jueves, 20 de mayo de 2010

Anarquismo y lucha de liberación nacional x Alfredo Maria Bonanno


El anarquismo es internacionalista, su lucha no se confina a sí misma a una región o un área del mundo, sino que se extiende a todos los lugares donde el proletariado lucha por su propia liberación. Esto requiere una declaración de principios que no sean ni vagos ni abstractos, sino concretos y bien definidos. No estamos interesados en un humanismo universal que encuentra su origen y justificación en la Revolución Francesa de la burguesía en 1789. La Declaración de los Derechos del Hombre, bandera ondeada por todos los gobiernos democráticos actualmente en el poder, se refiere a un hombre abstracto identificado con el ideal burgués.

Muchas veces hemos argumentado contra un cierto anarquismo idealista que habla de revolución universal, actos de fe, iluminismo, y que en definitiva rechaza la lucha proletaria y está en contra de lo popular. Este anarquismo deviene en un humanitarismo individual y mitológico sin un contenido económico o social concreto. El planeta entero acaba siendo visto como una unidad biológica y las dicusiones terminan en un estéril desplazamiento hacia el determinante poder de la superioridad del anarquismo sobre el resto de ideales.

Nosotros, por el contrario, opinamos que el ser humano es un ser histórico, que nace y vive en una situación histórica precisa. Esto le sitúa en unas ciertas relaciones con estructuras económicas, sociales, ligüísticas, étnicas, etc., con importantes consecuencias en el campo de la ciencia, de la reflexión filosófica y de la acción concreta. El problema de la nacionalidad surge en esta situación histórica y no puede ser eliminado de ella sin confundir totalmente los primeros pasos del anarquismo federalista. Como Bakunin escribió: “Cada pueblo, por pequeño que sea, posee su propio carácter, su propia forma de vivir, de hablar, de sentir, de pensar y de trabajar, y este carácter, su específica forma de existencia, es precisamente la base de su nacionalidad. Es el resultado de la totalidad de una historia común y de todas las condiciones del entorno de ese pueblo, un fenómeno puro, natural y espontáneo.”

La base del federalismo anarquista es la organización de la producción y de la distribución de bienes, opuesto de esta forma a la administración política de los pueblos. De hecho, una vez la revolución es llevada a cabo y la producción y distribución se llevan de forma comunista o colectivista (o de diversas formas en función de las necesidades y posibilidades), la estructura federal con sus límites naturales dejará inutilizadas las estructuras políticas precedentes. Sería igualmente absurdo imaginar un límite tan amplio que acaparase al planeta en su totalidad. Si finalmente hay una revolución será incompleta, y esto debe materializarse en el espacio. Los límites territoriales entonces no coincidirán necesariamente con los confines del Estado precedente, que habrá sido destruido por la revolución. En este caso la división étnica sustituirá a la división política deformadora. Los elementos cohesivos de la dimensión étnica son precisamente aquellos que ayudan a identificar la nacionalidad y que tan claramente han sido expresados por Bakunin en el pasaje anteriormente citado.

Los anarquistas rechazan el principio de la dictadura del proletariado o de la gestión del proletariado por una minoría revolucionaria que utiliza al Estado anteriormente burgués. Implícitamente rechazan la dimensión política del Estado burgués existente desde el preciso momento en que comienza la revolución. No podemos aceptar el uso del aparato del Estado en un sentido revolucionario, por lo tanto, el límite provisional que se le ha de dar a las estructuras libremente asociadas será el étnico. En este sentido Kropotkin vio la federación de pueblos libres, basándose en el aproximado e incompleto ejemplo de las comunas medievales, como una solución al problema social.

Pero este argumento, tiene que quedar claro, no debe confundirse con el separatismo. El punto esencial del argumento que estamos manteniendo aquí es que no existen diferencias entre explotadores, que el hecho de nacer en un sitio determinado no tiene influencia sobre las divisiones de clase. El enemigo es aquel que explota, organizando la producción y la distribución de forma capitalista, aunque nos llame compatriota, camarada, o cualquier otro epíteto simpático. La división de clase sigue estando basada en la explotación efectuada por el capital con todos los medios económicos, sociales, culturales, religiosos, etc. a su disposición, y las bases étnicas que hemos identificado como límites de la federación revolucionaria no tienen nada que ver con esto. La unidad con los explotadores es imposible, porque ninguna unidad es posible entre la clase trabajadora y la clase explotadora.

En este sentido Rocker escribe: “Somos anacionales. Demandamos el derecho a la libre decisión de cada comuna, cada región, cada pueblo; precisamente por esta razón rechazamos la absurda idea de un Estado nacional unitario. Somos federalistas, esto es, partidarios de una federación de grupos humanos libres, que no se separan unos de los otros, pero que, por el contrario, se asocian con el mejor de los lazos de confianza, a través de las relaciones naturales, morales y económicas. La unidad a la que aspiramos es una unidad cultural, una unidad que vaya por delante en las más variadas fundaciones, basada en la libertad y susceptible de repeler todos los mecanismos deterministas en las relaciones recíprocas. Por esta razón rechazamos todo particularismo y separatismo bajo el cual se puedan esconder intereses individuales”.

Hoy en día aún quedan, incluso entre anarquistas al enfrentar el problema de la nacionalidad, residuos de razonamiento idealista. No sin razón, el anarquista Nido escribió en 1925: “El desmembramiento de un país no es considerado un ideal deseable para muchos revolucionarios. ¿Cuántos camaradas españoles aprobarían la histórica desaparición de España y su reorganización entorno a una base regional constituida por grupos étnicos castellanos, vascos, gallegos y catalanes? ¿Se resignarían los revolucionarios alemanes a un desmembramiento parecido al tipo de organización libertaria que estuviese basada en los grupos históricos de Baviera, Baden, Westfalia, Hannover, etc.? Por otro lado, a estos camaradas con completa seguridad les gustaría ver el desmembramiento del actual Imperio Británico, y una libre e independiente reorganización de sus colonias en Gran Bretaña (Escocia, Irlanda, Gales) y en el extranjero, ¡lo que no sería agradable para los revolucionarios ingleses! Así son los hombres, y en este sentido, en el curso de esta última guerra (la 1ª Guerra Mundial), vimos la coexistencia del concepto de nacionalidad en su sentido histórico, al lado de las reivindicaciones de los anarquistas.” (Obviamente se refiere a Kropotkin y al Manifiesto de los Dieciséis).

Nido hace referencia a un estado mental que no ha cambiado demasiado. Incluso hoy en día, ya sea por la persistencia de ideales iluministas o masónicos en una cierta parte del movimiento anarquista, ya sea por la pereza mental que saca a muchos compañeros de los problemas más candentes y los lleva a aguas menos turbulentas, las reacciones respecto al problema de la nacionalidad no son muy diferentes de aquellas descritas por Nido.

En sí mismo el problema no nos concerniría demasiado, si no fuera porque tiene una salida histórica precisa, y porque la falta de claridad tiene efectos extremadamente negativos en muchas de las luchas reales que se desarrollan. En definitiva, el problema de la nacionalidad se mantiene a un nivel esencialmente teórico, mientras que la lucha por la liberación nacional está tomando, y cada vez más, una relevancia en la práctica considerable.

Los anarquistas y la lucha de liberación nacional

El proceso de descolonización se ha visto intensificado dentro de muchas estructuras imperialistas desde la última guerra, resurgiendo con urgencia el problema de una interpretación socialista e internacionalista de la lucha de liberación nacional. El drama del pueblo palestino, las luchas en Irlanda, el País Vasco, África y Latinoamérica, están continuamente planteando el problema con una violencia hasta ahora desconocida.

Diferentes firmas económicas dentro del mismo país determinan una situación de colonización, garantizando el proceso de centralización. En otras palabras, la persistencia de la producción capitalista requiere de la desigualdad en la tasa de desarrollo para poder continuar. Mandel escribe acerca del tema: “La desigualdad en la tasa de desarrollo entre diferentes sectores y diferentes empresas es la causa de la expansión capitalista. Esto explica como la reproducción puede continuar ampliándose hasta alcanzar la exclusión de todos los medios que no sean capitalistas. La plusvalía se realiza mediante un incremento en la concentración de capital.” Mandel también trata el tema del desarrollo desigual entre las diferentes áreas en un mismo Estado político. El principio básico del capitalismo es que aunque pueda asegurar equilibrios parciales, nunca puede asegurar el equilibrio total, es decir, es incapaz de industrializar sistemática y armónicamente la totalidad de un territorio amplio. En otras palabras, la colonización regional no es una consecuencia de la centralización, pero, por el contrario, es una de las precondiciones del desarrollo capitalista. Naturalmente, la centralización económica implica centralización política, y cualquier alusión al centralismo democrático es simplemente una fórmula demagógica, utilizada en ciertos momentos históricos. Examinando, incluso superficialmente, los datos de la producción industrial y agrícola desde la unificación de Italia hasta finales de los 60’, se puede observar claramente las tareas que el Estado ha asignado al Sur: suministrar capital (especialmente remesas de los inmigrantes, impuestos, etc.), suministrar una fuerza de trabajo barata (emigración al Norte) y suministrar productos agrícolas para cambiarlos por los industriales bajo unas bases de intercambio colonial.

A esto se le puede objetar que el Estado discrimina, en este sentido, entre dos burguesías: la industrialista del Norte y la terrateniente del Sur, pero para entender esto debemos tener en mente las diferentes posibilidades de explotación entre un área altamente desarrollada y otra subdesarrollada. Mientras en el Sur una jornada laboral de doce a catorce horas era lo normal, en el Norte se habían conseguido las ocho horas. Por ello, gracias a las ventajas de una concepción aún medieval de la sociedad, los terratenientes del Sur continuaron extrayendo plusvalía sin necesidad de grandes reinversiones.

De este modo, el desarrollo del Norte estaba garantizado por la explotación y la esclavitud del Sur. Las reglas políticas del Norte eran las que dictaban en esta dirección, que entonces tomaba el curso de la producción capitalista en general. La integración de Sicilia en el sistema capitalista italiano produjo una desintegración de su economía, que en muchos casos era de tipo pre-capitalista. La ley del mercado obligó a las regiones más atrasadas a integrarse al sistema capitalista: este es el fenómeno de colonización, que se lleva a cabo tanto en regiones o naciones extrangeras, así como en las regiones internas de un Estado capitalista.

La siguiente etapa en el desarrollo capitalista es saltar sobre las fronteras nacionales que se han visto debilitadas por la polarización de las economías emergentes en los picos de la monopolización del intercambio capitalista. La colonización abre paso al imperialismo.

Esto es lo que los camaradas del Front Libertaire escribieron sobre la cuestión: “Los movimientos de liberación nacional tienen que mantenerse en la realidad y no parar en un análisis pre-imperialista que llevaría a un tercermundismo regional. Eso significaría que su lucha revolucionaria se mantendría dentro de la dialéctica colonizador-colonizado, mientras los fines a lograr serían los de la independencia política, soberanía nacional, autonomía regional, etc. Esto sería un análisis simplista que no tiene en cuenta la realidad global. El enemigo a ser derrotado por los irlandeses, bretones y provenzales, por ejemplo, no son Inglaterra y Francia, sino la totalidad de la burguesía, sea inglesa, bretona, provenzal o americana. En este sentido, los lazos que atan a la burguesía regional con la nacional o la mundial pueden ser comprendidos.”

Por tanto, la liberación nacional va más allá de la simple descolonización interna y ataca la situación real del imperialismo del desarrollo capitalista, poniendo el objetivo de la destrucción del Estado político en una dimensión revolucionaria.

Los límites étnicos también devienen fácilmente reconocibles. El límite étnico en el proceso revolucionario de federaciones libres de asociaciones de producción y distribución tiene su contrario en la fase pre-revolucionaria dentro de una dimensión de clase. La base étnica de hoy en día consiste en la totalidad del pueblo explotado que vive en un territorio dado de una nación dada, sin haber una base étnica común entre explotador y explotado. Es lógico que estas relaciones de clase se destruirán junto con la destrucción del Estado político, donde el límite étnico no coincidirá más con los explotados que viven en un territorio dado, sino con la totalidad de mujeres y hombres que vivan en dicho territorio y que han decidido vivir su vida libremente.

Sobre este asunto, los camaradas del Front Libertaire continúan: “La cultura étnica no es aquella que pertenece a todas las personas que han nacido, o viven, en un territorio común o que hablan una misma lengua. Es la cultura de aquellos que, en un grupo dado, sufren la misma explotación. La cultura étnica es una cultura de clase, y por esta razón una cultura revolucionaria. Incluso si la conciencia de los trabajadores corresponde a una clase trabajadora en una situación de dependencia nacional, será, no obstante, la conciencia de clase la que lleve la lucha a su conclusión final: la destrucción del Capitalismo en su forma actual. La lucha decisiva a llevar a cabo debe ser una lucha de clases mundial de los explotados contra los explotadores, empezando por una lucha sin fronteras, con tácticas precisas contra la burguesía más cercana, especialmente si se proclama a sí misma “nacionalista”. Esta lucha de clases es además la única forma de mantener y estimular la “dimensión étnica” sobre la cual será posible construir el socialismo sin Estado.”

El programa anarquista en lo que respecta a la lucha de liberación nacional es, por tanto, claro: no debe dirigirse hacia la constitución de un “estadio intermedio” en la revolución social a través de la creación de nuevos estados nacionales. Los anarquistas rechazan participar en frentes de liberación nacional; participan en frentes de clase que no deben involucrarse en luchas de liberación nacional. La lucha debe dirigirse a establecer estructuras económicas, políticas y sociales en los territorios liberados, basado en la organización federalista o libertaria.

Los marxistas revolucionarios, a quienes por ciertas razones no podemos analizar aquí, monopolizando las diferentes situaciones donde se llevan a cabo luchas de liberación nacional, no siempre pueden responder con claridad ante la perspectiva de una contestación radical a la centralización del Estado. Su mito del agotamiento del Estado burgués y su pretensión de utilizarlo crea un insuperable problema.

Marxistas y lucha de liberación nacional

Si bien podemos compartir los análisis de clase realizados por ciertos grupos marxistas, tales como los elaborados por una parte de ETA que publicamos en el nº 3 de Anarchismo, lo que no podemos aceptar es la hipótesis fundamental de la creación de un Estado obrero basado en la dictadura del proletariado, más o menos a lo largo de las líneas sobre el precedente Estado político de acuerdo con la capacidad organizacional de las diferentes organizaciones nacionales. Por ejemplo, los camaradas de ETA están luchando por un País Vasco libre, pero no están muy interesados en una Cataluña o una Andalucía libres. Aquí retomamos las dudas bien expresadas por Nido que citamos más arriba. En la base de muchos análisis marxistas se esconde un nacionalismo irracional que nunca está muy claro.

Volviendo a los clásicos marxistas y su polémica con Bakunin, somos capaces de reconstruir una especie de diálogo entre los dos, hechando un vistazo a una parte del trabajo realizado por el camarada búlgaro Balkanski.

En 1848, inmediatamente después del congreso eslavo en donde, sin éxito, se desarrolló la idea de una federación eslava para volver a unir una Rusia libre y a los pueblos eslavos que sirviese como núcleo sobre el que se construiría una futura federación europea y más tarde una federación universal de pueblos, Bakunin participó en la insurrección de Praga. Después de los hechos de Praga, buscado por la policía, Bakunin se refugió en Berlín y tomó contacto con unos cuantos estudiantes checos con el objetivo de desatar una insurrección en Bohemia. Por esta época (principios de 1849), publicó Llamamiento a los eslavos que fue injustamente acusado de paneslavista. Marx y Engels contestaron con un criticismo amargo en su periódico Neue Rheinischer Zeitung. Permítasenos ahora ver este hipotético diálogo tal y como fue sugerido por Balkanski.

Bakunin: Los pueblos eslavos, esclavizados por Austria, Hungría y Turquía, deben reconquistar su libertad y unirse con Rusia, libre del zarismo, en una federación eslava.

Marx-Engels: Todas esas naciones pequeñas, sin poder, mal desarrolladas, básicamente deben reconocimiento a aquellos que, de acuerdo a la necesidad histórica, las unen a grandes imperios, permitiéndoles de ese modo participar en un desarrollo histórico que si se hubiese dejado desarrollar por si mismo les habría resultado extraño. Claramente, tal resultado no se puede alcanzar sin pisar ciertas áreas sensibles. Sin violencia nada se consigue en la Historia.

Bakunin: Debemos abogar, en particular, por la liberación de los checos, eslovacos y moravios, y su reunificación en una entidad única.

Marx-Engels: Los checos, entre los cuales tenemos que incluir a los eslovacos y moravios, nunca han tenido una historia. Después de Carlomagno, Bohemia fue amalgamada a Alemania. Por un tiempo la nación checa se emancipó a si misma para formar el gran Imperio Moravio. Más tarde, Bohemia y Moravia se unieron definitivamente a Alemania y el territorio eslovaco se quedó en Hungría. ¿Y esta “nación” inexistente, desde un punto de vista histórico, reclama la independencia? Es inadmisible conceder la independencia a los checos porque el Este de Alemania parecería una loncha de queso roída por ratas.

Bakunin: Los polacos, esclavizados por tres estados, deben pertenecer a una comunidad sobre bases iguales a las de sus actuales dominadores: alemanes, austríacos, húngaros y rusos.

Marx-Engels: La conquista alemana de las regiones eslavas entre el Elba y el Warthe fue una necesidad estratégica y geográfica resultado de las divisiones en el Imperio Carolingo. La razón está clara. El resultado no se puede cuestionar. Esta conquista fue en interés de la civilización; no puede haber dudas sobre ella.

Bakunin: Los eslavos del Sur, esclavizados por una minoría extrangera, deben ser liberados.

Marx-Engels: Es de vital importancia para los alemanes y los húngaros dejar el Adriático. Las consideraciones geográficas y comerciales deben ir por delante de todo. Quizás sea una lástima que la gran California haya sido arrebatada a los ineptos de los mexicanos que no sabían que hacer con ella. Posiblemente la “independencia” de unos pocos españoles en California y Tejas sufra. La “Justicia” y otros principios morales seguramente hayan sido igorados en todo esto. Pero ¿qué se puede hacer ante tantos otros sucesos de este tipo en la Historia universal?

Bakunin: Mientras una sola nación oprimida exista, el completo y definitivo triunfo de la democracia no sera posible en ningún lugar. La opresión de un pueblo o de un individuo es la opresión e todos, y es imposible violar la libertad de uno sin violar la libertad de todos.

Marx-Engels: En el manifiesto paneslavo no hemos encontrado nada excepto estas categorías más o menos morales: justicia, humanidad, libertad, igualdad, fraternidad, independencia, que suenan bien, pero no pueden hacer nada en el campo histórico y político. Lo repetimos, ningún pueblo eslavo –aparte de los polacos, los rusos y quizás los turcos- tiene un futuro por la simple razón de que el resto de eslavos carecen de las bases históricas, geográficas, políticas e industriales más elementales. La independencia y la vitalidad les fallan. Los conquistadores de los diferentes pueblos eslavos tienen la ventaja de la energía y la vitalidad.

Bakunin: La liberación y la federación de los eslavos es solo el preludio de la Unión de Repúblicas Europeas.

Marx-Engels: Es imposible unificar a todos los pueblos bajo una bandera republicana con amor y fraternidad universal. La unificación será forjada mediante la lucha sangrienta de una guerra revolucionaria.

Bakunin: Ciertamente, en la revolución social, el Oeste, y especialmente los pueblos latinos, precederán a los rusos; pero serán en cualquier caso las masas eslavas las que realicen el primer movimiento revolucionario y garanticen los resultados.

Marx-Engels: Respondemos que el odio de los rusos y la pasión revolucionaria de los alemanes, y ahora el odio de los checos y croatas, está empezando a entrelazarse. La revolución solo podrá salvarse haciendo efectivo un terror decisivo sobre los pueblos eslavos, quienes, desde su perspectiva de su miserable “independencia nacional”, han vendido la democracia y la revolución. Algún día tendremos que llevar a cabo una sangrienta venganza contra los eslavos por esta vil y escandalosa traición.

No puede haber duda acerca de estas posiciones radicalmente opuestas. Marx y Engels siguen atados a una visión determinista de la Historia que trata de ser materialista, pero que no está libre de ciertas premisas hegelianas, reduciendo la posibilidad de un método analítico. Más aun, ellos, especialmente Marx, utilizan evaluaciones estratégicas que revelan un énfasis en el patriotismo liberal, que si bien era justificable en 1849, no lo era tanto en 1855. Sin embargo, en esta época, durante la Guerra de Crimera, escribe: “La gran península, al sur del Sava y el Danubio, este maravilloso país, tiene la desventaja de estar habitado por un conglomerado de razas y nacionalidades que son muy diferentes, y uno no sabría decir cual será la mas adecuada para el progreso y la civilización. Eslavos, griegos, rumanos, albanos, aproximadamente doce millones en total, están dominados por un millón de turcos. Cabe preguntarse si hasta ahora los turcos no han sido los más cualificados para mantener la hegemonía, que puede ser evidentemente empleada sobre esta población mixta por una nación.”

Una vez más en 1879, en el curso de la Guerra Ruso-Turca, que hoy en día los comunistas llaman “La guerra de liberación de los patriotas búlgaros”, Marx escribió: “Definitivamente apoyamos a los turcos, y esto por dos razones. La primera es que hemos estudiado a los campesinos turcos, esto es, las masas populares turcas, y estamos convencidos de que son los más representativos, trabajadores, y moralmente sanos de los campesinos europeos. La segunda es que la derrota de los rusos accelerará considerablemente la revolución social que esta llegando a un periodo de transformación radical en toda Europa.”

De hecho, los movimientos marxistas de liberación nacional, cuando han sido guiados por una minoría que finalmente se transforma en partido (una situación generalizada actualmente), acaban utilizando distinciones estratégicas, dejando los problemas esenciales –que también influencian a las estrategias- en un segundo plano.

Los marxistas, por ejemplo, no distinguen entre el imperialismo de los grandes Estados del nacionalismo de los pequeños, utilizando frecuentemente el término nacionalismo en los dos casos. Esto causa gran confusión. El nacionalismo de los pequeños Estados normalmente se ve como algo que contiene un nucleo positivo, una revuelta interna de carácter social, pero la detallada distinción de clases se suele limitar a lo estrictamente necesario, de acuerdo a las perspectivas estratégicas. Frecuentemente se mantiene, inconscientemente siguiendo al gran maestro Trotsky, que si por un lado el arrebato de los pueblos y las minorías oprimidas es inmutable, la vanguardia de la clase trabajadora nunca debe intentar accelerar este empuje, sino limitarse a seguir los impulsos permaneciendo fuera.

Esto es lo que Trotsky escribió en enero de 1931: “Las tendencias separatistas en la Revolución Española traen el problema democrático del derecho de la nacionalidad a la autodeterminación. Estas tendencias, vistas superficialmente, han empeorado durante la dictadura. Pero mientras el separatismo de la burguesía catalana no es sino un medio de jugar con el gobierno de Madrid contra el pueblo catalán y español, el separatismo de los trabajadores y campesinos esconde precisamente una revuelta más profunda de natualeza social. Debemos hacer una fuerte distinción entre estos dos tipos de separatismo. No obstante, es precisamente para distinguir a los trabajadores y campesinos oprimidos en su sentimiento nacional de la burguesía, que la vanguardia del proletariado debe abordar esta cuestión del derecho de la nación a la autonomía, que es la posición más valiente y sincera. Los trabajadores defenderán totalmente y sin reservas el derecho de catalanes y vascos a vivir como estados independientes en el caso de que la mayoría opte por una completa separación, lo que no es en absoluto lo mismo que decir que la élite trabajadora deba empujar a los catalanes y vascos al camino del separatismo. Por el contrario, la unidad económica del país, con una gran autonomía para las nacionalidades, ofrecería a los trabajadores y campesinos grandes ventajas desde un punto de vista económico y desde el de la cultura en general.”

Se ve claramente que las posiciones son radicalmente contrarias. Marxistas y Trotskistas siguen sistemas de razonamiento que para nosotros no tienen nada que ver con la libre decisión de las minorías explotadas a determinar las condiciones de su propia libertad. No es el momento de abordar las diferencias teóricas fundamentales, pero es suficiente con releer el pasaje de Trotsky para darse cuenta de las ambigüedades teóricas que contiene, la cantidad de espacio que da a una estrategia política favorable al establecimiento de una dictadura de una minoría iluminada, y que poca cantidad se le daría a la libertad “real” de los explotados. El uso ambiguo del término separatismo debe ser subrayado, y la insistencia entorno a argumentos irracionales como los relativos al “sentimiento nacional”.

Conclusión

Muchos problemas han sido tratados en este trabajo, con la conciencia de que lo han sido solo en parte, debido a su amplia complejidad. Empezamos por una situación real: la de Sicilia, y un proceso de desmembramiento capaz de causar un incalculable daño en un futuro próximo. Hemos dicho como en este proceso se ve, en nuestra opinión, una unión de los fascistas con la mafia, y como los intereses que esta gente quiere proteger son básicamente los de los americanos. La circulación de cierta fórmula separatista viciada nos ha obligado a tomar, tan claramente como sea posible, una posición, y buscar para simplificar los puntos esenciales del internacionalismo anarquista en vista del problema de la lucha de liberación nacional. También hemos dado una breve panorámica de unos pocos defectos interpretativos latentes en el punto de vista marxista del problema, y unas pocas oscuridades estratégicas que en la práctica determinan las no pocas dificultades que los movimientos de liberación nacional de inspiración marxista encuentran. Trataremos ahora de concluir nuestra búsqueda con unas pocas indicaciones de interés teórico.

Debemos reexaminar minuciosamente el problema de la relación entre estructura y superestructura. Muchos camaradas se mantienen en el modelo marxista y no lo hacen, tanto ha penetrado en nuestra forma “normal” de ver las cosas. El poder que los marxistas tienen ahora en nuestras universidades les permite proponer cierto modelo analítico a las minorías intelectuales, vendiéndolo como realidad con su habitual y excesiva autocomplacencia. En particular, es la concepción de “medios de producción” la que debe ponerse bajo un cuidadoso análisis, mostrando las limitaciones y consecuencias del uso determinista del factor económico. Actualmente la realidad económica ha cambiado y no encaja en la tipología marxista; sin embargo, hacen lo imposible para complicar los problemas intentando de esta manera explicar sucesos que de otra forma hubiesen sido fácilmente explicables. Utilizando más modelos abiertos de razonamiento deberíamos ser capaces de identificar los factores relevantes, tales como, precisamente, las particularidades étnicas y culturales. Estas entran dentro de un proceso más amplio de explotación y determinan cambios cuantitativos dándose la posible explotación en si misma y, en un último análisis, causa el surgimiento de otros cambios, esta vez de naturaleza cualitativa. Pueblos y clases, formaciones políticas y culturales, movimientos ideológicos y luchas concretas, todos sufren cambios interpretativos en relación al modelo básico. Si un determinismo mecanicista es aceptado, las consecuencias son la inevitable dictadura del proletariado, y el paso a través de una difícilmente comprensible, e históricamente no documentada, progresiva elminación del Estado; por otro lado, si el modelo interpretativo es abierto e indeterminista, si el deseo individual se incluye en un proceso de influencia recíproca con la conciencia de clase, si las diferentes entidades socio-culturales son analizadas no solo económicamente sino más ampliamente (socialmente), las consecuencias serían muy diferentes: ideas estatistas preconcebidas traicionarán el camino a la posibilidad de una construcción horizontal y libertaria, a un proyecto federalista de producción y distribución.

Ciertamente todo esto requiere no solo la negación de un materialismo mecanicista que, en nuestra opinión, es el resultado del marxismo, sino también de un cierto idealismo que, todavía en nuestra opinón, ha infectado una parte del anarquismo. En este sentido, el universalismo entendido como un valor absoluto es ahistórico e idealista, debido a que es un postulado iluminista, no es otra cosa que el ideal invertido del Cristianismo reformado. No es posible ver claramente detrás de la hegemonía occidental, cuanto de un ambiguo humanitarismo de base cosmopolita fue desarrollado por la ideología de la falsa libertad. El mito de la dominación del hombre blanco se representa de varias formas como el mito de civilización y ciencia, y, por tanto, como la fundación de la hegemonía política de unos pocos estados sobre otros. La ideología masónica e iluminista puede haber reforzado el jacobinismo latente en la versión leninista del marxismo, pero no tiene nada que ver con el anarquismo, excepto en el hecho de que muchos camaradas continúan distrayéndose con esquemas abstractos y teorías desfasadas.

Los anarquistas deben proporcionar todo su apoyo, concretamente en la participación, teóricamente en los análisis y estudios, a las luchas de liberación nacional. Esto debe empezar desde las organizaciones autónomas de los trabajadores, con una visión clara de las posiciones enfrentadas de clase, que ponga a la burguesía local en su correcta dimensión de clase, y prepare la construcción federalista de la sociedad futura que vendrá tras la revolución social. Bajo estas premisas, que no dejan lugar a determinismos ni idealismos de especies varias, cualquier instrumentalización fascista de las aspiraciones de los pueblos oprimidos puede ser fácilmente combatida. Es necesario, en primer lugar, aclararnos entre nosotros mirando adelante y construyendo un análisis correcto para una estrategia revolucionaria anarquista.

1976

Aviso a los civilizados respecto a la autogestión generalizada x Raoul Vaneigem


“No sacrifiquéis la felicidad de hoy a la felicidad futura. Disfrutad del momento, evitad toda unión de matrimonio o de interés que no satisfaga vuestras pasiones desde el mismo instante. ¿Por qué ibais a luchar por la felicidad futura, si ella sobrepasará vuestros deseos, y no tendréis en el orden combinado más que un solo displacer, el de no poder doblar la longitud de los días, a fin de dar abasto al inmenso círculo de goces que deberéis recorrer?”. Charles Fourier. Aviso a los Civilizados respecto a la próxima Metamorfosis Social.

1

En su forma inacabada, el movimiento de las ocupaciones ha vulgarizado de modo confuso la necesidad de una superación. La inminencia de un cambio total, sentido por todos, debe revelar ahora su práctica: el paso a la autogestión generalizada mediante la instauración de los consejos obreros. La línea de llegada, cuya consciencia ha llevado el impulso revolucionario, en adelante va a convertirse en la línea de salida.

2

La historia responde hoy a la cuestión planteada por Lloyd George a los trabajadores, y repetida a coro por los servidores del viejo mundo: “queréis destruir nuestra organización social, ¿qué pondréis en su lugar? Sabemos la respuesta gracias a la profusión de pequeños Lloyd George, que defienden la dictadura estatista de un proletariado a su gusto, y esperan que la clase obrera se organice en consejos para disolverla y elegir otra distinta a ella.

3

Cada vez que el proletariado se arriesga a cambiar el mundo, reencuentra la memoria global de la historia. La instauración de una sociedad de consejos -hasta ahora confundida con la historia de su aplastamiento en distintas épocas- desvela la realidad de sus posibilidades pasadas a través de la posibilidad de su realización inmediata. Esta evidencia la han podido ver todos los trabajadores después de que en mayo el estalinismo y sus residuos trostkistas han mostrado, por medio de su debilidad agresiva, su impotencia para aplastar un eventual movimiento de los consejos, y, por su fuerza de inercia, su capacidad para frenar aun su aparición. Sin manifestarse verdaderamente, el movimiento de los consejos se ha presentado en un arco de rigor teórico que partía de dos polos contradictorios: la lógica interna de las ocupaciones y la lógica represiva de los partidos y los sindicatos. Quienes confunden aún Lenin y el “qué hacer”, lo único que hacen es prepararse (para ir a) un cubo de basura.

4

El rechazo de toda organización que no sea la emanación directa del proletariado negándose como proletariado ha sido sentida por muchos, inseparablemente de la posibilidad al fin realizable de una vida cotidiana sin tiempo muerto. La noción de consejos obreros establece, en este sentido, el primer principio de la autogestión generalizada.

5

Mayo ha marcado una fase esencial de la larga revolución: la historia individual de millones de hombres, cada día a la busca de una vida auténtica, uniéndose al movimiento histórico del proletariado en lucha contra el conjunto de las alienaciones. Esta unidad de acción espontánea, que fue el motor pasional del movimiento de las ocupaciones, sólo puede desarrollar unitariamente su teoría y su práctica. Lo que sucedió en todos los corazones sucederá en todas las cabezas. Después de haber comprobado que “no podrían ya vivir como antes, ni siquiera un poco mejor que antes”, muchos tienden a prolongar el recuerdo de una parte de vida ejemplar, y la esperanza, vivida por un instante, de un gran posible, en una línea de fuerza a la únicamente falta, para ser revolucionaria, una mayor lucidez sobre la construcción histórica de las relaciones individuales libres, sobre la autogestión generalizada.

6


Sólo el proletariado precisa, al negarse, el proyecto de autogestión generalizada, porque lo lleva en sí objetiva y subjetivamente. Por ello las primeras precisiones vendrán de la unidad de su combate en la vida cotidiana y en el frente de la historia, así como de la conciencia de que todas las reivindicaciones son realizables de inmediato, pero sólo por él mismo. En este sentido, la importancia de una organización revolucionaria debe en adelante juzgarse por su capacidad de acelerar su desaparición en la realidad de la sociedad de los consejos.

7

Los Consejos obreros constituyen un nuevo tipo de organización social, mediante el cual el proletariado pone fin a la proletarización del conjunto de los hombres. La autogestión generalizada no es otra cosa que la totalidad según la cual los consejos inauguran un estilo de vida basado en la emancipación permanente individual y colectiva, de forma unitaria.

8

De lo que procede a lo que sigue, es evidente que el proyecto de autogestión generalizada exige tantas precisiones como deseos hay en un revolucionario, y tantos revolucionarios como personas insatisfechas hay de su vida cotidiana. La sociedad espectacular mercantil crea las condiciones represivas y -contradictoriamente, por el rechazo que suscita- la posibilidad de la subjetividad; de igual modo la formación de los consejos, parecidamente surgida de la lucha contra la opresión global, crea las condiciones de una realización permanente de la subjetividad, sin otra limitación que su propia impaciencia por hacer la historia. La autogestión generalizada se confunde así con la capacidad de los consejos para realizar históricamente lo imaginario.

9

Sin la autogestión, los consejos obreros pierden todo su significado. Es necesario tratar como futuro burócrata, por tanto al instante como enemigo, a todo aquél que hable de los consejos en tanto que organismos económicos o sociales, a todo aquél que no los sitúe en el centro de la revolución de la vida cotidiana; con la práctica que ello requiere.

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Uno de los grandes méritos de Fourier es haber mostrado que es necesario realizar al instante -y para nosotros esto significa desde el comienzo de la insurrección generalizada- las condiciones objetivas de la emancipación individual. El comienzo del movimiento revolucionario debe marcar para todos, una elevación inmediata del placer de vivir; la entrada vivida y consciente en la totalidad.

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La cadencia acelerada a la que el reformismo deja tras de sí deyecciona todas tan ridículas como gauchistas- la multiplicación, en el cólico tricontinental, de pequeños montones maoistas, trostkistas, guevaristas- barrunta con mal olor lo que la derecha, y en particular socialistas y estalinistas, había olido por lo bajo desde hace mucho tiempo: las reivindicaciones parciales contienen en sí la imposibilidad de un cambio global. Mejor que combatir un reformismo para ocultar otro, la tentación de volver del revés el viejo truco como piel de burócrata aparece, en muchos aspectos, como una solución final del problema de los recuperadores. Esto supone recurrir a una estrategia que desencadene al abrasamiento general a favor de momentos insurrecionales cada vez más aproximados unos de otros; y a una táctica de progresión cualitativa en la que las acciones, necesariamente parciales, contienen sin excepción, como condición necesaria y suficiente, la liquidación del mundo de la mercancía. Ha llegado la hora de comenzar el sabotaje, positivo de la sociedad espectacular-mercantil. En tanto se mantenga como táctica de masas la ley del placer inmediato, no hay motivo para inquietarse por el resultado.

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Es fácil, únicamente para ejemplo y emulación, evocar ahora algunas posibilidades, cuya insuficiencia demostrará en seguida la práctica de los trabajadores liberados; en toda ocasión -abiertamente en la huelga más o menos clandestinamente en el trabajo- inaugurar el reino de la gratuidad ofreciendo a los amigos y a los revolucionarios productos fabricados o de almacén, fabricando objetos-regalo (emisores, juguetes, armas, armamentos, máquinas de diversos usos, organizando en los grandes almacenes distribuciones “al detalle” o “al por mayor” de mercancías. Romper las leyes del cambio e iniciar el fin del salariado, apropiándose colectivamente de los productos del trabajo, sirviéndose colectivamente de las máquinas para fines personales y revolucionarios; depreciar la función del dinero generalizando las huelgas de pagos (alquiler, impuestos, compras a plazos, transportes, etc.) impulsar la creatividad de todos poniendo en marcha, aunque sea interrumpidamente, pero bajo el solo control obrero, sectores de aprovisionamiento y de producción, y considerando la experiencia como un ejercicio necesariamente dudoso y perfectible; liquidar las jerarquías y el espíritu de sacrificio, tratando a los jefes patronales y sindicales como se merecen, rechazando el militantismo; luchar unitariamente en todas partes contra las separaciones; extraer la teoría de cualquier práctica y a la inversa, mediante la redacción de folletos, carteles, canciones, etc.

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El proletariado ha demostrado ya que sabía responder a la complejidad opresiva de los Estado Capitalistas y “socialistas” mediante la simplicidad de la organización ejercida directamente por todos y para todos; las cuestiones de la supervivencia sólo se plantean en nuestra época con la condición previa de no ser resueltas nunca; por el contrario, los problemas de la historia a vivir se plantean claramente a través del proyecto de los consejos obreros, a la vez como positividad y como negatividad; dicho de otra manera, como elemento de base de una sociedad unitaria y pasional, y como anti-Estado.

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Porque no ejercen ningún poder separado de la decisión de sus miembros, los consejos no toleran otro poder que el suyo. Impulsar en todas partes las manifestaciones anti-Estado no debe ser tanto confundirse con la creación anticipada de consejos, privados de tal guisa de poder absoluto sobre sus zonas de extensión, separados de la autogestión generalizada, necesariamente vacíos de contenido y propicios a atestarse de todas las ideologías. Las únicas fuerzas lúcidas que pueden hoy responder a la historia con la historia por hacer serán las organizaciones revolucionarias que desarrollen, en el proyecto de los consejos, una conciencia por igual del enemigo a combatir y de los aliados a sostener. Un aspecto importante de tal lucha se anuncia ante nuestros ojos con la aparición de un doble poder. En las fábricas, las oficinas, las calles, las casas, los cuarteles, las escuelas, se bosqueja una realidad nueva, el desprecio a los jefes, bajo cualquier nombre y actitud que adopten. Pero es necesario que este desprecio alcance su lógica desembocadura, demostrando, por la iniciativa concertada de los trabajadores, que los dirigentes no son sólo despreciables, sino que son inútiles, y que se puede, incluso desde su punto de vista, liquidarlos impunemente.

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La historia reciente no va a tardar mucho en manifestarse, tanto en la conciencia de los dirigentes como en la de los revolucionarios, bajo la forma de una alternativa que les concierne a los unos y a los otros: la autogestión generaliza o el caos insurreccionar; la nueva sociedad de abundancia, o la disgregación social, el pillaje, el terrorismo, la represión. La lucha por el doble poder es desde ahora ya inseparable de tal elección. Nuestra coherencia exige que la parálisis y la destrucción de todas las formas de gobierno no se separe de la construcción de los consejos; la elemental prudencia del adversario debería, en buena lógica, convenir que una organización de nuevas relaciones cotidianas viniese a impedir la extensión de lo que un especialista de la policía americana llama ya “nuestra pesadilla”, pequeños comandos de insurgentes que surgen de las bocas del metro, que disparan desde los tejados, que utilizan la movilidad y los infinitos recursos de la guerrilla urbana para abatir policías, liquidar a los servidores de la autoridad, provocar motines y destruir la economía. Pero no es tarea nuestra salvar a los dirigentes a su pesar. Nos basta con preparar los consejos y asegurar su autodefensa por todos los medios. Lope de Vega muestra, en una de sus piezas, cómo los villanos, cansados de las exacciones de un funcionario real, le matan y responden todos a los jueces encargados de descubrir al culpable, con el nombre de la villa “Fuenteovejuna”. La táctica “Fuenteovejuna”, que muchos mineros asturianos utilizan frente a los ingenieros poco sensatos, tiene el defecto de emparentarse demasiado con el terrorismo y con la tradición del linchamiento.

La autogestión generalizada será nuestra “Fuenteovejuna”. No es suficiente con que una acción colectiva desaliente la represión (piénsese la impotencia de las fuerzas del orden si, durante las ocupaciones, los empleados de una banca hubiesen dilapidado los fondos), es preciso además que anime, en el mismo movimiento el progreso hacia una mayor coherencia revolucionaria. Los consejos son el orden frente a la descomposición del Estado, contestado en su forma por el ascenso de los nacionalismos regionales, y en su base por las reivindicaciones sociales. A los problemas que se plantean, la policía sólo puede responder calculando el número de sus muertos. Sólo los consejos obreros aportan una respuesta definitiva. ¿Qué evita el pillaje? La organización de la distribución y el fin de la mercancía. ¿Qué evita e impide el sabotaje de la producción? La apropiación de las máquinas por la creatividad colectiva. ¿Qué evita las explosiones de cólera y de violencia? El fin del proletarismo mediante la construcción colectiva de la vida cotidiana. No hay otra justificación para nuestra lucha más que la satisfacción inmediata de este proyecto; más que lo que nos satisface inmediatamente.

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La autogestión generalizada sólo cuenta, para sostenerse, más que con el de la libertad vivida por todos. Sobra con ello para inferir desde ahora el rigor previo a su elaboración. Este tipo de rigor debe caracterizar por tanto a partir de ahora a las organizaciones revolucionarias consejistas; y a la inversa, su práctica contendrá ya la experiencia de la democracia directa. Esto va a permitir acercarse lo más posible a ciertas fórmulas. Así, un principio como “la asamblea general es la única soberana”.

Significa también que lo que escapa al control directo de la asamblea autónoma resucita en mediaciones todas las variedades autónomas de opresión. A través de sus representantes, es la asamblea toda, con sus tendencias, la que debe estar presente a la hora de decidir. Si bien la destrucción del Estado impide esencialmente que se repita la burla del Soviet Supremo, es necesario además que la simplicidad de organización garantice la imposibilidad de aparición de una burocracia. Ya que, precisamente, la riqueza de las técnicas de comunicación, pretexto para el mantenimiento o el retorno de los especialistas, permite el control permanente de los delegados por la base, la confirmación, la corrección o la desaprobación inmediatas de sus decisiones a todos los niveles. Télex, ordenadores, televisiones, pertenecen por tanto sin que se puedan ceder, a las asambleas de base. Realizan su ubicuidad. En la composición de un consejo -se distinguirá, sin duda, consejos locales, urbanos, regionales, internacionales- lo correcto será que la asamblea pueda elegir y controlar una sección de equipamiento destinada a recoger las demandas de suministros, a levantar las posibilidades de producción, a coordinar estos dos sectores: una sección de información, encargada de mantener una relación constante con la vida de los otros consejos; una sección de coordinación a la que incumba, en la misma medida que las necesidades de la lucha lo permitan, enriquecer las relaciones intersubjetivas, radicalizar el proyecto fourerista, encargarse de las demandas de satisfacción pasional, equipar los deseos individuales, ofrecer lo necesario para los experimentos y aventuras, armonizar las disponibilidades lúdicas de la organización de los trabajos obligatorios y gratuitos (servicios de limpieza, cuidado de los niños, educación, concursos de cocina, etc.); una sección de autodefensa. Cada sección es responsable ante la asamblea plenaria los delegados, revocables y sometidos al principio de rotación vertical y nominal, se reúnen y presentan regularmente su informe.

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Al sistema lógico de la mercancía, que mantiene la práctica alienada, debe responder, con la práctica inmediata que implica, la lógica social de los deseos. Las primeras medidas revolucionarias se dirigirían por fuerza a la disminución de las horas de trabajo y a la reducción lo más amplia del trabajo-servidumbre. Los consejos obreros se preocuparan por distinguir entre sectores prioritarios (alimentación, transportes, telecomunicaciones, metalurgia, construcciones, vestido, electrónica, artes gráficas, armamento, medicina, confort, y en general el equipamiento material necesario para la transformación permanente de las condiciones históricas), sectores de reconversión, considerados por los trabajadores afectados como trastocables en provecho de los revolucionanos, y sectores parasitarios, cuya supresión pura y simple hayan decidido sus asambleas. Evidentemente, los trabajadores de los sectores eliminados (administración, oficinas, industrias del espectáculo y de la mercancía pura) preferirán a las 8 horas diarias de presencia en su lugar de trabajo las 3 ó 4 horas por semana de un trabajo libremente elegido por ellos entre los sectores prioritarios. Los consejos experimentarán formas atractivas de faenas obligatorias y gratuitas, no para disimular su carácter penoso sino para compensarlo mediante una organización lúdica y, posible, para eliminarlos en provecho de la creatividad (según el principio “trabajo no, goce sí”). A medida que la transformación del mundo se identifique con la construcción de la vida, el trabajo necesario desaparecerá en el placer de la historia para sí.

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Afirmar que la organización consejista de la distribución y de la producción evita el pillaje y la destrucción de las máquinas y de los stocks, equivale a seguir situándose en la única perspectiva anti-Estado. Lo que lo negativo conserva ahora de separaciones, los consejos, como organización de la nueva sociedad, conseguirán mediante una política colectiva de los deseos. El fin del asalariado es realizable inmediatamente, desde la instauración de los consejos, desde el preciso instante en que la sección “equipamiento y aprovisionamiento” de cada consejo organice la producción y la distribución en función de los deseos de la asamblea plenaria. Entonces es cuando, como homenaje a la mejor predicción bolchevique, se podrá llamar “lenines” a los urinarios de oro y plata macizos.

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La autogestión generalizada supone la extensión de los consejos. Al principio, se harán cargo de las zonas de trabajo los trabajadores afectados, agrupados en consejos. A fin de quitar a los primeros consejos su aspecto corporativo, los trabajadores los abrirán, tan rápido como sea posible, a sus compañeras, a las gentes del barrio, a los voluntarios llegados de sectores parasitarios, de manera que tomen en seguida la forma de consejos locales, de fragmentos de la Comuna (en unidades poco más o menos equivalentes numéricamente, de 8 a 10.000 personas).

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La extensión interna de los consejos debe ir pareja con su extensión geográfica. Es necesario cuidar la total radicalidad de las zonas liberadas, sin la ilusión de Fourier sobre el carácter atractivo de las primeras comunas, pero sin subestimar tampoco la parte de seducción que comporta, una vez desembarazada de la mentira, toda experiencia de emancipación auténtica. La autodefensa de los consejos ilustra de este modo la fórmula: “la verdad en armas es revolucionaria”.

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La autogestión generalizada poseerá un día próximo su código de posibles, destinado a liquidar la legislación represiva y su dominio milenario. Tal vez surja incluso en el doble poder, antes de que sean suprimidos los aparatos jurídicos y las carrozas de la penalidad. Los nuevos derechos del hombre (derecho para cada uno de vivir a su aire, de construir su casa, de participar en todas las asambleas, de armarse, de vivir como un nómada, de publicar lo que piensa, -a cada uno su periódico mural-, de amar sin reservas; derecho al encuentro, derecho al equipamiento material necesario para la realización de sus deseos, derecho de creatividad, derecho de conquista sobre la naturaleza, fin del tiempo-mercancía, fin de la historia en sí, realización del arte y de lo imaginario, etc.) esperan sus anti-legisladores.

Ocho cosas que puedes hacer para ser activa x CrimethInc.

01.
Pon atención en dónde y cómo gastas tu dinero. ¿Tu dinero va a apoyar a compañías a las que no les importas? ¿Están estas compañías destruyendo el medio ambiente, matando animales, tratando como mierda a la gente que trabaja para ellas? ¿Están intentando por todos los medios venderte un producto que te provoca cáncer? ¿Está su publicidad diseñada para manipularte, hacerte sentir insegura o para hacer que sus productos parezcan más de lo que realmente son? ¡No necesitas dar a esas cabronas tu dinero! De la misma forma, ¿compras muchas cosas que realmente no necesitas? Refrescos y comida basura, por ejemplo. ¿Acabas gastando mucho dinero cada vez que quieres divertirte y relajarte? Hay miles de cosas que tú y tus amigas podéis hacer que son divertidas, creativas, y que no cuestan nada (tener intensas discusiones, explorar zonas desconocidas de tu ciudad, hacer música, en vez de estar sentadas bebiendo en bares o yendo a cines y restaurantes). También hay miles de formas de comer y vivir de forma más barata (Food Not Bombs, construir muebles en vez de comprarlos, vivir con más gente…). En cuanto experimentes un poco, te darás cuenta de que disfrutas mucho más de la vida cuando no estás pagando continuamente por todo.

02.
Ahora que gastas menos, ¡puedes trabajar menos también! Piensa en cuanto tiempo podrías emplear en hacer otras cosas. No solamente tendrás tiempo para hacer cosas que te ayudarán a gastar menos (cuanto menos trabajas, más tiempo tienes para darte cuenta de que no necesitas trabajar en el fondo), sino que serás capaz de hacer todas las cosas que nunca habías hecho por falta de tiempo: puedes viajar, hacer ejercicio, pasar más tiempo con tus amigas, amantes, familiares y seres queridos. ¡Si hace sol ahí fuera, lo mejor es salir y disfrutarlo!

03.
Y tendrás tiempo para hacer otras cosas que necesitas para tomar el control de tu vida y de tu mundo. Para empezar, empieza a leer. Realmente no importa el qué, mientras te haga pensar y haga que crees tus propias ideas. Lee novelas sobre seres humanos que luchan contra su sociedad, como “El guardián entre el centeno” de J. Salinger, o “1984″ de George Orwell, o “Catch 22″ de Joseph Heller; lee la preciosa prosa de Jeanette Winterson o Henry Miller. Lee sobre historia: aprende sobre la revolución española durante los años 30, en la que ciudades enteras estaban controladas por la gente que vivía en ellas y no por el gobierno; aprende sobre las huelgas de obreros en los Estados Unidos; o sobre el movimiento de libre expresión de Berkeley en los 60. Lee filosofía, lee sobre asuntos medioambientales, libros de cocina veganos, fanzines underground, cómics, cualquier cosa que caiga en tus manos. Visita las bibliotecas, puedes conseguir toda la lectura que quieras gratis, ¡y muchas también tienen videos y cds para que disfrutes de ellos!

04.
Leer no es la única forma de expander tus horizontes y clarificar tus ideas. Habla con la gente sobre los temas que te interesan, y discute cuando no estés de acuerdo, así conocerás mejor tus propias creencias. Escribe a la gente que hace los fanzines que te gustan, discute y debate con ellas, pídeles direcciones para encontrar más cosas que te interesen. Intenta escribir sobre tus propias ideas, y comparte lo que escribas con la gente con la que tengas confianza. Intenta viajar a otras partes, aprende de otras culturas y comunidades, así tendrás más de una perspectiva del mundo y podrás ver cómo es a través de los ojos de otras personas.

05.
Cuando sepas lo que quieres, ves a conseguirlo. Busca a otra gente y grupos con intereses similares, y piensa en cómo puedes participar en lo que están haciendo. A lo mejor puedes copiar flyers y repartirlos en un concierto, a lo mejor puedes organizar conciertos benéficos para las asociaciones que quieras apoyar (organizaciones de apoyo a la mujer, librerías radicales, grupos locales contra la ejecución de Mumia Abu-Jamal, grupos de defensa del medio ambiente, etc, etc, etc…la lista es interminable). A lo mejor hay protestas públicas y manifestaciones de las que quieres formar parte; intenta buscar formas de hacer que sean más divertidas y sorprendentes que sólo un grupo de personas levantando símbolos, todo el mundo está más que aburrido de esto y seguro que hay formas más efectivas y creativas de hacerlo.

06.
Puedes empezar tus propios proyectos. Si no hay un Food Not Bombs en tu localidad, puedes juntar a un grupo de gente y buscar algún negocio que esté dispuesto a donar la comida que sobre. Si hay algo jodido en tu escuela o en tu lugar de trabajo, intenta organizar algo para que las autoridades se vean forzadas a hacer algo…y así demostrarás que éstas autoridades sólo tienen el poder que nosotras les dejamos que tengan. Si a la calle principal de tu ciudad le falta vida y excitación, organiza un festival inesperado en medio de la calle un fin de semana. Sacude la vida y las expectativas de todo el mundo, aléjales de la apatía y del aburrimiento, así podrán empezar a pensar en cosas importantes. Establece conexiones con gente que también esté interesada en tener un efecto en el mundo que nos rodea, así podréis ayudaros mutuamente en lo que haga falta.

07.
A pesar de todo esto, no dejes de cuestionarte a ti misma y a tus ideas. Intenta ver más allá de la programación social que has recibido a lo largo de tu vida: medita sobre cómo los roles de género dictan tu forma de actuar, cómo tus relaciones con otras personas reproducen el orden jerárquico contra el que intentamos luchar. No vamos a cambiar nada a no ser que creemos nuevas formas de vivir y de relacionarnos, nuevos valores que queden expuestos en la forma en cómo tratamos a las demás. Muestra a tus amigas lo mucho que te importan. Considera hacer cosas que nunca antes te habías atrevido a hacer: bailar, cantar, admitir cosas de las que siempre te has avergonzado…

08.
Ahora mira al futuro. ¿Cómo puedes seguir envuelta en todas estas cosas mientras envejeces? ¿Cómo puedes construir tu vida para que siempre puedas tener la libertad de hacer lo que quieras? Habla con gente mayor que tú que no se hayan rendido a la rutina de “comer-trabajar-dormir-ver la tele”. Con un poco de ayuda de estas personas y mucho esfuerzo por tu parte puedes mantener tus actividades y tu estilo de vida tanto tiempo como quieras. El idealismo, la aventura y la resistencia no tienen por qué estar reservados para la juventud solamente. La historia está llena de mujeres y hombres que se negaron a rendirse y mantuvieron sus ideas desde la cuna hasta la tumba. Son las artistas, líderes, héroes y heroínas respetadas incluso por la gente que vive de acuerdo al sistema. Todas podemos tener vidas como las de ellas, si somos suficientemente valientes e idealistas.

EN FIN.
Si todas tomamos el control de las cosas que hacemos y las cosas que pasan a nuestro alrededor, si todas hacemos lo posible por lograr que la vida sea más excitante y justa para todo el mundo, las cosas acabarán cambiando. Mucha gente sabe que no estamos viviendo todo lo bien que podríamos vivir, pero se convencen de que no tiene sentido intentar que las cosas mejoren porque tienen miedo de arriesgarse; pero esta falta de ambición es el riesgo más grande que corremos: si no hacemos nada y nada ocurre, perderemos la oportunidad de convertir este mundo en el paraíso que debería ser. No seas tímida, no hay nada más excitante que tener un papel activo en el mundo que te rodea, y no hay nada que valga más la pena.

Este mensaje te ha sido entregado por las Fuerzas Especiales CrimethInc.

La Naturaleza como espectáculo: La imagen de lo natural contra lo salvaje x Feral Faun

Nota del autor: El uso frecuente de las comillas en este ensayo es para reforzar la idea de que la naturaleza y lo natural son conceptos, y no seres reales.

La naturaleza no ha existido siempre. No se encuentra en las profundidades de la selva, en el corazón de la Cougar o en las canciones de los pigmeos, se encuentra en las filosofías y en las construcciones de imágenes de los seres humanos civilizados. Tendencias aparentemente contradictorias han sido entretejidas ideando a la naturaleza como una construcción ideológica que sirve para domesticarnos, para reprimir y canalizar nuestras expresiones salvajes.

La civilización es monolítica y la manera civilizada de concebir todo lo que se observa también lo es. Cuando se enfrenta con la multitud de seres en general, la mente civilizada tiene que hacer clasificaciones a fin de sentir que es entendible (aunque, en realidad, su entendimiento consiste únicamente en cómo hacer cosas útiles para la civilización). La naturaleza es una de las categorías esenciales de convivencia civilizada, una de las más útiles para contener el desenfreno de los individuos humanos y la aplicación de su propia identificación como seres sociales civilizados.

Probablemente la primera concepción de la naturaleza era algo similar a la que se encuentra en el Antiguo Testamento bíblico: la jungla maligna, un lugar de desolación habitado bestias feroces y venenosas, maliciosos demonios y dominado por la locura. Esta concepción ha servido de modo muy importante a las primeras civilizaciones. Ha inducido el miedo hacia lo que es salvaje, manteniendo a la mayoría de personas dentro de las murallas de la ciudad y manifestando, a aquellos que se marcharon a explorar una postura defensiva, la idea de que estos se encontraban en un territorio enemigo. De este modo, este concepto ayudó a crear la dicotomía entre “humanos” y “naturaleza” que mantiene a los individuos alejados de la vida salvaje, es decir, de sus deseos.

Sin embargo, una concepción totalmente negativa de la naturaleza estaba obligada a llegar a sus límites de utilidad, ya que la civilización se trasformó en una fortaleza cerrada y sitiada, y, para sobrevivir, necesitaba expandirse, necesitaba explotar más y más. La “naturaleza” se convirtió en una canasta de recursos para la civilización, una “madre” para fomentar la “humanidad” y su civilización. Era hermosa, digna de adoración, contemplación, estudio y explotación. No era maligna, pero era caótica, caprichosa y poco fiable.

Los lugares silvestres fueron necesarios para que la gente pueda contemplar el estudio y la “naturaleza” en su estado virgen, pero esto era precisamente a fin de que los seres humanos civilizados puedan llegar a comprender y controlar los procesos “naturales” con el propósito de utilizarlos para ampliar la civilización. Por lo tanto, la “jungla salvaje”” se ve ensombrecida por lo “natural” o “salvaje” que tiene valor positivo para la civilización.

El concepto de naturaleza ha creado sistemas morales de valor social. Debido a las vertientes aparentemente contradictorias que han entrado en el desarrollo de la “naturaleza”, estos sistemas también pueden parecer contradictorios, pero todos ellos alcanzan el mismo fin: la domesticación. Aquellos que nos dicen que debemos “actuar civilizadamente” y los que nos dicen que debemos “actuar naturalmente” están diciéndonos lo mismo: “vive de acuerdo a los valores externos, no de acuerdo con tus deseos”. La naturalidad de la moral no ha sido menos cruel que cualquier otra moral. Las personas han sido encarceladas, torturadas e incluso asesinadas por cometer “actos contra natura” -y siguen siéndolo. “Naturaleza” es también una exigente y desagradable deidad.

Desde sus inicios, la naturaleza ha sido una imagen creada por la autoridad para reforzar su poder. No es de extrañar que en la sociedad moderna, donde la imagen domina la realidad y, a menudo, parece que para crearla, ” la naturaleza” se transforma en un medio para mantenernos domesticados. Espectáculos “naturales” en la televisión, Calendarios del “Club de la Sierra”, proveedores de lo alimentos “naturales” y fibras “naturales”, el presidente “ambientalista” y la ecología “radical”, todos conspiran para generar una imagen de “naturaleza” y una “correcta” relación con ella. La imagen evocada conserva aspectos de la “naturalidad maligna” de principios de la civilización de una forma subliminal. La “Naturaleza” muestra siempre escenas incluidas de depredación y los directores de estos espectáculos han dirigido el uso de descargas eléctricas en los intentos de inducir a los animales a pelear. Las advertencias ofrecidas a los posibles exploradores de la “naturaleza” sobre animales y plantas peligrosas y la cantidad de productos creados por los proveedores para hacer frente a estas cosas son bastante excesivas (desde mi experiencia personal deambulando en lugares agrestes). Se difunde la imagen de que la vida fuera de la civilización es parecida a una lucha por la supervivencia.

Sin embargo; la sociedad del espectáculo necesita a la “naturalidad maligna” subliminal para utilizarla de modo eficaz. La imagen dominante de la “naturaleza” es la de un recurso y un objeto de belleza que ha de ser contemplada y estudiada. Lo “natural” es un ambiente donde retirarse durante un corto tiempo, estando bien equipados, para escapar de la monotonía de la vida cotidiana, para relajarse y meditar o para hallar emoción y aventura. Y, por supuesto, la “naturaleza” sigue siendo la “madre” que satisface nuestras necesidades, los recursos que la civilización crea para sí misma.

En la cultura de la mercancía, la “naturaleza” recupera el deseo de aventura salvaje, la vida libre de domesticación, por medio de la venta de una imagen. El concepto subliminal de “naturalidad maligna”, de las aventuras en el bosque provoca una sensación de riesgo que atrae a aventureros y rebeldes. Esto refuerza la idea de que nosotros, realmente, no pertenecemos a ese agreste lugar, por lo tanto, nos ofrecen en venta diversos productos necesarios para la incursión en tales ambientes. El concepto positivo de “naturaleza” nos hace sentir que debemos experimentar estos lugares silvestres (sin tener en cuenta que el concepto que hemos alimentado en nosotros creará lo que experimentemos, por lo menos, tanto como nuestros entornos reales). De esta manera, la civilización recupera, exitosamente, incluso aquellas áreas que no parecen haber sido tocadas directamente, transformándolas en “naturaleza”, en “natural”, en aspectos del espectáculo que nos mantienen domesticados.

La “naturaleza” domestica pues transforma lo “salvaje” en una entidad monolítica, un enorme reino separado de la civilización. Las expresiones de lo “salvaje” en medio de la civilización son etiquetadas como inmadurez, locura, delincuencia, crimen o inmoralidad, permitiéndoles ser despedidas, bloqueadas, censuradas o castigadas, mientras se mantiene la idea de que lo “natural” es bueno. Cuando lo “salvaje” se convierte en un reino apartado de nosotros, más que en una expresión de nuestro propio espíritu libre, entonces pueden haber expertos de lo “salvaje” quienes nos enseñarán los modos “correctos” de “establecer conexión” con esto. En la costa oeste, hay todo tipo de maestros espirituales haciendo de la venta de mentas algo “salvaje” para los yuppies, lo que de ninguna manera pone en peligro sus sueños corporativos, sus Porsches o sus condominios. Lo “natural” es una industria muy rentable en estos días.

Los ecologistas, incluso los “radicales”, se dejan arrastrar por esto en lugar de enloquecer y destruir la civilización con la energía de sus desencadenados deseos que tratan de “salvar la naturaleza”. En la práctica, esto significa la mendicidad o el intento de manipular a las autoridades a poner fin a la actividad más perjudicial de ciertas industrias y convertir grupos de bosques relativamente intactos, desiertos o montañas en “áreas naturales” protegidas.

Esto sólo refuerza el concepto de lo “salvaje” como una entidad monolítica, lo “natural” o “naturaleza”, y la mercantilización inherente a este concepto. La base misma del concepto de un “espacio de vida silvestre” es la separación de lo “salvaje” y “humanidad”. Por lo tanto, no es de extrañar que una de las marcas de la ideología de la ecología “radical” haya creado el conflicto entre “biocentrismo” y “antropocentrismo”- como si deberíamos ser algo más.

Incluso los “ecologistas radicales” que dicen querer reintegrar a las personas en la “naturaleza” se están engañando a sí mismos. Su visión de (como lo mencionó uno de ellos) lo “salvaje, simbiótica en conjunto” es sólo el monolítico concepto creado por la civilización redactado en un casi-místico camino. Lo “salvaje” continúa siendo una entidad monolítica para estas místicas ecológicas, un ser superior a nosotros, un dios a quien tenemos que someternos. Sin embargo, el sometimiento es domesticación. El sometimiento es lo que mantiene a la civilización. El nombre de la ideología que impone el sometimiento importa poco- que sea la “naturaleza o lo “salvaje, simbiótica en conjunto”. El resultado será la continuación de la domesticación.

Cuando lo natural es visto como si no tuviera relación con ningún concepto monolítico, incluido “naturaleza o “salvaje”, cuando es visto como el libre potencial de ánimo en los individuos que puede manifestarse en cualquier momento, sólo entonces se convierte en una amenaza para la civilización. Cualquiera de nosotros podría vivir durante años “naturalmente”, pero si continuáramos viendo lo que nos rodea a través del lente de la civilización, si continuáramos viendo, monolíticamente, la miríada de seres, como lo son la “naturaleza”, lo “natural”, lo “salvaje”, entonces seguiríamos siendo civilizados, no seríamos salvajes. Pero si, en medio de la ciudad, nosotros, en cualquier instante, rechazamos nuestra domesticación, rechazamos ser dominados por los roles social que nos imponen y, en su lugar, vivimos en términos de nuestras pasiones, deseos y caprichos, si nos convertimos en los únicos e impredecibles seres que se ocultan bajo los roles, seremos, en tal momento, salvajes. Jugar ferozmente entre las ruinas de una civilización decadente (pero no se dejen engañar, incluso en decadencia es una enemiga peligrosa y capaz de recuperarse), podemos hacer todo lo posible para derrumbarla. Y rebeldes de espíritu libre rechazarán la supervivencia de la ecología como otro intento de la civilización para reprimir a la vida en libertad y se esforzarán por vivir la caótica y siempre cambiante danza de relaciones libres, individuos únicos en oposición tanto a la civilización como a sus intentos por contener a lo salvaje, espíritus libres viviendo: Naturaleza.

Las raíces burguesas del anarcosindicalismo x Feral Faun

Nosotros favorecemos el desarrollo de un movimiento de trabajadores basado en la democracia directa, no sólo porque será más efectivo en la lucha actual contra la clase empleadora, sino también porque prefigura -y sienta la base para- una sociedad de libertad e igualdad, sin autoritarismo o explotación.
- Extraido de un folleto publicado por la Workers Solidarity Alliance (Alianza de Solidaridad Obrera), una organización anarcosindicalista.

En el siglo decimocuarto o decimoquinto, empezó a tener lugar una transformación social que alcanzó su pico dramático en la guerra americana de independencia y en la Revolución francesa. Este período fue el levantamiento de la burguesía contra el sistema feudal y el poder de la Iglesia Católica. En el lugar del feudalismo emergieron el sistema económico del capitalismo y el sistema político de la democracia política. En lugar de permitir gobernar a una aristocracia no electa o a un rey, la democracia liberal demanda que sea “el pueblo” quien gobierne a través de sus representantes o su voto. Como los anarcosindicalistas arriba citados, la burguesía quería una “sociedad de libertad e igualdad, sin autoritarismo o explotación”. Omítanse las partes sobre los “trabajadores” y “la clase empleadora” y Thomas Paine podría haber escrito la cita.

Por supuesto, los anarcosindicalistas nos dirán que ellos no están usando las palabras de la manera en que lo hicieran los revolucionarios burgueses. Les tomaría la palabra si no fuese por el hecho de que, el anarcosindicalismo, refleja la ideología burguesa de formas mucho más significativas que meramente tomar prestada su terminología. Los valores sostenidos por los anarcosindicalistas no difieren significativamente de aquéllos de los teóricos liberales más radicales, y su proyecto, sometido a examen, demuestra ser meramente la extensión del proyecto liberal.

Como ya he dicho, el sistema económico que llegó al poder con la burguesía es el capitalismo. No me meteré en una larga descripción del capitalismo -basta decir que la cualidad definitoria del capitalismo, comparado con otros sistemas económicos, no es la existencia de capitalistas, sino la producción de capital excedente para permitir una expansión económica continuada.

El capitalismo es un sistema altamente moral -es decir, requiere de valores que toman prioridad sobre las necesidades, deseos o codicia individuales, con objeto de expandirse sin fricciones. Estos valores, que son esenciales para la expansión capitalista, son la producción y el progreso. Cada adelanto tecnológico es, así, abrazado a menos que pueda mostrarse como una amenaza a la expansión ulterior del capital. Para la producción y el progreso es esencial el trabajo y, así, el burgués valora mucho el trabajo -y, contrariamente al cuadro pintado por los propagandistas “radicales” del trabajo, no es raro para los capitalistas trabajar muchas más horas que los obreros industriales; pero se trata de trabajo organizativo en lugar de trabajo productivo. Aquéllos que se las arreglan para evitar el trabajo son la escoria moral de la sociedad capitalista -los parásitos apartados de la población trabajadora.

Los anarcosindicalistas abrazan cada uno de estos valores capitalistas. Su meta es “el verdadero dominio humano de la producción”. ¡A pesar del alto nivel de evidencia antropológica de lo contrario, asumen que los pueblos primitivos pasaban la mayor parte de su tiempo sólo luchando por la supervivencia, y que es sólo gracias a la producción de tecnología y su progreso que podemos vivir las maravillosas vidas que todos tenemos ahora, y disfrutar de todas las encantadoras mercancías -¡¡¡Ooops!!! ¡Lo siento, estoy intentando ser sarcástico!

Los sindicalistas reconocen unas cuantas tecnologías específicas como amenazas a la supervivencia, pero ven la tecnología en general -y el progreso en general- como cosas positivas. A la luz de esto, no es ninguna sorpresa que hagan épicos cantos al trabajo, porque sin trabajo no habría producción ni progreso. Como la burguesía, ellos ven a aquéllos que evitan el trabajo como “parásitos”, (Veáse “¡Escucha, anarquista!” de Chaze Bufe). El único problema real que tienen con el sistema capitalista es quién está al mando -ellos preferirían que estuviese al mando Un Gran Capitalista*, la unión internacional de la población trabajadora, en lugar de los diversos individuos, corporaciones y Estados. Pero la estructura básica sería la misma. Como la burguesía -y quizá aún más que la burguesía- los anarcosindicalistas abrazan los valores esenciales al capitalismo.

Si la producción y el progreso son valores positivos, haciendo el trabajo esencial, entonces la conformidad social es igualmente esencial. Ya he dicho que la evitación del trabajo es vista como parasitismo. Cualquier placer que no pueda ser mercantilizado y así traído bajo el control de la producción, es no ético. El vagabundo, el vago, el gitano, el bandido, cualquier individuo que no haga ninguna contribución positiva a la sociedad, es condenado como un fracaso o un criminal. Incluso el bohemio -el artista, músico o poeta inadaptado- es sospechoso a los ojos burgueses -por lo menos hasta que se encuentre la forma de recuperar sus renegados impulsos creativos.

Esta misma actitud hacia aquéllos que no encajan en la sociedad es sostenida por los anarcosindicalistas. ¡El castigo de Chaz Bufe de los “marginales” en “¡Escucha, anarquista!” deja esto bastante claro. La forma en que la CNT despreció constantemente al bandolero anarquista Sabaté (mientras continuaba tomando y usando el dinero que él les daba de sus robos) da verdadero asco. A lo largo de su historia, el anarcosindicalismo ha intentado apagar el fuego de los rebeldes desobedientes, a veces a través de la persuasión y algunas a través del insulto, para mover a los rebeldes anárquicos a conformarse y aceptar la sociedad. Dondequiera que la rebelión anárquica fuese más allá de las reformas que los anarcosindicalistas estaban reclamando, estos supuestos no creyentes en la ley eran los primeros en gritar, “¡Delincuentes! ¡Terroristas!”. Como la burguesía, quieren la producción para progresar sin fricciones, y eso requiere la conformidad social.

De la mano de la conformidad social, viene un amor por la paz social. Es verdad que la burguesía ha explotado las guerras entre naciones para expandir el capital, pero esto es siempre precario, dado que cualquier violencia puede perturbar el funcionamiento sin fricciones del capitalismo. Sólo la violencia instituida por las autoridades apropiadas, con una base racional y ética, tiene un lugar en la sociedad burguesa. Los conflictos personales no sólo no han de incluir la violencia física, sino que deben ser afrontados con cortesía y resueltos a través de la discusión racional, la negociación o el proceso debido. Las pasiones no deben ciertamente encenderse. La paz social sólo habrá de romperse bajo las circunstancias más extremas.

Los anarcosindicalistas también valoran la paz social. De las “Influencias burguesas en el anarquismo” de Luigi Fabbri al “¡Escucha, anarquista!” de Bufe, intentan advertir a los anarquistas que se alejen de la expresión verbal violenta -irónicamente, intentando afirmar que esto no proviene de las falsas concepciones del anarquismo creadas por la prensa burguesa. Por qué piensan que la gente con coraje e inteligencia para rebelarse contra la autoridad aceptaría la palabra de la prensa burguesa, no lo sé. Como la burguesía, los anarcosindicalistas nos llaman a expresar nuestros desacuerdos racionalmente, libres de pasión, de una manera pacífica. Cualquier expresión activa, violenta, de rebelión individual es considerada irresponsable, contrarrevolucionaria y no ética por los anarcosindicalistas. Los perpetradores son etiquetados, en el mejor caso, como incautos y, más a menudo, como delincuentes comunes y terroristas. De hecho, fuera de una “situación revolucionaria”, los anarcosindicalistas rechazan la mayoría de las formas de actividad ilegal como contraproducentes (pero, ¿es eso necesariamente malo?**). Sólo el levantamiento de la clase obrera (la “autoridad apropiada” en la teoría anarcosindicalista) puede justificar la violencia -y esa violencia debe ser racional y ética para mantener los instrumentos de producción intactos y hacer una transición a la producción anarcosindicalista tan libre de fricciones como sea posible.

Los anarcosindicalistas también desean crear una sociedad racional, ética. Nos llaman a “atacar la irracionalidad… dondequiera y siempre que se presente”. El problema que ven en la sociedad presente es que no es lo suficientemente racional o ética. Dado que la razón es la fuente del comportamiento ético (según su visión), debe prevalecer en todas las áreas de la vida. No nuestras pasiones o deseos, sino nuestro “egoísmo racional” debe ser nuestra guía, dicen los sindicalistas, haciéndose eco de los utilitaristas. Es tanto más racional como más ético si el productor controla los medios de producción, proclaman ellos, mientras ignoran alegremente la cuestión de si es posible para cualquiera controlar los medios de producción en una sociedad industrial.

Tanto los teóricos liberales burgueses como los anarcosindicalistas quieren una sociedad racional, ética, basada en la libertad, la igualdad y la justicia, garantizando los derechos humanos. Los dos quieren una economía que funcione sin fricciones, con altos niveles de producción que garanticen el progreso científico y tecnológico. Los dos requieren paz social y conformidad para realizar sus proyectos. Es difícil no pensar que sus proyectos son el mismo. Sólo veo dos diferencias significativas. La burguesía ve la economía como una fuerza apolítica, que puede progresar de modo eficiente y ético a través de la forma de la empresa privada. Los anarcosindicalistas reconocen la economía como una fuerza política que debe, por consiguiente, ser puesta en marcha democráticamente. Los liberales burgueses creen que la democracia representativa puede crear su ideal. Los anarcosindicalistas creen que la democracia debe ser directa -aunque nunca parecen preguntarnos si queremos gastar nuestro tiempo votando directamente para todo problema social que surja. El proyecto de los anarcosindicalistas es, en realidad, sólo una extensión del proyecto del liberalismo burgués -un intento de impulsar ese proyecto hacia su conclusión lógica.

Esto me lleva al paralelismo último entre el liberalismo burgués y el anarcosindicalismo, un paralelismo no de ideas, sino de ignorancia. Ninguno parece capaz de reconocer las realidades del sistema social bajo el que vivimos. “La actividad cotidiana de los esclavos produce esclavitud” (Fredy Perlman). Mientras hablan de libertad y democracia, el liberal burgués y el anarcosindicalista ven ambos sólo las autoridades humanas que los controlan; están ciegos a las actividades sociales en que participan, que son la verdadera fuente de su esclavitud. Así, el liberal burgués está satisfecho con librarse de sacerdotes y reyes; el anarcosindicalista añade a presidentes y patrones. Pero las fábricas permanecen intactas, las tiendas permanecen intactas (aunque los sindicalistas puedan llamarlas centros de distribución), la familia permanece intacta -el sistema social entero permanece intacto. ¿Si nuestra actividad cotidiana no ha cambiado significativamente -y los anarcosindicalistas no dan ninguna indicación de querer cambiarla más allá de agregar la carga de gestionar las fábricas a la carga de trabajar en ellas-, qué diferencia representa entonces que no haya jefes? – ¡Somos todavía esclavos!

El “cambio de nombre no exorciza a la bestia”. Pero hay una razón por la que, ni el liberal burgués ni el anarcosindicalista, pueden ver la esclavitud inherente al sistema social. No ven la libertad como la capacidad del individuo único de crear su vida como elije. La ven como la capacidad del individuo de llegar a ser una parte plena y activamente integrada de una sociedad progresiva, racional. Que “la esclavitud es la libertad” no es una aberración del pensamiento estalinista o fascista; es algo inherente a todas las perspectivas que atribuyen la libertad a la sociedad en lugar de al individuo. La única manera de garantizar la “libertad” de tales sociedades es suprimir la inconformidad y la rebelión dondequiera que surjan.

Los anarcosindicalistas pueden hablar de abolir el Estado, pero ellos tendrán que reproducir cada una de sus funciones para garantizar el funcionamiento sin fricciones de su sociedad. El anarcosindicalismo no realiza una ruptura radical con la sociedad presente. Busca meramente extender los valores de esta sociedad para que nos dominen más plenamente en nuestras vidas diarias. Ninguno de los verdaderos rebeldes, los renegados, los bandidos y los salvajes espíritus libres podría aceptar una sociedad anarcosindicalista más que la sociedad actual. Tendríamos que continuar discordando, creando una ruptura radical con la sociedad, porque no queremos más control sobre nuestra esclavitud -y eso es todo lo que los anarcosindicalistas nos ofrecen-, queremos quitarnos las cadenas y vivir nuestras vidas plenamente.

La ideología de la victmización x Feral Faun

En Nueva Orleans, justo a las afueras del barrio francés, hay una pintada en una valla que dice: “los hombres violan”. Solía pasar cerca de ella casi todos los días. La primera vez que la vi me molestó porque sabía que quien la hizo me definiría como un “hombre” y nunca he deseado violar a nadie. Tampoco lo han hecho ninguna de mis amistades-con-pene. Pero a medida que me encontraba con este dogma pintado, día a día, las razones de mi enfado fueron cambiando. Reconocí en este dogma una letanía de la versión feminista de la ideología de la victimización; una ideología que promueve el miedo, la debilidad individual (y por lo tanto dependencia en grupos de apoyo basados en la protección paternalista de las autoridades) y una ceguera ante todas las realidades e interpretaciones de la experiencia, que no se amolden a la propia visión de un@ mism@ como víctima.

No niego que haya cierta realidad detrás de la ideología de la victimización. Ninguna ideología podría funcionar si no tuviese base alguna en la realidad, como ha dicho Bob Black, “tod@s somos niñ@s adult@s de padres”. Hemos pasado toda nuestra vida en una sociedad que se basa en la represión, la explotación de nuestros deseos, nuestras pasiones y nuestra individualidad, pero es totalmente absurdo aferrarse a la derrota, definiéndonos en términos de nuestra victimización.

Como medio de control social, las instituciones sociales refuerzan el sentimiento de victimización en cada una de nosotr@s a la vez que dirige estos sentimientos en direcciones que refuerzan la dependencia en las instituciones sociales. Los medios de comunicación nos bombardean con historias de crímenes, corrupción política y empresarial, luchas raciales y de género, escasez y guerra. A pesar de que las historias tienen normalmente una base real, son presentadas claramente para fortalecer la sensación de miedo. Pero como much@s de nosotr@s dudamos de los medios de comunicación, se nos sirve todo un conjunto de ideologías “radicales”. Todas contienen algo de percepción real, pero todas están ciegas para todo aquello que no encaje en su estructura ideológica. Cada una de estas ideologías refuerza la idea de victimización y canaliza la energía de los individuos, sin hacer un examen de la sociedad en su totalidad ni romper con su rol que sólo la reproduce. Tanto los medios de comunicación como todas las versiones del radicalismo ideológico refuerzan la idea de que estamos victimizad@s por aquello que está “fuera”, por lo Otro y por las estructuras sociales; la familia, la policía, la ley, la terapia y los gurpos de apoyo, la educación, las organizaciones “radicales” o cualquier cosa que pueda reforzar un sentido de dependencia; están para protegernos. Si la sociedad no produjese estos mecanismos (incluyendo las estructuras de oposición falsa, ideológica, parcial) para protegerse a si misma, podríamos sencillamente examinarla en su totalidad y llegar a reconocer su dependencia sobre nuestra actividad para reproducirla. A cada oportunidad que tuviésemos, podríamos rechazar nuestros roles como víctimas-dependientes de la sociedad. Pero las emociones, las actitudes y los modos de pensamiento evocados por la ideología de la victimización, hacen que esta inversión de perspectiva sea muy difícil.

Al aceptar la ideología de la victimización en cualquiera de sus versiones, elegimos vivir con miedo. Quien pintó “los hombres violan” era probablemente una feminista, una mujer que vio su acción como un desafío radical a la opresión patriarcal. Pero este tipo de proclamaciones, de hecho, simplemente se añaden a un clima de miedo que ya existe. En vez de dar a las mujeres un sentido de fuerza como individuos, fomenta la idea de que las mujeres son en esencia víctimas, y la mujeres que lean esta pintada, incluso aunque rechacen el dogma que hay detrás, probablemente andarán por la calle con miedo. La ideología de la victimización, que tanto ampara el movimiento feminista, también se puede encontrar de alguna manera en el discurso gay, radical-nacionalista, de lucha de clases y en casi todas las ideologías “radicales”. El miedo a una amenaza real, inmediata e identificada contra el individuo, puede motivar una acción inteligente para erradicarla, pero el miedo creado por la ideología de la victimización, no lo permite, porque es un miedo a fuerzas demasiado amplias y abstractas para que el individuo pueda tratar con ellas. Acaba convirtiéndose en un clima de miedo, sospecha y paranoia, que logran parecer las mediaciones (que son la red de control social) algo necesario e incluso bueno.

Es este clima agobiante de miedo, el que crea una sensación de debilidad en las personas, la sensación de ser fundamentalmente víctimas. Si bien es cierto que algun@s militantes ideológic@s “por la liberación” a veces arman ruido con rabia militante, pocas veces van más allá ni llegan a amenazar nada. En cambio reclaman (léase “suplican militantemente”) que aquell@s a quienes definen como sus opresores, garanticen su “liberación”. Un ejemplo de esto ocurrió en el encuentro anarquista “Sin límites” de 1989, en San Francisco. No tengo ninguna duda de que en la mayoría de los debates a los que asistí, los hombres tendían a hablar más que las mujeres, pero nadie impedía hablar a las mujeres, y no presencié ninguna falta de respeto hacia las que hablaron. Sin embargo, en el micrófono público del patio del edificio donde se celebraba el encuentro, se hizo un discurso que proclamaba que “los hombres” estaban dominando las discusiones e impidiendo a “las mujeres” hablar. La oradora “demandaba” (léase “suplicaba militantemente”) que los hombres se asegurasen de que dejaban a las mujeres espacio para hablar. En otras palabras, la oradora pedía al opresor, de acuerdo con su ideología, que garantizase los “derechos” de las oprimidas, una actitud que, implícitamente, acepta el rol del hombre como opresor y el de la mujer como víctima. Sí que había debates en los que ciertas personas dominaban las discudiones, pero alguien que actúe desde la fuerza de su individualidad se enfrentará con una situación así, según sucede y tratará con las personas implicadas como individuos. La necesidad de colocar dichas situaciones en un contexto ideológico para tratar a los individuos implicados como roles sociales, transformando la experiencia real e inmediata en categorías abstractas, es una muestra de que uno ha elegido ser débil, ser una víctima. Y la debilidad embarazosa coloca a la persona en la postura absurda de tener que suplicar al opresor que garantice la propia liberación, asumiendo que uno nunca será libre más que para ser una víctima.[1]

Como todas las ideologías, las variantes de la ideología de la victimización son formas de falsa conciencia. Aceptar el rol social de víctima, en cualqueira de sus múltiples formas, es renunciar incluso a crear la propia vida por un@ mism@. Todos los movimientos de liberación parcial (feminismo, liberación gay, liberación racial, movimientos de trabajadores, etc.) definen a los individuos en términos de sus roles sociales. Por ello, estos movimientos no sólo no incluyen una inversión de perspectiva que rompa con los roles sociales y permita a las personas crear una praxis construida sobre sus propias pasiones y deseos; trabajan de hecho contra ella. La “liberación” propuesta por estos movimientos, no es la libertad de los individuos para crear las vidas que desean en una atmósfera de convivencia libre, es más bien la “liberación” de un rol social en el que el individuo se mantiene sometido. La esencia de estos roles sociales en el seno del conjunto de estas ideologías de la “liberación”, es el victimismo. De esta manera, las letanías de los daños sufridos deben ser tarareadas una y otra vez para garantizar que las “víctimas” nunca olviden qué es lo que son. Estos movimientos de liberación “radical” garantizan que el clima de miedo nunca desaparezca, y que los individuos continúen viéndose tan débiles como para asumir que su fuerza se encuentra en los roles sociales, que son, de hecho, la fuente de su victimización. De esta manera, estos movimientos e ideologías actúan para prevenir la posibilidad de una potente revuelta contra toda autoridad y contra todos los roles sociales.

La verdadera revuelta nunca está a salvo. Aquellos que eligen definirse en función de su rol como víctima, no se atreven a probar la revuelta total, porque podría amenazar la seguridad de sus roles. Pero como dijo Nietzsche: “¡El secreto que da mayores frutos y el mayor disfrute de la existencia, es vivir peligrosamente!”. Sólo un rechazo consciente de la ideología de la victimización, un rechazo a vivir en el miedo y la debilidad, y la aceptación de la fuerza de nuestras propias pasiones y deseos, como individuos que son tan grandes y tan capaces de vivir más allá de todos los roles sociales, puede proporcionar una base para la rebelión total contra la sociedad. Dicha rebelión está de hecho propulsada, en parte por la rabia, pero no por el resentimiento estridente, rabia frustrada de la víctima que fomentan feministas, luchador@s de la liberación radical o gay… Para “proclamar” sus “derechos” a las autoridades. Es más bien la rabia de nuestros deseos desencadenados, el retorno de l@s oprimid@s con plena fuerza y sin disfrazar. Pero esencialmente, la revuelta total se alimenta de un espíritu de juego libre y de placeres en la aventura, por un deseo de explorar todas las posibilidades para la vida intensa que la sociedad trata de negarnos. Para todos los que queremos vivir intensamente y sin restricciones, ha pasado la hora de tolerar vivir como ratones tímidos dentro de las paredes. Toda forma de ideología de la victimización nos mueve a vivir como ratones tímidos. Seamos en cambio monstruos locos y alegres, que se divierten echando abajo los muros de la sociedad y creando vidas auténticas y diversión por nosotr@s mism@s.

miércoles, 19 de mayo de 2010

El resurgir de los bárbaros: Una revuelta no-primitivista contra la Civilización x Willful Disobedience

Si examinamos la mayor parte del debate actual en el ámbito anarquista respecto a la civilización, la tecnología, el progreso, el eco-anarquismo frente al anarcocomunismo, etc… Nos quedará la impresión de que la crítica a la civilización es algo que ha surgido sólo recientemente dentro del pensamiento anarquista y revolucionario. Pero esta impresión es falsa, y dañina para aquell@s de nosotr@s con una perspectiva anticivilizadora revolucionaria.

De hecho, un cuestionamiento revolucionario de la civilización, la tecnología y el progreso puede encontrarse a lo largo de todo el pensamiento revolucionario moderno. Charles Fourier expusó su socialismo utópico “Harmony” frente a la disonancia de “Civilización”. Un cierto número de los Románticos más radicales (Blake, Byron y Shelly entre otros) se mostraron claramente recelosos frente al industrialismo y su razón utilitarista.

Pero podemos ver visiones más cercanas a nosotr@s si nos fijamos en los anarquistas del siglo XIX. Cierto es que Bakunin no tuvo problema alguno con la tecnología industrial. Aunque no compartió la casi mística fe de Marx en las capacidades del desarrollo industrial, para crear las bases técnicas del comunismo global, tampoco vio la dominación inherente a las estructuras del sistema industrial. De hecho su concepto de los trabajadores encargándose de la organización de la sociedad a través de sus propias organizaciones económicas e industriales, se convirtió con el tiempo en las bases del anarcosindicalismo. (Este hecho, sin embargo, se basa en un malentendido, puesto que Bakunin manifestó con bastante claridad que esta organización no podría desarrollarse sobre unas bases ideológicas fuera (al margen de) de la lucha directa de los trabajadores, sino que más bien debería ser desarrollada por los propios trabajadores durante el transcurso de sus luchas.

En base a ello, no sugirió ninguna forma específica de organización.) Sin embargo la petición de Bakunin de “dar rienda suelta a las pasiones inmorales” de los oprimidos y explotados fue vista por muchos de los revolucionarios más razonables de la época, como una llamada bárbara a la destrucción de la civilización.

Y el mismo Bakunin llamó a la “destrucción de la sociedad burguesa” junto con “la destrucción de todos los Estados” y la “libre y espontánea organización desde abajo hacia arriba, mediante la libre asociación”. El contemporáneo francés de Bakunin, Ernest Coeurderoy, fue menos condicional en su rechazo a la civilización. Manifestó simplemente: “En la civilización, vegeto; No soy ni feliz ni libre; ¿Por qué entonces debería desear la conservación de este orden homicida? Ya no hay nada que conservar de aquello por lo que la tierra sufre.

Y él, junto a Dejacque y otros anarquistas revolucionarios de la época, apeló al espíritu barbárico de la destrucción para acabar con la civilización de la dominación.

Por supuesto, la mayoría de los anarquistas de esa época, como ocurre en la nuestra, no cuestionaron la civilización, la tecnología y el progreso. La visión de Kropotkin de colectivizar “Fábricas, Campos y Talleres” o la “Verdadera Civilización” de Josiah Warren, contaban inevitablemente con un mayor atractivo para aquell@s que no estaban preparad@s para enfrentarse a la incógnita, que las críticas anarquistas sobre la industrialización y la civilización a menudo no dejaban claro, de que ocurriría tras la destrucción revolucionaria de la civilización que ellos odiaban.

A principios del siglo XX, y concretamente tras la gran masacre conocida como la Primera Guerra Mundial se produjo una mayor devaluación de los valores. La fe en el ideal burgués de progreso fue ampliamente erosionada y el cuestionamiento de la civilización en si misma fue un aspecto interesante para un gran número de movimientos radicales incluyendo el dadaísmo, el anarcofuturismo ruso y un precoz surrealismo. Si algunos de los más conocidos anarquistas (tales como Malatesta, Emma Goldman, Mahkno, etc) continuaban viendo la posibilidad de una civilización industrial liberada, otros anarquistas menos conocidos tenían una visión diferente. Así por ejemplo en torno a de 1919, Bruno Filippi escribió:

Envidio a los salvajes. Y les gritaría en voz alta:

“Salvaros, la civilización está llegando”

Por supuesto: nuestra querida civilización de la cual estamos tan orgullosos. Hemos abandonado la vida libre y feliz de los bosques por esta horrenda esclavitud moral y material. Y por ellos nos comportamos como maniáticos, neurasténicos, suicidas.

¿Por qué debería importarme que la civilización haya dado alas a la humanidad para volar y así poder bombardear las ciudades, porque debería importarme si conozco cada estrella en el cielo o cada río en la tierra?

[…]

Hoy en día la bóveda estrellada, es un velo plomizo que vanidosamente nos esforzamos en atravesar, hoy en día no hay nada desconocido [...]

[…] Me trae sin cuidado su progreso. Quiero vivir y disfrutar.

Ahora, quiero ser claro. No estoy sacando todo esto a colación para probar que la corriente anticivilización actual tiene una legítima herencia anarquista. Si su crítica a la realidad que nos enfrentamos es correcta, ¿por qué debería importarnos si se ajusta al encuadre de la ortodoxia anarquista?

Bakunin y Coeurderoy, Malatesta y Filippi, todos los anarquistas del pasado que vivieron en lucha contra la dominación, no intentaron crear ninguna ortodoxia ideológica. Estaban participando en el proceso de creación de una teoría y práctica anarquista revolucionaria que va a estar en continuo proceso. Este proceso ha incluido críticas a la civilización, al progreso y a la tecnología (y a menudo en el pasado estas críticas no estaban conectadas, así, Bakunin pudo llamar a “la aniquilación de la civilización burguesa” y aún aceptar su consecuencia tecnológica; el industrialismo, también Marcus Graham pudo llamar a la destrucción de “la máquina” en beneficio de una civilización no mecanizada).

Pero nuestra época es otra. Las palabras de Bakunin o Coeurderoy, de Malatesta o Renzo Novatore, o de cualquiera de los escritores anarquistas del pasado no pueden tomarse como un programa o una doctrina a seguir. Más bien constituyen un arsenal a saquear. Y entre las armas de este arsenal hay arietes bárbaros que pueden ser usados contra los muros de la civilización, del mito del progreso, del desde hace mucho tiempo desmentido mito, de que la tecnología puede salvarnos de nuestras desgracias.

Vivimos en un mundo en el que la tecnología está absolutamente fuera de control. Cada catástrofe sigue a otra, los llamados paisajes “humanos” han llegado a estar cada vez más controlados y mecanizados, y los seres humanos cada vez más adaptados a su papel de engranajes de la máquina social.

Históricamente el hilo que ha pasado a través de todo lo que es bueno en el movimiento anarquista no ha contado con una fe en la civilización, la tecnología o el progreso, sino más bien en el deseo de que cada individuo sea libre para crear su vida como más le convenga en libre asociación con los demás, en otras palabras, el deseo de la reapropiación individual y colectiva de nuestras vidas. Y este deseo es todavía lo que motiva la lucha anarquista.

Llegados a este punto para mi queda claro, que el sistema tecnológico es una parte integral de las redes de dominación. Ha sido desarrollado para servir a los intereses de los dueños del mundo. Uno de los primeros propósitos del sistema tecnológico a gran escala es el mantenimiento y la expansión del control social, y esto requiere un sistema tecnológico que se retroalimente en su mayor parte, necesitando por ello sólo una mínima intervención humana. Así, se crea la fuerza destructora. El reconocimiento de que el progreso no tiene una conexión inherente a la liberación humana, fue ya reconocido por muchos revolucionarios a finales de la Primera Guerra Mundial. Ciertamente la historia del siglo XX debería haber reforzado esta opinión. Ahora prestamos atención a un mundo desvastado física, social y psicológicamente como resultado de todo lo que conocemos como progreso. L@s explotad@s y desposeíd@s del mundo no puede desear seriamente durante más tiempo obtener parte de este putrefacto pastel, ni apropiarse de él o administrarlo.

La reapropiación de la vida debe tener un significado diferente en el mundo actual. A la luz de las transformaciones sociales de las últimas décadas pasadas, creo que cualquier movimiento anarquista revolucionario serio, tendrá que cuestionarse meticulosamente el industrialismo y la civilización, porque sólo ello, podrá proveernos de las herramientas necesarias para reapropiarnos de nuestras vidas.

Pero mi perspectiva anticivilizadora no es una perspectiva primitivista.

A pesar de que actualmente pueda estar inspirada en aspectos anarquistas y comunistas de algunas culturas “primitivas”, no baso mi crítica en una comparación entre estas culturas y la realidad actual, sino más bien en la forma en la que todas las instituciones que comprenden la civilización actúan unidas para apropiarse de mi vida y transformarla en una herramienta para la reproducción social, y en como transforman la vida social en un proceso productivo que sirve exclusivamente para mantener a los gobernantes y su orden social.

Por ello, es esencialmente una perspectiva revolucionaria y es por lo que siempre haré uso de cualquier cosa, perteneciente a ese arsenal constituido por la historia de la práctica y la teoría revolucionaria, que pueda enriquecer mi lucha. Los primitivos a menudo han vivido de una forma anarquista y comunista, pero no tienen una historia de lucha revolucionaria de la cual podamos “saquear” las armas para nuestra lucha actual. Dicho esto, sin embargo, reconozco a aquell@s anarco-primitivistas que continúan aceptando la necesidad de una revolución y de la lucha de clases como a mis compañer@s y cómplices potenciales.

La lucha revolucionaria contra la civilización del dominio y beneficio que nos rodea, no será un intento razonable de apropiarse de los métodos de producción. Los desposeídos de este mundo parecen entender que esta no es (será) durante más tiempo una opción de liberación (si es que alguna vez lo fue). Si la mayoría no tienen claro qué o quién es exactamente el enemigo, la mayoría si que entienden que no tienen nada que decir a los que están en el poder, porque no comparten un lenguaje común.

Nosotr@s que hemos sido desposeíd@s por este mundo ahora sabemos que no podemos esperar nada de él. Si soñamos con otro mundo, no podemos expresar estos sueños, porque este mundo no nos proporciona las palabras para hacerlo.

Y lo más probable es que muchos ya no tengan sueños. Sólo sientan rabia por la continua degradación de su existencia. Así que esta revolución será, ciertamente, la liberación de nuestras “pasiones salvajes” de las que hablaba Bakunin, las pasiones destructivas que son la única puerta hacia una existencia libre. Será la llegada de los bárbaros augurada por Dejacque y Coeurderoy.

Pero es precisamente cuando la gente sabe que ya no hay nada que decir a sus gobernantes, cuando aprenden como hablar un@s con otr@s. Es precisamente cuando la gente sabe que las posibilidades que este mundo puede ofrecerles son nulas, cuando aprenden como soñar lo imposible. Esta red de instituciones que domina nuestras vidas, esta civilización, ha convertido nuestro mundo en una prisión tóxica. Hay mucho que destruir a fin de que una existencia libre pueda ser creada. El tiempo de los bárbaros está al alcance de nuestras manos.

[...] Pueden los bárbaros liberarse. Pueden afilar sus espadas, pueden blandir sus hachas de guerra, pueden golpear a sus enemigos sin piedad, pueden aborrecer tomar el lugar de la tolerancia, puede la furia ocupar el lugar de la resignación, puede la barbarie ocupar el lugar del respeto. Pueden las hordas bárbaras asaltar, autónomamente, de la manera que crean oportuno. Y pueden no volver a crecer tras su paso parlamentos, instituciones de crédito, supermercados, barracas, fábricas. Contra el cemento armado que se levanta para dañar nuestro cielo y la polución que lo ensucia, uno puede asegurar como decía Dejacque “No es la oscuridad lo que los Bárbaros esta vez traerán a este mundo, es la luz”—Crisso/Odoteo