos; mientras haya Estado y gobiernos, se hará política en toda reunión de ciudadanos, aunque se junten con fines científicos, religiosos, artísticos, humanitarios, industriales, financieros o deportivos. Enfermedad no sólo hereditaria sino contagiosa, la política infecciona el organismo del hombre moderno.
¿Cómo soñar, entonces, en el advenimiento de una institución formada por hombres sin flaquezas humanas? Constituyendo la policía un arma tan poderosa como el ejército, siendo algunas veces el gendarme más útil que el soldado, no se concibe que el político deje de aprovechar de guardas y polizontes. Pero, desligados aun de la política, ceñidos a salvaguardar vidas y propiedades, los agentes de policía imitarán a los carabineros de Offenbach, llegarán siempre tarde. Si evitaran accidentes y crímenes, ejercerían una función humanitaria; pero, generalmente, cuidan de sólo perseguir al malhechor, cuando se estrellan en el inocente. Al asesinado, ¿qué le beneficia la captura ni el enjuiciamiento del asesino? A la mujer violada, ¿qué le remedia el castigo del violador? Vindicta pública, sanción moral, escarmiento. . ., ¿son algo más que palabras?

II

Desde los primeros años, casi desde la cuna misma, el policíaco amarga y entristece la vida del hombre, que si antiguamente asustaban al niño con diablos, aparecidos y brujas, hoy le amenazan con el guardia de la esquina. Al pasar ante una escuela, muchos pueden regocijarse de haber escapado a la férula del, magíster, dómine o pedante; mas, ¿quién vive seguro de terminar el día sin habérselas con un polizonte? Este individuo posee la ubicuidad de la Providencia y la tenacidad de la mosca: no nos deja tranquilos ni a sol ni a sombra. Despiertos y en la calle, vemos a cada paso su estantigua; semidormidos y en nuestra habitación, oímos de hora en hora el silbar de su pito. Ignoramos si muertos y hundidos en el sepulcro, sentiremos el ir y venir de sus botas.
Si en las naciones bien organizadas la policía no merece mucho amor ni mucha simpatía, ¿cómo estimarla en sociedades caóticas y embrionarias? Aquí, en el Perú, desde el Ministro de Gobierno hasta el soplón (sin olvidar a prefectos, intendentes, comisarios, inspectores, guardias ni carceleros), todos valen lo mismo, todos esconden ponzoña de igual virulencia. No sirven para conservar el orden público sino para defender a los gobiernos abusivos; que los presidentes, en vez de entregar ciertos individuos a la justicia, les mandan a ejercer funciones en la policía. El exactor recibe una prefectura; el torsionario, una intendencia; el rufián, una comisaría, etcétera. Corporación tan bien seleccionada, persigue a los adversarios del gobierno, inventa conspiraciones, practica el chantaje, provoca motines, apalea escritores, arrasa imprentas, viola mujeres, tortura presos, hurta lo robado, asesina en los caminos al culpable y al inocente...
No merecen, pues, amor ni simpatía los miembros de semejante corporación, digna de llamarse maffia o camorra. Si poseyéramos el instinto lupal de los nacidos para gendarmes o guardias urbanos, exclamaríamos al saber que la bala de un huelguista o de un revolucionario había cogido a un prefecto: (Bendita bala! Mas no poseyendo tan depravados instintos, condenamos la efusión de sangre y nos satisfacemos con escenas menos trágicas. Así, cuando el señor Guignol empuña una tranca y deja como nuevo al comisario, nosotros aplaudimos y nos regocijamos al vernos en comunidad de sentimientos con los niños, las amas, las cocineras, los sirvientes, los obreros, en fin, toda la ingenua masa popular. Un (viva el señor Guignol! pugna por salir de nuestros labios. Así también, cuando un mozo de buenos puños menudea mojicones a un guardia, sentimos deseos de gritar, aunque no sepamos quién tenga la razón: (Duro al guardia!
El agente de policía, el funcionario conocido en Lima con el apodo de cachaco, representa el último eslabón de la ominosa cadena formada por Ministros de Gobierno, el prefecto, el subprefecto, el comisario, el inspector. Sin embargo, nadie más abusivo, más altanero ni más inexorable que el cachaco: hormiga con presunciones de elefante, rabo con orgullo de cabeza. Sigue por ley: bajeza ante el superior, altivez con el inferior. Todo humildad ante la gran dama y el gran señor, todo soberbia ante la tímida chola, el pobre negro y el infeliz chino. Nace del pueblo, vive en la intimidad con la muchedumbre, conoce las miserias de los desheredados, y se declara su enemigo implacable. (Con qué satisfacción enrojece su vara en la cabeza de un borracho inconsciente! (Con qué regocijo descarga su rifle contra el pecho de un huelguista inerme! (Con qué delicia palomea desde una torre al revolucionario vencido y fugitivo! Palpa el odio justo de las muchedumbres, y se venga.
No comprendemos cómo, habiendo tanta manera de ganar honradamente la vida pueda un hombre afiliarse a la policía. ¿Qué decir del pobre indio motoso, plantado en una esquina y figurándose ejercer una función gloriosa y envidiable? Quisiéramos apercollarle, sacudirle y gritarle: si guardas un resto de pudor y dignidad, si no has perdido el último rezago de vergüenza, sé todo lo que en el mundo pueda ser un hombre, todo, menos agente de policía. Dedícate al oficio más bajo y menos limpio: deshollina chimeneas, barre calles, recoge basuras, guarda cerdos, desatora albañales y conduce abrómicos, porque despidiendo malos olores, chorreando inmundicias, aparecerás menos hediondo y más limpio que instalado en una esquina, con tu vestido caqui, tu gorra blanca y tu vara de la ley.

Manuel Gonzales Prada (1844 - 1918), fue un ensayista, pensador anarquista y poeta peruano. Sus posiciones sobre el anarquismo y la anarquía están expuestas en su libro La anarquía de 1901. Allí recoge varios ensayos y expone lo que llama el "ideal anárquico" como "la libertad ilimitada y el mayor bienestar posible del individuo, con la abolición del Estado y la plutocracia.". (de wikipedia en español)

La locura de Nietzsche x Georges Bataille


(Traducción: Margarita Martínez)
El 3 de enero de 1889, hace cincuenta años, Nietzsche sucumbía a la locura: en la plaza Carlo Alberto de Turín se arrojó sollozando al cuello de un caballo apaleado, y luego se desplomó; creía, al despertar, ser DIONISO o EL CRUCIFICADO.

Este acontecimiento debe ser conmemorado como una tragedia. "Cuando lo que está vivo –decía Zaratustra– se da órdenes a sí mismo, es preciso que lo que está vivo expíe su autoridad y sea juez, vengador y VÍCTIMA de sus propias leyes".

I

Queremos conmemorar un acontecimiento trágico y estamos aquí, ahora, sostenidos por la vida. El cielo estrellado se extiende por sobre nuestras cabezas y la tierra gira bajo nuestros pies. La vida está en nuestro cuerpo, pero en nuestro cuerpo también se abre camino la muerte (incluso de lejos un hombre puede sentir siempre la llegada de los últimos estertores). Por sobre nosotros, el día sucederá a la noche, la noche al día. Sin embargo, hablamos, hablamos en voz alta, sin incluso saber qué son esos seres que somos. Y de aquel que no habla siguiendo las reglas del lenguaje, los hombres razonables que debemos ser aseguran que está loco.

Nosotros mismos tenemos miedo de volvernos locos y observamos las reglas con mucha inquietud. Por otra parte los desórdenes de los locos están clasificados y se repiten con tal monotonía que de ello se desprende un extremo aburrimiento. El poco atractivo de los dementes garantiza la seriedad y severidad de la lógica. Sin embargo, ¿será quizás el filósofo, en su discurso, un "espejo del cielo vacío" más infiel que el insensato y, en ese caso, no debería acaso saltar todo en pedazos?

Este interrogante no puede ser tomado en serio porque, aunque sensato, dejaría inmediatamente de tener un sentido. Sin embargo es resueltamente extraño al espíritu de la broma. Porque es preciso también que conozcamos el sudor de la angustia. ¿Bajo qué pretexto no dejarse incomodar hasta sudar? La ausencia de sudor es mucho más infiel que las bromas de aquél que suda. Aquél al que llamamos sabio es el filósofo, pero no existe independientemente de un conjunto de hombres. Este conjunto se compone de algunos filósofos que se laceran entre sí y de una muchedumbre, inerte o agitada, que los ignora.

En este punto, quienes sudan tropiezan en la oscuridad con quienes ven a la historia tumultuosa convertir en claro el sentido de la vida humana. Porque es cierto que, cuando a través de la historia las muchedumbres se exterminan unas a otras, ofrecen consecuencias a la incompatibilidad de las filosofías –bajo esa forma de diálogo que son las carnicerías. Pero la culminación es un combate tanto como el nacimiento y, más allá de la culminación y del combate, ¿qué otra cosa hay, más que la muerte? Más allá de las palabras que se destruyen entre sí sin fin, ¿qué otra cosa hay más que un silencio que hará volverse loco a fuerza de sudar y reír?

Pero si el conjunto de los hombres –o más simplemente su existencia integral– SE ENCARNARA en un solo ser –evidentemente tan solitario y tan abandonado como el conjunto–, la cabeza del ENCARNADO sería el lugar de un combate inmitigable y tan violento que tarde o temprano ésta estallaría en pedazos. Porque es difícil percibir hasta qué grado de tempestad o de desencadenamiento llegarían las visiones de este encarnado, que debería ver a Dios pero en el mismo instante asesinarlo, luego convertirse él mismo en Dios pero solamente para precipitarse de inmediato en una nada: volvería a encontrarse entonces como un hombre tan desprovisto de sentido como el primer transeúnte que llegara, pero privado de toda posibilidad de reposo.

No podría, en efecto, contentarse con pensar y hablar, porque una necesidad interior lo empujaría a vivir lo que piensa y lo que dice. Un encarnado de tal tipo conocería de este modo una libertad tan grande que ningún lenguaje sería suficiente para reproducir su movimiento (y tampoco la dialéctica). Sólo el pensamiento humano encarnado de tal modo se convertiría en una fiesta cuya ebriedad y licencia no estarían menos desencadenados que el sentimiento de lo trágico y de la angustia. Esto lleva a reconocer –sin que quede ninguna escapatoria– que el "hombre encarnado" debería también volverse loco.

¡Cómo le giraría la Tierra dentro de la cabeza con violencia! ¡Hasta qué punto estaría crucificado! ¡Hasta qué punto sería una bacanal (y por detrás aquellos que tendrían miedo de ver su...)! ¡Pero qué solitario se volvería, César, todopoderoso y tan sagrado que un hombre no podría ya adivinarlo sin deshacerse en lágrimas! Suponiendo que..., ¿cómo Dios no se enfermaría si descubriera frente a él su razonable impotencia para conocer la locura?

(3 de enero de 1939)





II

Pero no basta con expresar de este modo un movimiento violento: las frases serían la traición del impulso primero si no estuvieran ligadas a los deseos y las decisiones que son su razón de vivir. Ahora bien, es fácil ver que una simulación de la locura en su apogeo no puede tener consecuencia directa: nadie puede destruir voluntariamente el aparato de expresión que lo ata a sus semejantes, como un hueso a otros huesos.

Un proverbio de Blake dice que si otros no se hubiesen vuelto locos, deberíamos estarlo nosotros. La locura no puede ser arrojada fuera de la integralidad humana, que no podría llevarse a término sin el loco. Nietzsche, al volverse loco –en nuestro lugar–, hacía posible así dicha integralidad; y los locos que perdieron la razón antes que él no habían podido hacerlo con tanto brillo. Pero el don constituido por la locura que un hombre hace a sus semejantes, ¿puede ser aceptado por ellos sin que lo devuelvan con usura? ¿Y si no fuera el desquiciamiento de aquél que recibe la locura de otro como don regio, cuál podría ser la contrapartida?

Existe otro proverbio: el que desea pero no actúa alimenta la pestilencia.

Sin duda alguna, el más alto grado de pestilencia se alcanza cuando la expresión del deseo se confunde con los actos.

Porque si un hombre comienza a seguir un impulso violento, el hecho de que lo exprese significa que renuncia a seguirlo al menos durante el tiempo de la expresión. La expresión pide que se sustituya la pasión por el signo exterior que la figura. El que se expresa debe por lo tanto pasar de la esfera ardiente de las pasiones a la esfera relativamente fría y somnolienta de los signos. En presencia de la cosa expresada, es preciso entonces preguntarse siempre si el que la expresa no se prepara un sueño profundo. Tal interrogante debe ser conducido con un rigor sin desfallecimiento.

El que comprendió alguna vez que solamente la locura puede llevar a su término al hombre, se ve conducido lúcidamente por ello a elegir –no entre la locura y la razón– sino entre la impostura de "una pesadilla que justifica los ronquidos" y la voluntad de darse órdenes a uno mismo y de vencer. Ninguna traición de lo que haya descubierto como destello y desgarro en la cumbre le parecerá más odiosa que los delirios simulados del arte. Porque si es cierto que debe convertirse en la víctima de sus propias leyes, si es cierto que el cumplimiento de su destino exige su pérdida –en consecuencia, si la locura o la muerte tienen a sus ojos el brillo de una fiesta–, entonces el amor mismo de la vida y del destino quiere que cometa antes que nada en sí mismo el crimen de autoridad que expiará. Es esto lo que exige la suerte a la cual lo vincula un sentimiento de riesgo extremo.

Al proceder así desde el delirio impotente hasta la potencia en un comienzo –del mismo modo que deberá, en el epílogo de su vida, proceder en contrapartida desde la potencia hasta algún derrumbamiento, repentino o lento–, sus años no podrán transcurrir más que a la búsqueda –impersonal– de la fuerza. En el momento en que la integralidad de la vida se le aparece ligada a la tragedia que la lleva a término, él pudo percibir cuánto corría esta revelación el riesgo de debilitarse. Pudo ver alrededor de él a aquellos que se aproximan al secreto –los que representan de este modo la verdadera "sal" o "sentido" de la tierra– abandonarse al sueño disoluto de la literatura o del arte. La suerte de la existencia humana se le aparece así ligada a un pequeño número de seres privados de toda posibilidad de poder. Porque algunos hombres llevan dentro de sí mucho más de lo que en su decadencia moral creen llevar: cuando la muchedumbre alrededor de ellos, y quienes la representan, convierten todo lo que tocan en servil a la necesidad. Aquél que se ha formado hasta el extremo en la meditación de la tragedia deberá entonces –en lugar de complacerse en la "expresión simbólica" de las fuerzas que desgarran– enseñar la consecuencia a aquellos que se le asemejan. Deberá a través de su obstinación y su firmeza conducirlos a organizarse, a dejar de ser, en comparación con los fascistas y los cristianos, andrajos despreciados por sus adversarios. Porque les incumbe la tarea de procurar para la masa de aquellos que exigen de todos los hombres un modo de vida servil, la posibilidad, la oportunidad de ser lo que son pero también lo que abdican por insuficiencia de voluntad.

viernes, 19 de marzo de 2010

Un ejemplo de pereza y comunismo x Carlos Ferrnández Liria

Revista de la Casa de las Américas/Rebelión

En defensa de Cuba y en memoria de Paul Lafargue



El trabajo ocupa todo el tiempo y no queda nada de él para la República y los amigos.
Jenofonte

El 13 de agosto de 1866, Carlos Marx escribió la siguiente carta al novio de su hija Laura, un cubano llamado Paul Lafargue:

Usted me permitirá hacerle las siguientes observaciones:

1º Si quiere continuar sus relaciones con mi hija tendrá que reconsiderar su modo de ‘hacer la corte’. Usted sabe que no hay compromiso definitivo, que todo es provisional; incluso si ella fuera su prometida en toda regla, no debería olvidar que se trata de un asunto de larga duración. La intimidad excesiva está, por ello, fuera de lugar, si se tiene en cuenta que los novios tendrán que habitar la misma ciudad durante un período necesariamente prolongado de rudas pruebas y de purgatorio (...). A mi juicio, el amor verdadero se manifiesta en la reserva, la modestia e incluso la timidez del amante ante su ídolo, y no en la libertad de la pasión y las manifestaciones de una familiaridad precoz. Si usted defiende su temperamento criollo, es mi deber interponer mi razón entre ese temperamento y mi hija (...).

2º Antes de establecer definitivamente sus relaciones con Laura necesito serias explicaciones sobre su posición económica.

Mi hija supone que estoy al corriente de sus asuntos. Se equivoca. No he puesto esta cuestión sobre el tapete porque, a mi juicio, la iniciativa debería haber sido de usted. Usted sabe que he sacrificado toda mi fortuna en las luchas revolucionarias. No lo siento, sin embargo. Si tuviera que recomenzar mi vida, obraría de la misma forma (...). Pero, en lo que esté en mi manos, quiero salvar a mi hija de los escollos con los que se ha encontrado su madre1.

Aparte de su “temperamento criollo”, Marx le reprochaba también a su futuro yerno una cierta tendencia a la pereza: “la observación me ha demostrado que usted no es trabajador por naturaleza, pese a su buena voluntad y sus accesos de actividad febril”.

El autor del Manifiesto comunista no podía por aquel entonces sospechar la extraordinaria relevancia que iba a tener para el destino del socialismo el asunto que acababa de mencionar: la pereza.

1. Socialismo y cultura proletaria.

Sin duda, Marx tampoco podía sospechar el naufragio antropológico y la insólita degradación moral y política que traerían en el futuro de la tradición comunista los intentos estalinistas, maoístas o coreanos de instaurar una “cultura proletaria”, un “culto al trabajo” bajo el imperativo de la industrialización a ultranza. Bien es cierto que la industrialización (concebida como un “gran salto adelante” para el que no había que reparar en costes humanos) venía exigida por la correlación de fuerzas internacional, en la que el “socialismo real” estaba obligado a competir con el capitalismo o resignarse a ser aniquilado. En esto último estaban todos de acuerdo, aunque se discutían los ritmos y los medios. En 1920, en el IX Congreso del Partido, Trotsky se mostró incluso resueltamente favorable a la militarización del trabajo y de los sindicatos:

“Hay que decir a los obreros el lugar que deben ocupar, desplazándolos y dirigiéndolos como si fuesen soldados... La obligación de trabajar alcanza su más alto grado de intensidad durante la transición del capitalismo al socialismo... Los ‘desertores’ del trabajo deberán ser incorporados a batallones disciplinarios enviados a campos de concentración” (...) “La militarización es impensable sin la militarización de los sindicatos como tales, sin el establecimiento de un régimen en el que cada trabajador se considere como un soldado del trabajo, que no puede disponer libremente de sí mismo; si recibe una orden de traslado, debe ejecutarla; si no la ejecuta será un desertor y castigado en consecuencia. ¿Y quién se cuidará de esto? El sindicato. El sindicato crea el nuevo régimen. Es la militarización de la clase obrera”.2

Los razonamientos de Trotsky estremecen por su claridad y por su contundencia; ni siquiera se muerde la lengua al hacer una apología del trabajo forzado e incluso de la “utilidad” del esclavismo: “¿Es verdad, realmente, que el trabajo obligatorio es siempre improductivo?... Estamos ante el prejuicio liberal más lamentable y miserable: los rebaños de esclavos también eran productivos (...), el trabajo obligatorio de los esclavos fue en su tiempo un fenómeno progresista” (ibid., p. 354).

Como es sabido, el Partido se negó entonces a seguir el camino propuesto por Trotsky: la militarización del trabajo no puede justificarse –se concluiría- más que en caso de guerra. Ahora bien, a la vista de la historia posterior del siglo XX, un cierto trotskismo todavía podría preguntar ¿y cuándo dejó la URSS de estar en guerra entre 1920 y 1991? Trotsky, al menos, era partidario de hablar con claridad, de decir la verdad: así están las cosas, así tenemos que proceder. O proletarizamos e industrializamos la URSS de forma masiva, o perdemos la (próxima) guerra (que será tanto más inminente cuanta más debilidad mostremos).

En esos momentos, Stalin se inclinaba por las opción más moderada (al igual que Lenin). Sin embargo, tras el paréntesis de la NEP3, optará por la superindustrialización a ultranza, rebasando incluso las antiguas propuestas trotskistas. Con la diferencia de que Stalin ya no se podía permitir decir la verdad. “Al terror, Lenin y Trotsky lo llamaron a terror; llamaron represión a la represión, y, al hambre, hambre”4. Stalin, en cambio, proletarizó el campo soviético pretendiendo “que existía un movimiento ‘espontáneo’ de la ‘mayoría abrumadora de campesinos pobres hacia las formas colectivas de explotación. De la noche a la mañana, los campesinos se habían hecho entusiastas de la colectivización”5. En noviembre de 1929, el Comité Central constató que existía esa aspiración popular generalizada; el 5 de enero de 1930, dictó el decreto de colectivización y el 20 de febrero se anunció que el 50 % de los campesinos ya se habían integrado en granjas colectivas. Todo ello, se pretendía, era una decisión espontánea de la población campesina. A causa de este proceso, murieron centenares de miles de personas, pero, pese a ello, jamás se dejó de aludir al principio leninista del “trabajo voluntario”. Y para generar la ilusión de voluntariedad, hacía falta instituir toda una “cultura proletaria”, un “culto al trabajo”, una mistificación de la clase obrera y una entronización de los “valores proletarios”. El resultado fue una nueva religiosidad, mucho más abyecta que la del cristianismo o el islam, vertebrada por el culto a la personalidad de Stalin.

El “culto al trabajo” se llevó todavía más lejos en la China maoísta, primero con el “gran salto adelante” y, luego, en el marco de la “revolución cultural”. Frente a todo ello, no cabe duda de que la militarización trotskista del proceso laboral habría resultado menos indigna: pues, aunque desconocemos cuál habría sido su coste humano, para implantarla no hacía falta mentir. Para instaurar una “cultura proletaria”, en cambio, se imponía infantilizar a toda la población, generalizar una execrable minoría de edad vigilada por policías y delatores. En el ejército se obedecen órdenes. Pero para vestir a la necesidad con los ropajes de la virtud y a la sumisión con el halo de la voluntariedad (e incluso de la espontaneidad) hacía falta todo un tinglado cultural y religioso.

No es el momento de discutir ahora cuánto hubo de necesario o de inevitable en todo este proceso por el que el “socialismo real” se vio obligado a industrializarse a ultranza, en mucho menos tiempo y con muchos menos recursos coloniales de los que había gozado el capitalismo. Una cosa es que fuera imprescindible y otra que fuese deseable por sí mismo; y el “culto al trabajo”, el obrerismo, la cultura proletaria, no argumentaban lo primero, sino que ensalzaban lo segundo.

Por aquel entonces, además, todavía se creía que la economía socialista era en su esencia mucho más productiva que la capitalista. El capitalismo, en efecto, se consideraba una camisa de fuerza para el desarrollo de las fuerzas productivas y, por tanto, un lastre del progreso y del crecimiento económico. La realidad era muy distinta, sin embargo. El capitalismo es un sistema en el que el conjunto de la población está sometida al chantaje de trabajar (en lo que sea, como sea, al ritmo que sea) o morir de hambre. Se trata, además, de un sistema productivo que necesita acelerarse todos los días, en una ininterrumpida acumulación ampliada. El capitalismo –como dijeron Wallerstein y Galbraight- es como un ratón en una rueda: corre más deprisa a fin de correr más deprisa. El socialismo, por el contrario, puede permitirse ralentizar la marcha. Puede permitirse incluso pararse o decrecer sin que crujan sus estructuras productivas. Además, bajo el socialismo la población no está sometida al chantaje del hambre o el trabajo excesivo. En consecuencia, para lograr un ritmo de trabajo equivalente al del capitalismo haría falta un voluntarismo insólito –y, tal y como ha sido históricamente más habitual, muchísima policía.

Sin duda que -como decimos- la búsqueda imperiosa de la productividad le vino siempre exigida al socialismo por la necesidad de combatir y competir con el capitalismo exterior. Pero reconocer esto no es, en el fondo, más que dar la razón a Trotsky y aceptar que el socialismo jamás dejó de estar en guerra y que, por lo tanto, jamás se pudo permitir ralentizar la marcha. Fue la guerra y no la esencia del socialismo la que imponía la productividad. En esas condiciones, era muy difícil hacerse cargo de que el propio Marx había sido cualquier cosa menos obrerista y que, al hablar del comunismo, había puesto mucho más el acento en el ocio que en la productividad:

"El reino de la libertad sólo comienza allí donde cesa el trabajo determinado por la necesidad y la adecuación a finalidades exteriores. Allende el reino de la necesidad empieza el desarrollo de las fuerzas humanas, considerado como un fin en sí mismo, el verdadero reino de la libertad, que, sin embargo sólo puede florecer sobre aquel reino de la necesidad como su base. La reducción de la jornada laboral es la condición básica"6.

2. El comunismo como derecho a la pereza.

Cualquiera que sea el grado de inevitabilidad del culto al trabajo en la historia pasada del socialismo, es obvio que hoy se impone insistir en una dirección enteramente opuesta. El capitalismo ha llevado al planeta a una situación insostenible, en la que seguir creciendo indefinidamente equivale a un suicidio seguro a no muy largo plazo. La Tierra se ha quedado pequeña para las necesidades de reproducción ampliada del capital. El agotamiento de los recursos y el cambio climático son realidades incuestionables. Al tiempo, el coste humano que requiere semejante ritmo productivo es estremecedor. Incluso en el Primer Mundo se habla ya de implantar la jornada de 65 horas semanales. Pero, además, basta sumar dos y dos para comprender que la condición sine qua non de esta productividad suicida exige que el Tercer Mundo permanezca en una situación humanamente insostenible. El 20 % de la humanidad consume ahora el 86 % de la producción mundial. Pretender que el 80 % restante está destinado a alcanzar niveles de consumo semejantes es incompatible con la supervivencia del planeta; pero pretender que no deben alcanzarlos jamás es inmoral, probablemente es, incluso, racista.

Ahora bien, este cambio de mentalidad no debería coger de improviso a la tradición marxista. Precisamente Paul Lafargue, el yerno de Marx7 con quien comenzábamos estas líneas, definió en 1880 el comunismo como el “derecho a la pereza” de la humanidad, en una obra clarividente, que partía del comentario de un texto de Aristóteles: "si cada uno de los instrumentos pudiera realizar por sí mismo su trabajo, cuando recibiera órdenes, o al preverlas; y como cuentan de las estatuas de Dédalo o de los trípodes de Hefesto, de los que dice el poeta que 'entraban por sí solos en la asamblea de los dioses', de tal modo que las lanzaderas tejieran por sí solas y los plectros tocaran la cítara, para nada necesitarían ni los maestros de obra sirvientes, ni los amos esclavos".

"El sueño de Aristóteles ─ comenta Lafargue ─ es nuestra realidad. Nuestras máquinas de hálito de fuego, de infatigables miembros de acero y de fecundidad maravillosa e inextinguible, cumplen dócilmente y por sí mismas su trabajo sagrado, y a pesar de esto, el espíritu de los grandes filósofos del capitalismo permanece dominado por el prejuicio del sistema salarial, la peor de las esclavitudes. Aún no han alcanzado a comprender que la máquina es la redentora de la Humanidad, la diosa que rescatará al hombre de las sordidae artes y del trabajo asalariado, la diosa que le dará comodidades y libertad".

Para Lafargue el socialismo y el comunismo deberían asegurar, ante todo, el "derecho a la pereza", que es, a su vez, la clave por la que el hombre ha conquistado y puede conquistar la posibilidad del ocio, en el cual germinan todas sus dignidades racionales: la ciencia, el arte, el derecho, la política. El capitalismo nos ha traído una sociedad en la que se ha hecho realidad, por primera vez en la historia, el milagro de Aristóteles; pero, sin embargo, el inmenso potencial de ocio liberado no ha desprendido a la humanidad en absoluto de las cargas del trabajo y tampoco le ha otorgado ningún derecho a la pereza, ningún descanso. El hecho es más bien que nunca se ha trabajado tanto y a un ritmo tan suicida como cuando las lanzaderas se han puesto a tejer solas. Trabajamos, en realidad, en una economía muy primitiva, en la que el esfuerzo por supervivir suprime la posibilidad de vivir. En efecto, una sociedad que gasta todas sus energías en reproducirse ampliadamente hasta el infinito es una sociedad tan primitiva (desde un punto de vista antropológico) como una sociedad que gasta todas sus energías en la pura subsistencia. La revolución neolítica permitió al ser humano trascender el puro ciclo de la supervivencia biológica. El capitalismo, paradójicamente, ha movilizado la infinita potencia de tres revoluciones industriales, esquilmando todos los recursos del planeta, para devolver al ser humano a la prehistoria8.

El capital acumula capital para seguir acumulando capital. La humanidad trabaja más para trabajar más aún. Ni siquiera la constatación de un inevitable suicidio ecológico sirve para detener este rodar hacia el abismo. No se puede uno cansar de repetir que nadie tuvo, por tanto, más razón que Paul Lafargue, hace ya más de un siglo. La superioridad del socialismo no consistía en su más alta productividad, sino, por el contrario, en su capacidad de detenerse, de ralentizar, de frenar. No necesitamos correr más, necesitamos pararnos. El socialismo debía de haber instituido una cultura del pereza, no una cultura proletaria. Si no podía hacerlo en su momento, ahora tenemos la ocasión de proclamarlo a los cuatro vientos: la humanidad tiene derecho a la pereza.

Tal y como exigía Lafargue, la jornada laboral debería de poder guardar algún tipo de relación inversa con el aumento de la productividad del trabajo. Y así sería, en efecto, en una economía estatalizada. En el socialismo siempre es posible discutir (en el Parlamento, pongamos por caso) si la aparición de nuevas tecnologías debería traducirse de inmediato en una reducción general de la jornada laboral (de modo que la sociedad adquiriría la misma riqueza en menos tiempo, destinando al ocio o la pereza el restante) o si convendría, por el contrario, conservar la jornada laboral para aumentar el volumen de riqueza. El motivo por el que las sociedades socialistas "reales" –y Cuba es aquí un caso inclasificable, como vamos a ver- jamás pudieron permitirse ese lujo no parece que sea otro, se diga lo que se diga, que el que jamás pudieron decidir políticamente otra cosa que el emplearse en un "comunismo de guerra" en el que siempre era necesario trabajar más para seguir trabajando más, ya que esto era lo que hacía el enemigo. Sólo que el enemigo lo hacía por una necesidad de su sistema económico y ellos por la decisión política de no sucumbir frente a su agresión. Ahora bien, fueran cuales fueran los problemas de las economías socialistas "reales", lo que seguro que no se planteaba era la necesidad de seguir produciendo más, en peores condiciones laborales, a causa de que se hubiera producido demasiado. Y sin embargo, este es el pan de cada día bajo las condiciones capitalistas de producción: trabajar siempre más es el imperativo de toda posibilidad de trabajar y, si hay paro, es porque no se ha trabajado bastante (lo que parece patentemente absurdo, pero al mismo tiempo bien evidente para cualquier empresario que ve su empresa al borde de la quiebra). Las empresas tienen que producir siempre más, por mucho que hayan producido ya (y esto incluso en plena crisis de sobreproducción), si no quieren sucumbir a las crisis económicas y dejar de producir completamente. Los asalariados, mientras tanto, tienen que trabajar siempre más, si no quieren dejar de trabajar por completo y engrosar las filas del paro. Este engranaje no puede pararse nunca. Las manzanas, la mantequilla o los cereales pueden llegar a ser suficientes y los misiles para destruir el mundo pueden llegar a sobrar. Pero bajo condiciones capitalistas de producción ni las manzanas son manzanas, ni los misiles son misiles si no son antes, de forma mucho más esencial, una ocasión para el beneficio empresarial, es decir, eso que los marxistas llamamos plusvalor . Puede haber manzanas o misiles de sobra, pero el plusvalor será siempre escaso. Si mañana quiere poderse producir algo, manzanas o misiles o lo que sea, es preciso que hoy se haya producido más plusvalor que ayer. Ello también trae sus problemas: si se produce más plusvalor del que puede absorber el mercado, la riqueza no puede ser transformada en dinero y, entonces, no es posible seguir poniendo en marcha el proceso. Pero el absurdo llega hasta el extremo de que el único remedio a la sobreproducción de plusvalor es producir todavía más, con la esperanza siempre de hundir a las empresas de la competencia y lograr imponerse en el mercado. De ahí que, en una crisis económica, políticamente no se pueda hacer nada, ni, de hecho, "convenga" hacer nada ─ y, en efecto, así lo proclaman los economistas hayekianos ─ , pues no se puede hacer nada en una situación en la que todo remedio coincide enteramente con la enfermedad.

Aunque, por supuesto, hay una cosa que sí se puede hacer: cambiar de juego. Pero para eso hace falta cambiar de tablero (o como decía la letra de la Internacional, “cambiar de base”).

3. Cuba y la herencia de Lafargue.

Para instituir un “derecho a la pereza” hace falta que el Derecho mismo tenga alguna eficacia institucional sobre la sociedad. Esto es una obviedad, al menos dicho en abstracto. Sin embargo, la cosa dista mucho de resultar obvia desde el momento en que se intentan poner ejemplos.

El presupuesto más elemental de los países que actualmente se llaman a sí mismos “Estados de Derechos” o “democracias constitucionales” es que las cuestiones importantes que afectan a la vida social se deciden políticamente, a partir de la argumentación y contrargumentación parlamentaria. Esas decisiones se plasman en “leyes”. “Estado de Derecho” no significa otra cosa que el hecho de que la sociedad obedece a lo que las leyes dicen, en unas condiciones, claro está, en la que las leyes remiten al ordenamiento constitucional y el ordenamiento constitucional remite a su vez a la Declaración Universal de los Derechos humanos.

La realidad, por supuesto, dista mucho de ser así. Esa idea presupone, ante todo, que las cuestiones importantes se deciden políticamente. Pero la pura verdad es que la instancia política jamás ha tenido menos relevancia que en la actualidad. Las opciones políticas por las que puede optar la ciudadanía en Europa o en EEUU no se diferencian demasiado (demócratas o republicanos, o, por ejemplo, en España, PSOE o PP), pero los respectivos ministros de economía son, sencillamente, indistinguibles. Lo que se decide en la arena de la economía pesa infinitamente más que todos los debates políticos en el Parlamento. No vivimos en sistemas parlamentarios, sino en dictaduras económicas con fachada parlamentaria.

Piénsese, por ejemplo, en lo que significa que el programa de ATTAC haya sido considerado utópico e izquierdista por todas las autoridades políticas europeas. ¿Era una utopía la idea de cargar con un 0,01 % de política las transacciones financieras no productivas? ¿La instancia política no tiene ni siquiera el poder de aportar una centésima de decisiones en la arena de la economía? Ahora nos encontramos con lo que ya sabíamos, que íbamos camino del abismo. Sin embargo, ni aún así puede la instancia política hacer otra cosa que rendirse a la autoridad surrealista de las fuerzas económicas. El mismo día que se destinaban 700.000 millones de dólares para salvar a la Banca, la FAO había solicitado 30.000 millones para salvar del hambre a 1.000 millones de personas. Salvar a los bancos resultó realista. Salvar a las personas, utópico, aunque fuese mucho más barato.

El sistema capitalista ha hecho realidad los chistes más surrealistas y, en cambio, ha convertido en utópico al mismísimo sentido común. Júzguese por sus resultados: según un cálculo elemental, para que una de las 2500 millones de personas que subsisten al día con 2 dólares diarios, llegara a amasar, con el sudor de su frente, una fortuna como la de Bill Gates, tendría que estar trabajando (ahorrando todo lo que ganara) 68 millones de años. Por un anuncio de zapatillas deportivas Nike, Michael Jordan cobró más dinero del que se había empleado en todo el complejo industrial del sureste asiático que las fabricaba. Esto es la realidad. Gravar con un impuesto mínimo el capital financiero es una utopía política.

Pero, como decíamos antes, el surrealismo de la cruda realidad ha llegado mucho más allá: la supervivencia misma del planeta se ha convertido en utopía. El capitalismo no puede mantener la tasa de ganancia sin crecimiento. Y cuanto más se agotan los recursos energéticos, el crecimiento resulta más y más caro, lo que afecta a su vez a la tasa de ganancia. Pero el capitalismo solo puede huir hacia delante, acelerando aún más el ritmo de crecimiento, en un proceso que sería infinito si no fuera porque, desdichadamente, el mundo no lo es.

Si los sistemas políticos del primer mundo fueran lo que dicen ser, en todos los parlamentos se estaría discutiendo ahora una gráfica elaborada por Mathis Wackernagel, investigador del Global Footprint Network (California)9. Pero no parece que el asunto haya llamado demasiado la atención. Y sin embargo, la gráfica resulta demoledora para las más firmes certezas de la clase política occidental y, por supuesto, para los criterios más evidentes de sus votantes. Sobre todo, en un mundo político en el que izquierda y derecha se llenan la boca con los objetivos del “desarrollo sostenible”.

La cosa es bien sencilla. El eje vertical representa el Índice de Desarrollo Humano (IDH), elaborado por Naciones Unidas para medir las condiciones de vida de los ciudadanos tomando como indicadores la esperanza de vida al nacer, el nivel educativo y el PIB per cápita. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) considera el IDH “alto” cuando es igual o superior a 0’8, estableciendo que, en caso contrario, los países no están “suficientemente desarrollados”. En el eje horizontal se mide la cantidad de planetas Tierra que sería preciso utilizar en el caso de que se generalizara a todo el mundo el nivel de consumo de un país dado. Wackernagel y su equipo hicieron los cálculos para 93 países entre 1975 y 2003. Los resultados son estremecedores y sorprendentes. Si, por ejemplo, se llegara a generalizar el estilo de vida de Burundi, nos sobraría aún más de la mitad del planeta. Pero Burundi está muy por debajo del nivel satisfactorio de desarrollo (0’3 de IDH). En cambio, Reino Unido, por ejemplo, tiene un excelente IDH. El problema es que, para conseguirlo, necesita consumir tantos recursos que, si su estilo de vida se generalizase, nos harían falta tres planetas Tierra. EEUU tiene también buena nota en desarrollo humano; pero su “huella ecológica” es tal que harían falta más de cinco planetas para generalizar su estilo de vida.

Repasando el resto de los 93 países, se comprende que hay motivos para que el trabajo de Wackernagel se titule El mundo suspende en desarrollo sostenible. Como no hay más que un planeta Tierra, es obvio que sólo los países que se sitúen en el área coloreada de la gráfica (por encima de un 0’8 en IDH, sin sobrepasar el número 1 de planetas disponibles) tienen un desarrollo sostenible. Sólo los países comprendidos en esa área serían un modelo político a imitar, al menos para aquellos políticos que quieran conservar el mundo a medio plazo o que no estén dispuestos a defender su derecho (¿quizás racial, divino o histórico?) a vivir indefinidamente muy por encima del resto del mundo.

Ahora bien, ocurre que el área en cuestión está prácticamente vacía. Hay un solo país en el mundo que –por ahora al menos– tiene un desarrollo aceptable y sostenible a la vez: Cuba.

La cosa, por supuesto, da mucho que pensar. Para empezar porque es fácil advertir que la mayor parte de los balseros cubanos huyeron y huyen del país buscando ese otro nivel de consumo que no puede ser generalizado sin destruir el planeta, es decir, reivindicando su derecho a ser tan globalmente irresponsables, criminales y suicidas como lo somos los consumidores estadounidenses o europeos. De acuerdo: tendríamos muy poca vergüenza, desde luego, si condenásemos la pretensión de los demás de imitar el modo como devoramos impunemente el planeta. Pero se reconocerá que la imagen mediática del asunto cambia de forma radical: de lo que realmente huyen los balseros cubanos es del consumo responsable en busca del Paraíso del consumo suicida y, por intereses estratégicos de acoso a Cuba, se les recibe como héroes de la Libertad en vez de cerrarles las puertas como se hace con quienes huyen de la miseria, por ejemplo, de Burundi (a quienes se trata como una plaga de la que hay que protegerse).

Y a un nivel más general, la cosa es aún más interesante. Es muy significativo que el único país sostenible del mundo sea un país socialista. Suele ser un lugar común entre los economistas que el socialismo resultó ruinoso e ineficaz desde un punto de vista económico. Sorprende que, en un mundo como éste, la falta de competitividad pueda aún considerarse una acusación de peso. En términos de desarrollo sostenible, la economía socialista cubana parece ser máximamente competitiva. En términos de desarrollo suicida, no cabe duda, el capitalismo lo es mucho más.

Frente a esta dinámica suicida, debemos exigir el derecho a pararnos. No podemos permitir que las autoridades económicas mundiales sigan convenciendo a la humanidad de que “crecer” por debajo del 2 ó 3% es catastrófico y proponiendo como solución a los países pobres que imiten a los ricos. En el FMI, el BM, la OMC y el G8 saben perfectamente que es materialmente imposible un crecimiento universal. El planeta no da para tanto. Cuando proponen ese modelo saben que, en realidad, están defendiendo algo muy distinto: que nos encerremos en fortalezas, protegidos por vallas cada vez más altas, donde poder literalmente devorar el planeta sin que nadie nos moleste ni nos imite. Es nuestra solución final, un nuevo Auschwitz invertido en el que en lugar de encerrar a las víctimas, nos encerramos nosotros a salvo de lo que es, sin duda –así se lo oí decir en Cuba a Osvaldo Martínez10-, el “arma de destrucción masiva más potente de la historia: el sistema económico internacional”.
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1 La traducción y algunas referencias y datos han sido tomados del “Estudio preliminar” –un texto excelente, por cierto- que Manuel Pérez Ledesma antepone a la edición castellana de El derecho a la pereza de Paul Lafargue (Editorial Funamentos, Madrid, 1991).

2 Citado en Bettelheim, C.: Las luchas de clases en la URSS. Primer Periodo (1917-1923), Siglo XXI Editores, p. 353.

3 NEP: La Nueva Política Económica (1921-1929) se caracterizó por una cierta “libertad de comercio” y por dejar a los campesinos un margen de iniciativa mayor comparado con su situación durante el “comunismo de guerra” (1918-1920).

4 Martínez Marzoa, F.: De la revolución, Alberto Corazón Editor, Madrid, 1976, p.143.

5 Ibid., p. 137.

6 Marx, K.: El capital, Libro III, Capítulo XLVIII, Siglo XXI, vol. 8, p. 1044.

7 Paul Lafargue se casó finalmente con Laura Marx el 2 de abril de 1868. Su actividad política en el seno de la AIT fue incansable, tanto en Francia como en España. Finalmente, Paul y Laura se suicidaron juntos el 26 de noviembre de 1911, tras haber pasado la tarde en un cine de París y haber compartido una bandeja de pasteles. Lafargue dejó la siguiente nota: “Sano de cuerpo y espíritu, me doy muerte antes de que la implacable vejez, que me ha quitado uno tras otro los placeres y los goces de la existencia, y me ha despojado de mis fuerzas físicas e intelectuales, paralice mi energía y acabe con mi voluntad, convirtiéndome en una carga para mí mismo y para los demás. Desde hace años me he prometido no sobrepasar los setenta años; he fijado la época del año para mi marcha de esta vida, y preparado el modo de ejecutar mi decisión: un inyección hipodérmica de ácido cianhídrico. Muero con la suprema alegría de tener la certeza de que muy pronto triunfará la causa a la que me he entregado desde hace cuarenta y cinco años” (citado por Manuel Pérez Ledesma en ob.cit., p. 75)

8 Esta idea ha sido ampliamente desarrollada en las obras de Santiago Alba Rico Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado, Anagrama, 1998 y La ciudad intangible. Ensayo sobre el fin del neolítico, Hiru, 2001. También en su reciente publicación Capitalismo y Nihilismo, Akal, 2008.

9 Cfr. Wackernagel, M.: World failing on sustainable development , en

http://www.newscientist.com/article/mg19626243.100-world-failing-on-sustainable-development.html
10 Cfr. Martínez, O.: La compleja muerte del neoliberalismo, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007.

Aullido x Allen Ginsberg


Para Carl Salomón

I

Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,
arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo,
hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna,
que pobres y harapientos y ojerosos y drogados pasaron la noche fumando en la oscuridad sobrenatural de apartamentos de agua fría, flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando jazz,
que desnudaron sus cerebros ante el cielo bajo el El y vieron ángeles mahometanos tambaleándose sobre techos iluminados,
que pasaron por las universidades con radiantes ojos imperturbables alucinando Arkansas y tragedia en la luz de Blake entre los maestros de la guerra,
que fueron expulsados de las academias por locos y por publicar odas obscenas en las ventanas de la calavera,
que se acurrucaron en ropa interior en habitaciones sin afeitar, quemando su dinero en papeleras y escuchando al Terror a través del muro,
que fueron arrestados por sus barbas púbicas regresando por Laredo con un cinturón de marihuana hacia Nueva York,
que comieron fuego en hoteles de pintura o bebieron trementina en Paradise Alley, muerte, o sometieron sus torsos a un purgatorio noche tras noche,
con sueños, con drogas, con pesadillas que despiertan, alcohol y verga y bailes sin fin,
incomparables callejones de temblorosa nube y relámpago en la mente saltando hacia los polos de Canadá y Paterson, iluminando todo el inmóvil mundo del intertiempo,
realidades de salones de Peyote, amaneceres de cementerio de árbol verde en el patio trasero, borrachera de vino sobre los tejados, barrios de escaparate de paseos drogados luz de tráfico de neón parpadeante, vibraciones de sol, luna y árbol en los rugientes atardeceres invernales de Brooklyn, desvaríos de cenicero y bondadosa luz reina de la mente,
que se encadenaron a los subterráneos para el interminable viaje desde Battery al santo Bronx en benzedrina hasta que el ruido de ruedas y niños los hizo caer temblando con la boca desvencijada y golpeados yermos de cerebro completamente drenados de brillo bajo la lúgubre luz del Zoológico,
que se hundieron toda la noche en la submarina luz de Bickford salían flotando y se sentaban a lo largo de tardes de cerveza desvanecida en el desolado Fugazzi’s, escuchando el crujir del Apocalipsis en el jukebox de hidrógeno,
que hablaron sin parar por setenta horas del parque al departamento al bar a Bellevue al museo al puente de Brooklyn,
un batallón perdido de conversadores platónicos saltando desde las barandas de salidas de incendio desde ventanas desde el Empire State desde la luna,
parloteando gritando vomitando susurrando hechos y memorias y anécdotas y excitaciones del globo ocular y shocks de hospitales y cárceles y guerras,
intelectos enteros expulsados en recuerdo de todo por siete días y noches con ojos brillantes, carne para la sinagoga arrojada en el pavimento,
que se desvanecieron en la nada Zen Nueva Jersey dejando un rastro de ambiguas postales del Atlantic City Hall,
sufriendo sudores orientales y crujidos de huesos tangerinos y migrañas de la china con síndrome de abstinencia en un pobremente amoblado cuarto de Newark,
que vagaron por ahí y por ahí a medianoche en los patios de ferrocarriles preguntándose dónde ir, y se iban, sin dejar corazones rotos,
que encendieron cigarrillos en furgones furgones furgones haciendo ruido a través de la nieve hacia granjas solitarias en la abuela noche,
que estudiaron a Plotino Poe San Juan de la Cruz telepatía bop kabbalah porque el cosmos instintivamente vibraba a sus pies en Kansas,
que vagaron solos por las calles de Idaho buscando ángeles indios visionarios que fueran ángeles indios visionarios,
que pensaron que tan sólo estaban locos cuando Baltimore refulgió en un éxtasis sobrenatural,
que subieron en limosinas con el chino de Oklahoma impulsados por la lluvia de pueblo luz de calle en la medianoche invernal,
que vagaron hambrientos y solitarios en Houston en busca de jazz o sexo o sopa, y siguieron al brillante Español para conversar sobre América y la Eternidad, una tarea inútil y así se embarcaron hacia África,
que desaparecieron en los volcanes de México dejando atrás nada sino la sombra de jeans y la lava y la ceniza de la poesía esparcida en la chimenea Chicago,
que reaparecieron en la costa oeste investigando al F.B.I. con barba y pantalones cortos con grandes ojos pacifistas sensuales en su oscura piel repartiendo incomprensibles panfletos,
que se quemaron los brazos con cigarrillos protestando por la neblina narcótica del tabaco del Capitalismo,
que distribuyeron panfletos supercomunistas en Union Square sollozando y desnudándose mientras las sirenas de Los Álamos aullaban por ellos y aullaban por la calle Wall, y el ferry de Staten Island también aullaba,
que se derrumbaron llorando en gimnasios blancos desnudos y temblando ante la maquinaria de otros esqueletos,
que mordieron detectives en el cuello y chillaron con deleite en autos de policías por no cometer más crimen que su propia salvaje pederastia e intoxicación,
que aullaron de rodillas en el subterráneo y eran arrastrados por los tejados blandiendo genitales y manuscritos,
que se dejaron follar por el culo por santos motociclistas, y gritaban de gozo,
que mamaron y fueron mamados por esos serafines humanos, los marinos, caricias de amor Atlántico y Caribeño,
que follaron en la mañana en las tardes en rosales y en el pasto de parques públicos y cementerios repartiendo su semen libremente a quien quisiera venir,
que hiparon interminablemente tratando de reír pero terminaron con un llanto tras la partición de un baño turco cuando el blanco y desnudo ángel vino para atravesarlos con una espada,
que perdieron sus efebos por las tres viejas arpías del destino la arpía tuerta del dólar heterosexual la arpía tuerta que guiña el ojo fuera del vientre y la arpía tuerta que no hace más que sentarse en su culo y cortar las hebras intelectuales doradas del telar del artesano,
que copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza un amorcito un paquete de cigarrillos una vela y se cayeron de la cama, y continuaron por el suelo y por el pasillo y terminaron desmayándose en el muro con una visión del coño supremo y eyacularon eludiendo el último hálito de conciencia,
que endulzaron los coños de un millón de muchachas estremeciéndose en el crepúsculo, y tenían los ojos rojos en las mañanas pero estaban preparados para endulzar el coño del amanecer, resplandecientes nalgas bajo graneros y desnudos en el lago,
que salieron de putas por Colorado en miríadas de autos robados por una noche, N.C. héroe secreto de estos poemas, follador y Adonis de Denver -regocijémonos con el recuerdo de sus innumerables jodiendas de muchachas en solares vacíos y patios traseros de restaurantes, en desvencijados asientos de cines, en cimas de montañas, en cuevas o con demacradas camareras en familiares solitarios levantamientos de enaguas y especialmente secretos solipsismos en baños de gasolineras y también en callejones de la ciudad natal,
que se desvanecieron en vastas y sórdidas películas, eran cambiados en sueños, despertaban en un súbito Manhattan y se levantaron en sótanos con resacas de despiadado Tokai y horrores de sueños de hierro de la tercera avenida y se tambalearon hacia las oficinas de desempleo,
que caminaron toda la noche con los zapatos llenos de sangre sobre los bancos de nieve en los muelles esperando que una puerta se abriera en el East River hacia una habitación llena de vapor caliente y opio,
que crearon grandes dramas suicidas en los farellones de los departamentos del Hudson bajo el foco azul de la luna durante la guerra y sus cabezas serán coronadas de laurel y olvido,
que comieron estofado de cordero de la imaginación o digirieron el cangrejo en el lodoso fondo de los ríos de Bowery,
que lloraron ante el romance de las calles con sus carritos llenos de cebollas y mala música,

que se sentaron sobre cajas respirando en la oscuridad bajo el puente y se levantaron para construir clavicordios en sus áticos,
que tosieron en el sexto piso de Harlem coronados de fuego bajo el cielo tubercular rodeados por cajas naranjas de Teología,
que escribieron frenéticos toda la noche balanceándose y rodando sobre sublimes encantamientos que en el amarillo amanecer eran estrofas incoherentes,
que cocinaron animales podridos pulmón corazón pié cola borsht & tortillas soñando con el puro reino vegetal,
que se arrojaron bajo camiones de carne en busca de un huevo,
que tiraron sus relojes desde el techo para emitir su voto por una eternidad fuera del tiempo, & cayeron despertadores en sus cabezas cada día por toda la década siguiente,
que cortaron sus muñecas tres veces sucesivamente sin éxito, desistieron y fueron forzados a abrir tiendas de antigüedades donde pensaron que estaban envejeciendo y lloraron,
que fueron quemados vivos en sus inocentes trajes de franela en Madison Avenue entre explosiones de versos plúmbeos & el enlatado martilleo de los férreos regimientos de la moda & los gritos de nitroglicerina de maricas de la publicidad & el gas mostaza de inteligentes editores siniestros, o fueron atropellados por los taxis ebrios de la realidad absoluta,
que saltaron del puente de Brooklyn esto realmente ocurrió y se alejaron desconocidos y olvidados dentro de la fantasmal niebla de los callejones de sopa y carros de bomba del barrio Chino, ni siquiera una cerveza gratis,
que cantaron desesperados desde sus ventanas, se cayeron por la ventana del metro, saltaron en el sucio Passaic, se abalanzaron sobre negros, lloraron por toda la calle, bailaron descalzos sobre vasos de vino rotos y discos de fonógrafo destrozados de nostálgico Europeo jazz Alemán de los años 30 se acabaron el whisky y vomitaron gimiendo en el baño sangriento, con lamentos en sus oídos y la explosión de colosales silbatos de vapor,
que se lanzaron por las autopistas del pasado viajando hacia la cárcel del gólgota -solitario mirar- autos preparados de cada uno de ellos o Encarnación de Jazz de Birmingham,
que condujeron campo traviesa por 72 horas para averiguar si yo había tenido una visión o tú habías tenido una visión o él había tenido una visión para conocer la eternidad,
que viajaron a Denver, murieron en Denver, que volvían a Denver; que velaron por Denver y meditaron y andaban solos en Denver y finalmente se fueron lejos para averiguar el tiempo, y ahora Denver extraña a sus héroes,
que cayeron de rodillas en desesperanzadas catedrales rezando por la salvación de cada uno y la luz y los pechos, hasta que al alma se le iluminó el cabello por un segundo,
que chocaron a través de su mente en la cárcel esperando por imposibles criminales de cabeza dorada y el encanto de la realidad en sus corazones que cantaba dulces blues a Alcatraz,
que se retiraron a México a cultivar un hábito o a Rocky Mount hacia el tierno Buda o a Tánger en busca de muchachos o a la Southern Pacific hacia la negra locomotora o de Harvard a Narciso a Woodland hacia la guirnalda de margaritas o a la tumba,
que exigieron juicios de cordura acusando a la radio de hipnotismo y fueron abandonados con su locura y sus manos y un jurado indeciso,
que tiraron ensalada de papas a los lectores de la CCNY sobre dadaísmo y subsiguientemente se presentan en los escalones de granito del manicomio con las cabezas afeitadas y un arlequinesco discurso de suicidio, exigiendo una lobotomía al instante,
y recibieron a cambio el concreto vacío de la insulina Metrazol electricidad hidroterapia psicoterapia terapia ocupacional ping pong y amnesia,
que en una protesta sin humor volcaron sólo una simbólica mesa de ping pong, descansando brevemente en catatonia,
volviendo años después realmente calvos excepto por una peluca de sangre, y de lágrimas y dedos, a la visible condenación del loco de los barrios de las locas ciudades del Este,
los fétidos salones del Pilgrim State Rockland y Greystones, discutiendo con los ecos del alma, balanceándose y rodando en la banca de la soledad de medianoche reinos dolmen del amor, sueño de la vida una pesadilla, cuerpos convertidos en piedra tan pesada como la luna,
con la madre finalmente ****** [i] , y el último fantástico libro arrojado por la ventana de la habitación, y a la última puerta cerrada a las 4 AM y el último teléfono golpeado contra el muro en protesta y el último cuarto amoblado vaciado hasta la última pieza de mueblería mental, un papel amarillo se irguió torcido en un colgador de alambre en el closet, e incluso eso imaginario, nada sino un esperanzado poco de alucinación-
ah, Carl, mientras no estés a salvo yo no voy a estar a salvo, y ahora estás realmente en la total sopa animal del tiempo-
y que por lo tanto corrió a través de las heladas calles obsesionado con una súbita inspiración sobre la alquimia del uso de la elipse el catálogo del medidor y el plano vibratorio,
que soñaron e hicieron aberturas encarnadas en el tiempo y el espacio a través de imágenes yuxtapuestas y atraparon al Arcángel del alma entre 2 imágenes visuales y unieron los verbos elementales y pusieron el nombre y una pieza de conciencia saltando juntos con una sensación de Pater Omnipotens Aeterna Deus
para recrear la sintaxis y medida de la pobre prosa humana y pararse frente a ti mudos e inteligentes y temblorosos de vergüenza, rechazados y no obstante confesando el alma para conformarse al ritmo del pensamiento en su desnuda cabeza sin fin,
el vagabundo demente y el ángel beat en el tiempo, desconocido, y no obstante escribiendo aquí lo que podría quedar por decir en el tiempo después de la muerte,
y se alzaron reencarnando en las fantasmales ropas del jazz en la sombra de cuerno dorado de la banda y soplaron el sufrimiento de la mente desnuda de América por el amor en un llanto de saxofón eli eli lamma lamma sabacthani que estremeció las ciudades hasta la última radio
con el absoluto corazón del poema sanguinariamente arrancado de sus cuerpos bueno para alimentarse mil años.

II

¿Qué esfinge de cemento y aluminio abrió sus cráneos y devoró sus cerebros y su imaginación?
¡Moloch! ¡Soledad! ¡Inmundicia! ¡Ceniceros y dólares inalcanzables! ¡Niños gritando bajo las escaleras! ¡Muchachos sollozando en ejércitos! ¡Ancianos llorando en los parques!
¡Moloch! ¡Moloch! ¡Pesadilla de Moloch! ¡Moloch el sin amor! ¡Moloch mental! ¡Moloch el pesado juez de los hombres!
¡Moloch la prisión incomprensible! ¡Moloch la desalmada cárcel de tibias cruzadas y congreso de tristezas! ¡Moloch cuyos edificios son juicio! ¡Moloch la vasta piedra de la guerra! ¡Moloch los pasmados gobiernos!
¡Moloch cuya mente es maquinaria pura! ¡Moloch cuya sangre es un torrente de dinero! ¡Moloch cuyos dedos son diez ejércitos! ¡Moloch cuyo pecho es un dínamo caníbal! ¡Moloch cuya oreja es una tumba humeante!
¡Moloch cuyos ojos son mil ventanas ciegas! ¡Moloch cuyos rascacielos se yerguen en las largas calles como inacabables Jehovás! ¡Moloch cuyas fábricas sueñan y croan en la niebla! ¡Moloch cuyas chimeneas y antenas coronan las ciudades!
¡Moloch cuyo amor es aceite y piedra sin fin! ¡Moloch cuya alma es electricidad y bancos! ¡Moloch cuya pobreza es el espectro del genio! ¡Moloch cuyo destino es una nube de hidrógeno asexuado! ¡Moloch cuyo nombre es la mente!
¡Moloch en quien me asiento solitario! ¡Moloch en quien sueño ángeles! ¡Demente en Moloch! ¡Chupa vergas en Moloch! ¡Sin amor ni hombre en Moloch!
¡Moloch quien entró tempranamente en mi alma! ¡Moloch en quien soy una conciencia sin un cuerpo! ¡Moloch quien me ahuyentó de mi éxtasis natural! ¡Moloch a quien yo abandono! ¡Despierten en Moloch! ¡Luz chorreando del cielo!
¡Moloch! ¡Moloch! ¡Departamentos robots! ¡Suburbios invisibles! ¡Tesorerías esqueléticas!
¡Capitales ciegas! ¡Industrias demoníacas! ¡Naciones espectrales! ¡Invencibles manicomios! ¡Vergas de granito! ¡Bombas monstruosas!
¡Rompieron sus espaldas levantando a Moloch hasta el cielo! ¡Pavimentos, árboles, radios, toneladas! ¡Levantando la ciudad al cielo que existe y está alrededor nuestro!
¡Visiones! ¡Presagios! ¡Alucinaciones! ¡Milagros! ¡Éxtasis! ¡Arrastrados por el río americano!
¡Sueños! ¡Adoraciones! ¡Iluminaciones! ¡Religiones! ¡Todo el cargamento de mierda sensible!
¡Progresos! ¡Sobre el río! ¡Giros y crucifixiones! ¡Arrastrados por la corriente! ¡Epifanías! ¡Desesperaciones! ¡Diez años de gritos animales y suicidios! ¡Mentes! ¡Nuevos amores! ¡Generación demente! ¡Abajo sobre las rocas del tiempo!
¡Auténtica risa santa en el río! ¡Ellos lo vieron todo! ¡Los ojos salvajes! ¡Los santos gritos! ¡Dijeron hasta luego! ¡Saltaron del techo! ¡Hacia la soledad! ¡Despidiéndose! ¡Llevando flores! ¡Hacia el río! ¡Por la calle!

III

¡Carl Solomon! Estoy contigo en Rockland
Donde estás más loco de lo que yo estoy
Estoy contigo en Rockland
Donde te debes sentir muy extraño
Estoy contigo en Rockland
Donde imitas la sombra de mi madre
Estoy contigo en Rockland
Donde has asesinado a tus doce secretarias
Estoy contigo en Rockland
Donde te ríes de este humor invisible
Estoy contigo en Rockland
Donde somos grandes escritores en la misma horrorosa máquina de escribir
Estoy contigo en Rockland
Donde tu condición se ha vuelto seria y es reportada por la radio
Estoy contigo en Rockland
Donde las facultades de la calavera no admiten más los gusanos de los sentidos
Estoy contigo en Rockland
Donde bebes el té de los pechos de las solteras de Utica
Estoy contigo en Rockland
Donde te burlas de los cuerpos de tus enfermeras las arpías del Bronx
Estoy contigo en Rockland
Donde gritas en una camisa de fuerza que estás perdiendo el juego del verdadero
ping pong del abismo
Estoy contigo en Rockland
Donde golpeas el piano catatónico el alma es inocente e inmortal jamás debería
morir sin dios en una casa de locos armada
Estoy contigo en Rockland
Donde cincuenta shocks más no te devolverán nunca tu alma a su cuerpo de su
peregrinaje a una cruz en el vacío
Estoy contigo en Rockland
Donde acusas a tus doctores de locura y planeas la revolución socialista hebrea
contra el Gólgota nacional fascista
Estoy contigo en Rockland
Donde abres los cielos de Long Island y resucitas a tu Jesús humano y viviente de la
tumba sobrehumana
Estoy contigo en Rockland
Donde hay veinticinco mil camaradas locos juntos cantando las estrofas finales de
La Internacional
Estoy contigo en Rockland
Donde abrazamos y besamos a los Estados Unidos bajo nuestras sábanas los
Estados Unidos que tosen toda la noche y no nos dejan dormir

Estoy contigo en Rockland
Donde despertamos electrificados del coma por el rugir de los aeroplanos de
nuestras propias almas sobre el tejado ellos han venido para lanzar bombas
angelicales el hospital se ilumina a sí mismo colapsan muros imaginarios Oh
escuálidas legiones corren afuera Oh estrellado shock de compasión la guerra
eterna está aquí Oh victoria olvida tu ropa interior somos libres
Estoy contigo en Rockland
En mis sueños caminas goteando por un viaje a través del mar sobre las carreteras a
través de América llorando hasta la puerta de mi cabaña en la noche del oeste

San Francisco, 1955-1956

Nota A Pie De Página Para “Aullido”

¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!
¡El mundo es santo! ¡El alma es santa! ¡La piel es santa! ¡La nariz es santa! ¡La lengua y la verga y la mano y el agujero del culo son santos!
¡Todo es santo! ¡todos son santos! ¡todos los lugares son santos! ¡todo día está en la eternidad! ¡Todo hombre es un ángel!
¡El vago es tan santo como el serafín! ¡el demente es tan santo como tú mi alma eres santa!
¡La máquina de escribir es santa el poema es santo la voz es santa los oyentes son santos el éxtasis es santo!
¡Santo Peter santo Allen santo Solomon santo Lucien santo Kerouac santo Huncke santo Burroughs santo Cassady santos los desconocidos locos y sufrientes mendigos santos los horribles ángeles humanos!
¡Santa mi madre en la casa de locos! ¡Santas las vergas de los abuelos de Kansas!

¡Santo el gimiente saxofón! ¡Santo el apocalipsis del bop! ¡Santas las bandas de jazz marihuana hipsters paz peyote pipas y baterías!
¡Santa las soledades de los rascacielos y pavimentos! ¡Santas las cafeterías llenas con los millones! ¡Santos los misteriosos ríos de lágrimas bajo las calles!
¡Santo el argonauta solitario! ¡Santo el vasto cordero de la clase media! ¡Santos los pastores locos de la rebelión! ¡Quien goza Los Ángeles es Los Ángeles!
¡Santa New York santa San Francisco santa Peoria & Seattle santa París santa Tánger santa Moscú santa Estambul!
¡Santo el tiempo en la eternidad santa eternidad en el tiempo santos los relojes en el espacio la cuarta dimensión santa la quinta Internacional santo el ángel en Moloch!
¡Santo el mar santo el desierto santa la vía férrea santa la locomotora santas las visiones santas las alucinaciones santos los milagros santo el globo ocular santo el abismo!
¡Santo perdón! ¡compasión! ¡caridad! ¡fe! ¡Santos! ¡Nosotros! ¡cuerpos! ¡sufriendo! ¡magnanimidad!
¡Santa la sobrenatural extra brillante inteligente bondad del alma!

Berkeley, 1955

traducción de Rodrigo Olavarría

[i] "Aullido", en su primera edición de 500 ejemplares, no tuvo mayores contratiempos, fue la segunda edición de 3 mil ejemplares, en Mayo de 1957 que fue retirada de las librerías tras ser declarada obscena por el fiscal Chester McPhee quien declaró "las palabras y el sentido de la escritura es obscena" y "usted no querría que sus hijos se cruzaran con esto". El 21 de Mayo de 1957, el poeta Lawrence Ferlinghetti fue arrestado bajo los cargos de "concientemente publicar y vender material indecente". El 2 de Octubre del mismo año, la restricción sobre el libro fue levantada y Ferlinghetti fue declarado inocente. Ferlinghetti dijo que Ginsberg dejó los puntos en lugar de "Fucked" como una declaraciòn política en recuerdo del proceso judicial.

ALLEN GINSBERG, poeta norteamericano, nació el 3 de Junio de 1926, hijo de Naomi Ginsberg, inmigrante rusa y Louis Ginsberg, poeta. Estudió en la Universidad de Columbia, época en la que entra en contacto con los escritores que, junto a él, serían el núcleo del grupo Beat: Gregory Corso, Jack Kerouac y William Burroughs. En 1957 publica el poema Aullido, libro que es censurado por obscenidad. En 1963 publica Kaddish, poema de largo aliento dedicado a su madre muerta. Durante las décadas siguientes estará en el centro del activismo político, del que se retirará aquejado por una enfermedad que el 5 de Abril de 1997 le cobrará la vida. Otros títulos de la obra de Ginsberg son Reality Sandwiches (1960), Planet News (1968), The Fall Of America (1972), Mind Breaths (1977), Plutonian Ode (1981), White Shroud Poems (1985), Cosmopolitan Greetings Poems (1994), Illuminated Poems (1996)

RODRIGO OLAVARRÍA nace el año 1979 en Puerto Montt. Desde 1997 es miembro del grupo Quercipinión. Entre 1998 y 1999 cursa la carrera de Derecho en la Universidad de Concepción. El año 2000 publica con sus compañeros el libro Quercipinión (Ediciones Lar, Concepción). Durante el año 2001 es becario de la Fundación Pablo Neruda. Poemas suyos han sido publicados en revistas como La Mueca Del Dragón, Cyber Humanitatis y en Pájaro Verde, entre otras. En la actualidad estudia la carrera de Literatura en la Universidad de Chile y se ocupa de la recopilación de la obra de los poetas del grupo "Mandrágora".
Cyber Nº15 . Grupo Quercipinión.
Ciber Nº11. Creación.