viernes, 11 de marzo de 2011

El Mito del Partido: Símbolo de la Esclavitud Moderna x Grupo Orobón Fernández

La revolución no es obra de los partidos

Las revoluciones de tipo social no son efectuadas por “partidos”, grupos o cuadros: acaecen como el resultado de fuerzas historicas y contradicciones que ponen en actividad a amplios sectores de poblacion. Se traducen no solo -como afirma Trotsky- porque las “masas” hallan insoportable la sociedad existente, sino tambien a consecuencia de la tension entre lo actual y lo posible, entre “lo que es” y “lo que podia ser”. La miseria abyecta solamente no produce revoluciones. La mayor parte de las veces ocasiona una desmoralizacion inutil o, lo que es peor, la lucha privada y personal para sobrevivir.

La Revolucion Rusa de 1917 gravita en la conciencia de todos como una pesadilla, porque fue en gran parte la consecuencia de “insoportables condiciones” de una devastadora guerra imperialista. Los sueños en ella contenidos fueron pulverizados por una guerra civil aun mas sangrienta, por el hambre et la traición. Lo que emergio de la revolucion fue la ruina, no de una vieja sociedad, sino de las esperanzas de construir una nueva. La revolucion Rusa fallo lamentablemente al sustituir al zarismo por el capitalismo de Estado.

Los bolcheviques fueron las tragicas victimas de su ideologia y en gran numero pagaron con sus vidas durante las purgas de los años treinta. Intentar adquirir una sabiduria total de ese ensayo revolucionario es ridiculo. Lo que podemos aprender de las revoluciones del pasado es lo que todas ellas tienen en comun y sus profundas limitaciones, si se comparan con las enormes posibilidades que ahora se abren ante nosotros.

El rasgo mas sorprendente de las pasadas revoluciones es que se iniciaron espontaneamente. Tanto, si se examinan los prolegomenos de la revolucion Francesa de 1789, como si se etudia la de 1848, la Comuna de paris, la revolucion rusa de 1905, la caida del zarismo en 1917, la revolucion hungara de 1956, o la huelga general francesa de 1968, las fases iniciales son generalmente identicas: un periodo de fermentacion que se transforma espontaneamente en una insurreccion popular. Que esta triunfe o no depende de su resolucion o de si el estado puede emplear con eficacia su fuerza armada, es decir, si las tropas pueden ser lanzadas contra el pueblo.

El “glorioso partido”, alla donde existe, va casi invariablemente detras de los acontecimientos. En febrero de 1917 la organizacion bolchevique de Petrogrado se opuso a la declaracion de huelga, precisamente en el momento mismo en que la revolucion estaba destinada a expulsar al zar. Afortudamente, los trabajadores ignoraron la “direccion” bolchevique y proclamaron por doquier la huelga. En los acontecimientos que siguieron nadie se vio mas sorprendido por la revolucion que los partidos “revolucionarios”, incluyendo los bolcheviques.

Lo recuerda el lider bolchevique Kayurov con estas palabras: “No hubo en absoluto ninguna directriz del partido… el comite de Petrogrado habia sido detenido y el representante del Comite Central, camarada Shliapnikov, era incapaz de dar iniciativa alguna para el siguiente dia”. Lo cual acaso fue un hecho afortunado: antes de la detencion del comite de Petrogrado, la evaluacion que este hacia de la situacion y de su rol en ella era tan deplorable, que de seguir los trabajadores sus orientaciones es dudoso que la revolucion se hubiera producido cuando lo hizo.

(…)

Las revoluciones y rebeliones de alguna importancia, no solamente revelan una fase esplendidamente anarquica sino que tienden tambien, espontaneamente, a crear sus proprias formas de autogobierno revolucionario. Las secciones parisinas de 1793-94 fueron las mas notables formas de autogobierno creadas por cualquier revolucion social en la historia. Una forma mas conocida: los consejos, o “soviets” establecidos por los trabajadores de petrogrado en 1905. Aunque menos democraticos que las secciones, los consejos estaban destinados a reaparecer años mas tarde en algunas revoluciones. Sin embargo, otra forma de autogobierno, o autogestion revolucionaria lo fueron los comites de fabrica establecidos por los anarquistas en la Revolucion española de 1936.

Finalmente, las secciones reaparecieron en las asambleas de estudiates y en los comites de accion durante la revuelta y la huelga general de Paris, en mayo-junio de 1968 (Es sarcastico que la mayoria de los grupos marxistas-leninistas- trotskistas-maoistas se sieran a la tarea de maniobrar sin pudor alguno en las asambleas estudiantiles de la Sorbona, en un esfuerzo por controlarlas, e introdujeron en ellas elementos de discordia que acabaron por desmoralizar a todo el conjunto. Despues para completar el sarcasmo, todos esos grupos se pusieron a charlar acerca de la necesidad de una “direccion centralizada” cuando el movimiento colapso -un movimiento que se produjo muy a pesar de sus directrices y, en ocasiones, en oposicion a ellas).

LLegados a este punto debemos preguntar que rol desempeña el “partido revolucionario” en todos estos desarrollos. Para comenzar, hemos visto que tiende a tener una funcion inhibitoria, en modo alguno de “vanguardia”. alla donde existe o ejerce influencia tiende a refrenar el flujo de los acontecimientos, no a “coordinar” las fuerzas revolucionarias. Esto no es casual. El partido esta estructurado de acuerdo con las lineas jerarquicas que refleja la sociedad misma a la que pretende oponerse. Pese a sus pretensiones teoricas es un organismo burgues, un Estado en miniatura, con un aparato y un cuadro cuya funcion es tomar el poder, no disolverlo. Afincado en el periodo pre-revolucionario asimila todas las formas tecnicas y mentalidad de la burocracia.

Sus miembros estan educados en la obediencia, en los conceptos preformados de un dogma rigido, y enseñados a reverenciar el liderismo. Este liderismo o funcion dirigente del partido, a su vez, se basa en costumbres nacidas del mando, la autoridad, la manipulacion y hegemonia. Esta situacion empeora cuando el partido participa en elecciones parlamentarias. Debido a las exigencias de las campañas electorales, el partido acaba de modelarse a si mismo totalmente de acuerdo con las formas existentes e incluso adquiere los atavios externos del partido electoral. La situacion se deteriora aun mucho mas cuando el partido adquiere grandes medios de propaganda, costosos cuarteles generales, numerosos periodicos controlados rigidamente por la cuspide, y un “Aparato” pagado ; en resumen, una burocratia con intereses creados.

La jerarquía del mando

A medida que el partido crece la distancia entre la direccion y los hombres de base se acrecienta fatalmente. Los lideres no solamente se convierten en “personajes”, sino que pierden contacto con la situacion viva en las filas bajas. Los grupos locales, que conocen su situacion de cada momento mucho mejor que cualquier lider remoto, se ven obligados a subordinar su vision directa a las directrices de arriba. Los dirigentes que carecen de todo conocimiento directo de los problemas locales responden rutinaria y cautamente.

Si bien reclam una mayor amplitud de mras y justifica una mayor “competencia teorica” propia, la competencia del lider tiende a disminuir cuanto mas asciende en la jerarquia de mando. Cuando mas nos acercamos al nivel donde se toman las decisiones “reales”, mejor observamos el caracter conservador del proceso que elabora las decisiones, cuanto mas burocraticos y ajenos son los factores que entran en juego, tanto mas las consideraciones de prestigio y el atrincheramiento suplantan la creacion, la imaginacion y la dedicacion desinteresada a los objetivos revolucionarios.

El resultado es que el partido se hace menos eficiente desde un punto de vista revolucionario, cuanto mas busca la eficiencia en la jerarquia, los cuadros y la centralizacion. Aunque todos vayan al paso, las ordenes suelen ser en general equivocadas, sobre todo cuando los acontecimientos empiezan a fluir rapidos y a tomar giros inesperados, lo cual acaece en todas las revoluciones. El partido solamente es eficiente en un sentido: en el de moldear a la sociedad de acuerdo con su propria imagen jerarquica si la revolucion tiene exito. Crea la burocracia, la centralizacion y el Estado. Alienta las condiciones sociales que justifican este tipo de sociedad. De aqui que en vez de desaparecer progresivamente, el Estado controlado por el “glorioso partido” preserva las condiciones esenciales que “necesita” la existencia de un Estado, y de un partido para “guardarlo”.

(…)

Es un hecho y un claro desafió a la inteligencia de las gentes: diez o doce partidos de estirpe marxista-leninista o simplemente marxista, se disputan el titulo de partido de la clase obrera. En realidad no puede haber diez o doce partidos o partidillos de la clase obrera. Es como en religión: no puede haber diversos dioses verdaderos. Tal hecho lo descalifica globalmente y el simple observador del fenómeno concluye muy cuerdamente la falsedad de todos ellos.

La pluralidad de partidos que es auto atribuyen el titulo de “partidos de la clase obrera”, no hace sino demostrar por la simple prueba del sentido común que no hay ningún partido de la clase obrera. Esta es para tales grupos la coartada ideológica, pero en realidad, todos los partidos carismáticos desconfían profundamente de la clase obrera. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de esos partidos fueron fundados por burgueses, o por individuos que vivían o pensaban como tales y por tanto despreciaban a la clase obrera.

Lenin y Trotsky, entre otros, reían sarcásticos cuando los anarquistas o consejitas querían confiar la gestión económica y el autogobierno político a las organizaciones naturales de la clase obrera: los sindicatos y consejos. ¿Como pueden ser revolucionarios y obreros los partidos que en nombre de la clase obrera estatifican la economía y marginan radicalmente a las masas obreras de su organización y control y le asignan el mero rol de fuerza del trabajo? Es asombroso considerar como los partidos “revolucionarios” de la clase obrera, lo primero que hacen al llegar al poder es separar a la clase obrera de la tarea auténticamente revolucionaria.

La clase obrera ha de ser dirigida y por tanto la función del dirigente es el atributo primero de esos partidos. Por ello permite afirmar a la critica libertaria no solo el carácter burgués de esos grupos, sino la concepción radicalmente primitiva de su filosofía política, basada en el autoritarismo. No olvidemos que la autoridad es vieja como el mundo, mientras el socialismo es una realidad comunitaria basada en la responsabilidad compartida.

De lo dicho se colige el carácter excluyente de todo partido :la lucha por el poder hace que se excluyan unos a otros, puesto que siendo cada uno de ellos el “partido” por antonomasia, solo a cada uno de ellos corresponde el control de aquel. De ahí la dictadura y el totalitarismo sobre los grupos descartados del poder y sobre la clase trabajadora.

(…)

La superioridad ideológica del anarquismo y del sindicalismo revolucionario es que no aspira al poder, sino a la liquidación del poder tal como lo conciben los demás partidos. Por tanto, no entra en la lucha hegemónica excluyente. El sindicalismo revolucionario, por ejemplo, ofrece a todos la posibilidad de una participación abierta, es en si mismo esta participación abierta a todos. El sindicalismo revolucionario no pide a los demás que abdiquen ante su poder, sino que contemplen la posibilidad de una reestructuración social de la base comunitaria, al margen del poder tradicional. Este poder es el gran factor excluyente, el que mediatiza y alienta a las masas.

Este poder del punto omega, este poder antidemocrático, antirrevolucionario y antisocialista del vértice, debe ser sustituido por el poder de participación generalizada en la base social. Debe partir de esta; el poder de decisión y participación debe estar diluido, generalizado, debe ejercerse en todos y cada uno de los sectores de la actividad económica y política. Este poder decisorio de base diluido en la fabrica, en la industria y en la federación de comunas, arranca de la periferia social, donde nacen todos los fenómenos esenciales de la vida comunitaria y se articula hacia arriba en nexos que muy bien pueden ser federativos.

Pero el poder reside en la base, que puede revocarlo en cualquier momento. Frente al primitivismo de la filosofía política de los “partidos de la clase obrera”, afincados todavía en el ancestral principio de autoridad, la responsabilidad compartida en la base. Esta es la filosofía política, clara y directa, que corresponde al fenómeno comunitario del socialismo, el cual se basa en la solidaridad y la mutua correspondencia. El socialismo de dirigentes y dirigidos no es socialismo, sino autoritarismo y empieza por la discriminación política y termina en el nacimiento de nuevas clases privilegiadas, como muestra la experiencia. (…)

Grupo Orobón Fernández
España, 1973

Folleto aparecido por primera vez en la revista venezolana Ruta Nº15 en septiembre de 1973. Fue editado, a su vez, por la FORA en Tucuman, Argentina.

jueves, 10 de marzo de 2011

La concepciónfundamentalmente comunista de la simbólica del paraíso x Otto Gross

teXTO DEL GRAN PSICOANALISTA ANARQUISTA AUSTRIACO OTTO GROSS

Introducción biográfica de OTTO GROSS (1877-1920)

"Una noche se abandonó, arrastrándose por una callejuela y quedó tirado en el suelo. Lo encontraron dos días después...Murió al día siguiente. Así es como estalló y se extinguió la estrella de un gran adversario del orden social". De esta manera narra Franz Jung en su autobiografía “Der Weg nach Unten” (1) la muerte, en Berlin, de su amigo Otto Gross, estrechamente ligado a los círculos literarios y revolucionarios centroeuropeos de antes y después de la primera guerra mundial, momento crucial del movimiento de ideas y de hechos sociales, desde el expresionismo, dadaísmo, círculos anarquistas..., hasta la revolución de los consejos.

Otto Gross nace en Estiria, Austria, en 1877, hijo de un eminente criminólogo burgués de Graz que le encaminó hacia la psiquiatría. Gross sobresalió pronto en los medios psicoanalíticos de Viena y Zurich. C.G.Jung lo había cogido en análisis después de una cura de desintoxicación de cocaina y opio en Burghölzli, en 1902. En el congreso psicoanalista de Salzburg, en 1908, Gross defendió la tesis heterodoxa que situaba el origen de las enfermedades psíquicas no en la esencia misma de la sexualidad sino en su relación con la sociedad: la etiología de las neurosis pasa por la comprensión de la interacción conflictiva entre individuo y sociedad.

Instalado en Munich a partir de 1906, frecuenta los círculos artísticos y políticos de Schwabing, el barrio latino muniqués, y pronto formará parte del grupo anarquista de Monte Verità, en Ascona, con Mühsam, Landauer,... Ascona era un reducto de ideas y experiencias anarquistas y alternativas, entre la revuelta y la marginalidad. Según afirma Eric Mühsam (2), Gross fue una de las figuras clave del primer período de Ascona. Allí desarrolló sus ideas de llevar el psicoanálisis a reconocer el peso del condicionamiento social en la experiencia psíquica, concibiendo su trabajo de psicoanalista en el empeño de un cambio revolucionario de la sociedad. Desarrolló su crítica al patriarcado, inaugurado con la violación y basado en la vinculación jurídica de los individuos bajo el poder y la autoridad, y abogó por la vuelta al matriarcado comunitario, basado en la solidaridad entre los individuos. Criticó la familia y la monogamia (y su forma más patológica, la poligamia), iniciando formas de vida sexual libre.

Perseguido por su padre, que logrará internarlo varias veces, lleva una vida militante hasta que se establece en Berlín, donde entra en relación con Franz Pfemfert y el nucleo de la revista expresionista revolucionaria Die Aktion. Vive en casa de Franz Jung, donde es detenido en 1913, por la policía prusiana acusado de anarquista y es expulsado a Austria, donde, a instancias de su padre, es internado en un manicomio de Viena. Gracias a una extensa campaña de solidaridad entre los intelectuales más radicales de Europa, conseguirá la libertad. Durante la guerra se moviliza como médico en distintos frentes. Después lleva una vida errante y miserable junto sólo con la soledad y la droga. En estas condiciones muere en Berlin, el 13 de febrero de 1920, según la descripción que hemos anotado de Franz Jung.

Con todo, durante estos años logra publicar la mayoría de sus trabajos. En Die Aktion publica, en 1913, el manifiesto “Cómo superar la crisis cultural”, réplica a Gustav Landauer sobre la importancia revolucionaria del psicoanálisis. Para Gross, la revolución, apoyándose en la psicología del inconsciente puede contemplar la relación entre sexos bajo un plano más libre y feliz: lucha contra la violación, en su forma más original, contra el padre y contra el derecho patriarcal, para restablecer el derecho matriarcal. En 1918, en “La concepción fundamentalmente comunista de la simbología del paraíso”, desarrolla su análisis de la institución patriarcal, que pone el acento sobre la unión legal entre los individuos, y del sistema matriarcal que reparte derechos y deberes, responsabilidades y obligaciones entre individuos por un lado, y la sociedad por otro. El matriarcado, que la revolución comunista deberá restaurar, no conoce ni el poder ni la sumisión, ni la autoridad, ni el matrimonio, ni la prostitución.

En 1914, publica en la revista Zentralblatt, inspirándose en Sabina Spielrein (3), la amiga de Freud y de Jung (que la tuvo en análisis), que había empezado a hablar de la oposición entre el yo y la sexualidad, y a considerar que la naturaleza instintiva del hombre se divide entre la pulsión de autoconservación y la pulsión de conservación de la especie, “Lo simbólico de la destrucción”. En la família el niño no tiene otra opción que quedarse solo o adaptarse; así su voluntad de conservación se transforma en voluntad de poder del yo adaptado a la sociedad. Los dos componentes del instinto de conservación, no querer ser violado / no querer violar, entran en contradicción, resultando un conflicto interior entre la voluntad de poder (sadismo) y el abandono de sí (masoquismo) que explica lo simbólico de la destrucción ligada a la sexualidad. Este conflicto interior es el resultado del prejuicio social sobre la superioridad de lo masculino, del orden familiar patriarcal. En “Tres estudios sobre el conflicto interior”, de 1920, Gross desarrolla extensamente esta interpretación.

NOTAS:

(1) Ver en ETCÉTERA, 22 la presentación del libro de Franz Jung.
(2) Erich Mühsam. Ascona. Locarno, 1905; Berlin, 1976.
(3) Sabina Spielrein, casi ignorada, fue una de las grandes pioneras del psicoanálisis. Nacida en Rusia fue fusilada con sus dos hijos en 1944, en Rostov.

La concepción fundamentalmente comunista de la simbólica del paraíso

Me parece acertado llamar, precisamente en estos momentos, la atención sobre una obra que hace tres milenios ya formuló la idea de que toda la construcción de la civilización desde la destrucción de la sociedad matriarcal-comunista de los tiempos primitivos se basaba en un error fundamental y que veía como misión del futuro la recuperación del bien perdido mediante la subversión de sistema autoritativo construido desde aquel entonces. Las palabras del incomprendido que pronunció esta idea –las palabras más supremas que jamás se pronunciaran en la historia– fueron distorsionadas y utilizadas a lo largo de la historia para justificar las mismas instituciones autoritarias que había maldecido en un lenguaje preclaro. Es precisamente ahora, cuando el renacimiento del ideal comunista anunciado por él está comenzando a convertirse en hechos, que quizás se empiece a comprender a este pensador...

Si uno se imagina que se encuentra solo en un pueblo completamente ajeno y se quiere comunicar con este pueblo, entonces se verá ante el insondable problema del esfuerzo que cada niño tiene que realizar para aprender la lengua materna y que para el adulto resulta incomprensible. La función intelectual de la primera infancia, en la medida en la que se puede abarcar en el terreno de la conciencia, resulta de un rango incomparablemente superior a las funciones intelectuales de todas las demás etapas vitales. La etapa siguiente de la presión exterior, adaptación y represión separa al adulto de sus inicios y cubre con un manto de olvido aquellos primeros tiempos de la experiencia - aún no modificada - del mundo y del propio ser. Del ser innato y de sus dones sólo queda una imagen escondida en el inconsciente, un anhelo y una búsqueda continua y oscura, y la proyección de las posibilidades perdidas en lo sobrenatural.-

Naturalmente se puede partir de la existencia de semejanzas entre la evolución del individuo y la evolución general del género humano. La misma presión del exterior que el principio autoritario de las instituciones y el principio de poder en los mismos individuos imponen en cada uno, la presión que separa a cada uno de su propia individualidad, de sus calidades y valores innatos, separa también a la humanidad en su conjunto de su periodo inicial y del primer desarrollo de las posibilidades innatas del género humano. Parece haber un sentido profundo en los mitos que sitúan la raza de los superhombres en el remoto pasado del inicio de la humanidad.

No es casual – y un hecho casi incontestable - que la escritura alfabética fuera inventada por pueblos nómadas de cazadores del paleolítico que no practicaban la agricultura ni la artesanía, y que en este primer escalón de la civilización se produjera por primera vez arte verdadero que a lo largo de muchos milenios y con la creciente evolución en el campo de logros materiales, técnicos y políticos quedó relegado al olvido.

De esta era inicial de una organización rudimentaria y de un dominio primitivo de los materiales y de unas posibilidades ingentes de desarrollo de la mente humana nos separa la larga fase del desarrollo de la civilización, de la organización de la dominación sobre el material y la vida mediante una carga cada vez mayor sobre los individuos y las individualidades – es decir: el sacrificio de la propia mente en aras del poder.

La organización de la dominación sobre la naturaleza y el hombre, la creación de la cultura material y de las instituciones autoritarias obliga a cada individuo a desplegar fuerzas y conocimientos especiales a expensas del conjunto de su personalidad, le obliga a la diferenciación específica y a la actividad al mismo tiempo que a la adaptación y a la renuncia, dirige los afectos hacia el poder y la sumisión y no hacia la libertad, fomenta el desarrollo de aptitudes y capacidades pragmáticas en detrimento del experimentar y estar.-

Al igual que cada uno realiza su esfuerzo más sorprendente, el aprender a hablar, al principio de su vida, mientras persiste la plenitud productiva de las fuerzas libres innatas, también en la evolución del género humano los mayores actos creativos, la formación de las mismas cualidades humanas y la idea de la cultura, la concepción de comunidad y comunicación, de la abstracción y de la lengua pudieran concluir antes de que la domesticación progresiva haya podido reducir el intelecto a facultades de dominación y sujeción.-

Las ideas más elevadas de la humanidad llegan de estos tiempos primitivos al futuro. Nosotros las concebimos como el día venidero y como nuestra voluntad, la antigüedad aún las vivía como memoria. Los valores de la era humana más antigua, “el dorado periodo original”, son definidos por el romano Ovidio, con una sencilla grandeza, como programa ideal del futuro lejano:

“... Vindice nullo sponte sua sine lege bonum...”(1)

Conciliando acervo y objetivo lejano, la versión artística más elaborada de la herencia de los tiempos primitivos, el Génesis de la Biblia(2), concede el valor supremo a la ausencia de autoridad y poder dentro de las relaciones humanas, especialmente en las relaciones entre hombre y mujer, y define de esta manera el problema global del destino humano desde el principio del pasado hasta la conclusión del futuro.-

No deja de ser ajeno que la presión interior impida una lectura despreocupada del Génesis... y más ajeno aún resulta que algunas partes especialmente expresivas no nos hayan hecho pensar más.

El Génesis expresa con unas palabras muy claras que el matrimonio y la dependencia de la mujer son efectos nefastos de actos contrarios a la voluntad de Dios. (A.T. III. 16).

El significado profundo de estas palabras aumenta si se repara en la expresión que condena el acto de los primeros seres humanos que no se puede interpretar como “maldición” o “aplicación de condenas” – la concepción que el Génesis tiene de Dios es demasiado elevada para ello -, sino sólo como manifestación de la comprensión divina de las leyes de causalidad y de las profundidades del alma, como la enunciación del efecto inevitable de una causa dada. Es decir, las palabras de Dios hay que leerlas como: “Serás, por haber hecho esto...”, por lo que determinan una consecuencia.

El nacimiento de la familia en su forma actual, la dependencia de la mujer del hombre, el matrimonio patriarcal, es una consecuencia interior – derivada de las leyes psicológicas - del pecado original. Mas en el resultado interior del acto queda encerrada la expresión de su propia naturaleza.

En el texto, el pecado original se designa simplemente con el símbolo ampliamente discutido: comer del árbol del conocimiento del Bien y del Mal. ¿Cuál es el significado de este símbolo? (II.17)

Sobre todo se constata un momento negativo. Las interpretaciones que apuntan a un pecado de la soberbia o de la desobediencia son poco serias. El Dios del Génesis “no es como un hombre que se enoja”.

Además: el símbolo del pecado original no hace de ninguna manera referencia a la relación sexual. No hace falta recordar las palabras previas: “Creced y multiplicaos”. Basta pensar en la creación de los humanos como seres sexuales diferenciados para entender que no tiene sentido la idea de que Dios pretendiera la renuncia a la sexualidad. Lo que sí es indudable es que el acto prohibido interfiere en la sexualidad ya que sus consecuencias afectan a este campo. Mas éstas son tan características que resulta difícil errar en la conclusión del tipo de pecado – no comprendo cómo la represión ha podido bloquear este camino...
El efecto psicológico inmediato es la creación del pudor sexual (III: 7). Tiene que haber habido pues un acto cuya primera consecuencia es la pérdida – a través de una modificación interior profunda - del saber de la pureza de toda sexualidad, de la libertad magnífica de la vivencia sexual. Dicho de otra manera, un acto que rebajaba la sexualidad, una desfiguración de la relación interior con la sexualidad – en cada caso un pecado contra la naturaleza y el sentido de la sexualidad.
Ahora bien, en todo el relato del pecado original se establece implícitamente, mediante una técnica artística inalcanzable en el tratamiento del símbolo, que cada expresión de las dos personas que representan los primeros hombres se convierte en un hecho definitivo que perdura. Con una fuerza apremiante se establece un nivel que no admite que algún elemento de lo acontecido se viva como algo único y limitado al momento. Se impone la impresión de que se trata de logros o desviaciones de vigencia para todos los tiempos.-

De modo que las consecuencias del acto prohibido, también allí donde sólo se narra algo que ha tenido lugar – como esta reacción automática de la ocultación repentina de la sexualidad -, devienen una transformación duradera y vigente hasta el presente.-

El pecado original es un acontecimiento de los tiempos originales que modificó de forma decisiva tanto la estructura de la sociedad como el carácter de cada persona y que ha impuesto a toda la humanidad unas normas nuevas en el plano social y psicológico. Es decir, a este acontecimiento se deben la negación de la sexualidad y el orden familiar dominado por el varón.

Ya no se pueden albergar dudas sobre la naturaleza de este acontecimiento. Éste sólo puede referirse a un solo hecho: el abandono del libre matriarcado de los tiempos originales, que el Génesis identifica como el error humano fundamental y que se valora como pecado contra el espíritu y la voluntad divinos.-

El motivo dominante de la tragedia del Génesis es pues la desviación del desarrollo de la humanidad acontecido en la fase inicial de la creación de la sociedad hacia un orden que paraliza el desarrollo de cualquier hecho, devenir y vivencia humanos: el cambio de orientación del espíritu matriarcal del desenvolvimiento sin límites a la construcción de una familia y una sociedad basadas en el principio de la autoridad.

Desde esta perspectiva, también la simbólica del relato del pecado original en el sentido estricto, la expresión “Conocer el Bien y el Mal” adquiere una importancia nueva.

Después de haber comprendido el problema fundamental de toda esta obra, se nos abre sin más el contenido del símbolo que el mismo relato expresa con una sencillez y claridad supremas. “Conocer el Bien y el Mal” sólo puede tener un contenido: la creación de un canon de valores y normas. Es la potencia creadora normativa divina la que necesariamente tiene que poseer el conocimiento de las consecuencias últimas de la nueva orientación que en el Génesis se eleva al nivel de la igualdad con Dios.
Casi huelga decir que, en oposición a lo expuesto aquí, no procede la interpretación que percibe la aplicación de un canon de valores ya existentes, es decir la diferenciación en bien y mal según normas tradicionales como algo que se sitúe encima de las medidas humanas.

La culpa trágica en el drama del Génesis es que el ser humano no es capaz de darse nuevos estatutos, poseído de motivos demasiado humanos e incapaz de abarcar las consecuencias de su innovación, aterrorizado por sus primeras secuelas, con su paso en falso desviando la evolución futura y, en tanto que usurpador de competencias divinas, dictando la ley que gravita sobre el mundo, que es obra de hombres y profanación eterna de la obra del Señor.

Hemos podido mostrar que el Génesis habla de aquella catástrofe cultural que convirtió el principio patriarcal en el principio dominante.

Es ésta la gran transmutación de todos los valores en la que la humanidad imprimió el carácter autoritativo actual a su vida y con la que creó las normas que hoy, como siempre, siguen siendo no orgánicas y no asimilables y que evidencian su naturaleza de cuerpo ajeno precisamente por el hecho de que siempre y en todas partes son la fuente de ilimitados conflictos interiores y de todas las formas de autodestrucción por enfermedad y decadencia.

La ciencia actual de la prehistoria atribuye la creación del orden patriarcal a un número excesivo de mujeres capturadas como esclavas y ha encontrado argumentos de peso para esta hipótesis en los viejos usos del matrimonio, en las leyendas y ceremonias de los raptos, etc. Sin embargo, hay que objetar que estos actos de violencia, de cuya realidad y universalidad no se puede dudar, también se podrían explicar – y hacerlos de esta manera psicológicamente más inteligibles - como efecto secundario de un deterioro ya en curso del antiguo matriarcado.

Es decir, según la prehistoria moderna un acto de violación perpetrado por el hombre sería el verdadero pecado original, el inicio de la catástrofe. Según la versión del Génesis fue la mujer la que, aconsejada por un principio malo – yo diría un símbolo del inconsciente - dio el primer impulso para crear el nuevo orden moral y jurídico cuyas consecuencias insospechadas eran la degradación de la sexualidad en un objeto del pudor, el establecimiento del patriarcado sobre la base de la destrucción de la libertad y de la dignidad humana de la mujer, y, como aire espiritual del mundo transformado - solo esto puede ser el sentido de las palabras divinas dirigidas a Adán! - la desolación interior de la actividad humana, también para el hombre, y el hundimiento del espíritu en la gravedad de materialidad terrenal.

El texto del Génesis reza que la mujer espera que el cambio previsto traiga comodidades y ventajas - se deja claro que se trata de ventajas nimias - y que por eso parte la fruta. No puede tratarse de una casualidad: nos vemos ante el símbolo antiguo y universal de cerrar un trato...

Queda por analizar la psicología que actúa aquí. Podemos reconstruir sus rasgos esenciales a partir del cuadro general de la sociedad matriarcal y de las condiciones de su ocaso.

El problema inicial y principal de toda economía es la utilización de una aportación suplementaria de trabajo exterior para permitir a la mujer asumir sus funciones maternas. La solución comunista de este problema es el matriarcado que, al mismo tiempo, es la forma más perfecta de la socialización ya que libera a cada uno y une a todos al convertir el mismo cuerpo social en centro y garantía de la libertad individual más elevada.

El matriarcado no impone barreras o normas, ni moral o control a la sexualidad. Desconoce el concepto de la paternidad y no precisa su comprobación en el caso concreto. Acepta la maternidad como el mayor trabajo prestado a la misma sociedad en tanto que representante legal legítima de las futuras generaciones y traslada a la sociedad la obligación de la compensación material; es decir, no tiene motivo para evidenciar la paternidad, justo lo contrario de lo que ocurre en el patriarcado que se basa en la determinación de un sujeto responsable y obligado a pagar y que, por tanto, necesita convertir las condiciones indispensables para conseguir tal evidencia - en primer lugar la obligación de la exclusividad sexual - en el contenido de su moral y de sus instituciones.

He aquí la diferencia decisiva y esencial. El matriarcado sitúa el conjunto de los derechos y obligaciones, de responsabilidad y vínculo, entre los individuos en un lado y la sociedad en el otro. La institución patriarcal, en cambio, desplaza el centro de gravedad al vínculo jurídico entre los individuos.

En el poderío del matriarcado toda entrega individual sólo puede hacerse valer en la relación del individuo con la sociedad y toda sensación de poder sólo existe en la colectividad.(3) En la relación mutua de los individuos se da el espacio para desarrollar unas relaciones que pueden mantenerse como fin en sí y que están libres de aspectos de autoridad y poder. El matriarcado no contamina las relaciones entre los sexos con obligaciones, moral y responsabilidad, con imperativos económicos, legales o morales. No conoce el poder ni la sumisión, ni la ley contractual, ni autoridad, ni matrimonio o prostitución.

Resulta harto difícil imaginarse los motivos que podían haber llevado a abandonar un orden positivo de estas características. Este hecho sólo se hace concebible partiendo de la negación recogida en el Génesis: que en el momento de la transformación no se alcanzaba a ver sus consecuencias. El Génesis ve precisamente en la empresa de inaugurar nuevos vínculos y, con ello, nuevos valores cuyas secuelas eran imprevisibles, la arrogación de la espiritualidad divina. La intervención sin distancia en la obra divina, el orgullo desmesurado de un intento de esta índole, constituye la culpa trágica para el Génesis, por lo que basta la elaboración del motivo para cumplir con la necesidad artística de su exposición. Por eso el Génesis se limita a indicar que la mujer se esperaba una ventaja de la introducción de un elemento legal y contractual entre los sexos.

Un tal espíritu supone la existencia de un periodo de transición, lleno de transformaciones civilizadoras e innovaciones técnicas, dentro de un ambiente de una incertidumbre naciente, un periodo de variaciones, lleno de caos de desviaciones y nuevas posibilidades. Se trata de uno de aquellos periodos, que para nosotros que llevamos el peso de nuestra historia, representan el horizonte de la esperanza, pero que situaban al borde del abismo a una humanidad a punto de perder lo mejor sin poder ganar nada comparable a cambio.

El punto crítico del matriarcado – también podríamos decir: la sociedad comunista a partir de su unidad más pequeña – es su complejidad social; la cohesión interior de los grupos que permite su establecimiento es al mismo tiempo la condición de su existencia. Reconstruirla sobre una base más amplia será la tarea principal en los tiempos venideros para rectificar la culpa original de haberla abandonado a la hora de la primera ola de incremento de complicaciones sociales...

Seguramente era una fase en la que el aumento del aprovechamiento de los recursos naturales parecía aconsejar la introducción de un sistema económico descentralizado. Era la primera sublevación del individualismo económico contra la vieja moral social: el nacimiento de la propiedad. Parece que el Génesis la relaciona también con el descubrimiento de la agricultura – así al menos se podría explicar la alusión al trabajo de la tierra a la hora de la predicción de la desdicha a venir.(4)

Un periodo de desintegración social pues en el que se corrompe tanto la estructura social como el sentimiento de relación natural entre los individuos, la moral elemental. Este periodo de incertidumbre exterior e interior puede ser el contexto en el que la mujer, para afrontar la situación difícil de la maternidad, puede llegar a esperar una mayor seguridad y un apoyo más fuerte por parte de un individuo y puede llegar a pensar que estaría más segura y materialmente mejor situada si un solo individuo se responsabilizara de este apoyo. Contrato individual en vez de la garantía social hasta entonces natural... Persiste el problema de la contrapartida.

Todo el error del nuevo orden, todo el conflicto moral irreductible de la nueva moral, se concentra en este momento de la contrapartida. La contrapartida de la mujer para el apoyo económico por parte del individuo es fundamentalmente la sexualidad, y esta utilización de la sexualidad es el pecado contra la sexualidad del cual el Génesis nos muestra sus consecuencias inmediatas: la transformación de las sensaciones hasta tal punto de concebir la sexualidad como un objeto de pudor.

Es decir, el contenido de la nueva relación legal es que la mujer se vende en forma de prostitución y matrimonio y su primer resultado directo es el pudor sexual.

La consecuencia siguiente es la familia autoritaria, el elemento constitutivo de la autoridad como institución.

Es, sobre todo, un elemento accesorio inevitable que convierte la venta de la sexualidad en esta desgracia con secuelas terribles que origina la desviación hacia la vergüenza sexual. Esta consideración casi parece demasiado evidente: para que un acto se pudiera convertir en un objeto de compra, para poder reclamar una indemnización por un acto común, en primer lugar se tiene que poder negar que el acto común pude haber servido a un interés común y puede haber nacido de un deseo común.

Dicho de otra manera, por parte de la mujer que ha de ser resarcida de la sexualidad, la sexualidad ha de ser presentada como un mal, como algo que ella misma no desea, sino que sólo aguanta, a diferencia del carácter activo de la sexualidad masculina que se ha convertido en un fin en sí. De esta manera empieza a instaurarse una ficción que domina todo, que a lo largo de las generaciones se inscribe cada vez más hondo en el inconsciente y se considera cada vez más como algo dado por la naturaleza y una diferencia innata entre los sexos – la ficción de la oposición y de la imposibilidad de comprensión entre hombre y mujer; de esta manera se instaura la coacción a un comportamiento activo y pasivo, respectivamente, la obligación de la mujer al recato mentiroso y el derecho del hombre a la brutalidad posesiva – de esta manera empieza a instaurarse sobre todo el espantoso principio de que la sexualidad como tal es un mal y un acto alienado que una parte sufre y que la otra adquiere o impone, una colisión entre dos egoísmos en vez del símbolo natural de la abolición de las fronteras entre yo y tú.

El pudor sexual, la expresión abrumadora del conflicto del ser humano con todo lo que tiene de verdadero y vivo en sí, es la señal evidente de una sexualidad que ha dejado de ser de interés mutuo. Su lugar ha sido ocupado por una lucha entre intereses opuestos, es decir, una lucha por el poder, en virtud del cual la voluntad de poder se convierte cada vez más en un fin en sí, en un automatismo que acaba convirtiendo la lucha entre los sexos en un hecho natural.

La interminable lucha por el poder crea sus propios límites y coacciones exteriores dentro de una relación de autoridad claramente definida.

Al mismo tiempo, la sociedad ha dejado de ofrecer al individuo otras garantías esenciales que no sean las materiales.

Con el desarrollo del individuo en tanto que entidad económica se pierde la posibilidad de desarrollo de la individualidad y la posibilidad de relaciones verdaderas cuya condición previa es la interacción enriquecedora de dos individualidades intactas. La lucha individual por el poder, sobre todo en forma de propiedad, adquiere su forma duradera en la sociedad por intermediación de un estado de equilibrios más o menos estable, el derecho que, tal como sabemos desde Nietzsche, es un sistema de compensación entre quienes tienen poderes parecidos. De esta manera se ha consolidado el orden familiar y social basado en la autoridad y el derecho, el reconocimiento principal de la lucha de intereses de todos contra todos, ora en forma latente, ora en forma manifiesta – “hasta que te vuelvas a convertir en polvo”.

El pensador que descubría el error de la evolución general de la civilización debía tener una conciencia sobrehumana para poder prever la catástrofe irremediable y, como consecuencia, el reencuentro del ser humano consigo mismo y su renovación.

Efectivamente propagó por el mundo un pensamiento que con las deformaciones más extrañas y con las interpretaciones más absurdas y, en parte, más grotescas ha venido pasando de generación en generación: el pensamiento de la redención.

Tanto para el Génesis como para nosotros, la redención sólo podía y puede tener un significado: la abolición de todos los efectos del camino de evolución que la humanidad tomó desde su abandono de la sociedad matriarcal comunista de los tiempos originales y desde la constitución de la familia y de la sociedad en base a la autoridad y la jerarquía.

El Génesis anuncia el advenimiento de la redención mediante la elevación interior de la mujer. La mujer machacará la cabeza del mismo principio del mal por el que el monstruoso error penetró en el mundo: el principio de poder, dentro de todas las relaciones humanas, transformado en equilibrio de la lucha perpetua de poder, solidificado en una fría tranquilidad de derechos y deberes, el principio estéril de la autoridad.

El Génesis tendrá razón: la renovación verdadera e indestructible será realizada por la revolución que destruya el principio original de la autoridad y que aporte una solución comunista al problema original de toda economía. Se tratará de la revolución que inicie la transformación desde el interior y que vuelva a encargar el entramado económico de la sociedad con el cuidado de madre y niño.

Esta revolución que reconducirá la economía a su razón fundamental y a la sociedad a grupos que representan sus unidades naturales tiene que estar inspirada por un espíritu que, superando las necesidades de subsistencia y esquivando la voluntad de poder, reconozca en la libertad la única posibilidad para establecer relaciones humanas verdaderas y que regale a cada uno el bien supremo, no tanto de su libertad individual, sino de la libertad de todos los demás.

La verdadera liberación de la mujer, la abolición de la familia patriarcal existente mediante la responsabilidad comunitaria y social de la maternidad, restituirá el interés vital de cada uno en una sociedad que le garantizará la posibilidad de la libertad suprema e ilimitada, y cada uno, independientemente de donde venga, tendrá el mismo interés en combatir las instituciones que conocemos hoy día.

El trabajo preparatorio para tal revolución tiene que originar la liberación de cada uno del principio de autoridad interiorizado, la liberación de toda adaptación al espíritu de las instituciones autoritarias que nos fue inculcado en el transcurso de una infancia en el seno de una familia autoritaria, la liberación de todas las instituciones que el niño había adoptado de personas de su entorno que estaban enfrascadas en la eterna lucha por el poder tanto contra él como entre sí; la liberación de todo rasgo servil que padece indefectiblemente cualquiera que ha pasado una infancia de estas características: la liberación del mismo pecado original, de la voluntad de poder.

Lo más abrumador de aquel pensamiento tremendo que abraza un mundo y su historia con la idea del pecado original y de la redención es que todo lo que nos podemos imaginar como logro supremo, lo que podemos esperar como mayor transformación posible, lo que nos podemos fijar como la meta más lejana, no es más que la reparación de un error humano, la recuperación de un bien y nivel humanos perdidos en tiempos inmemoriales, la liberación de una culpa heredada y de la maldición de sus efectos. Ninguna creación realmente nueva, sólo, como máximo, el reconocimiento cabal de un error total en todo y desde los tiempos primitivos, una re-transmutación de todos los valores, la voluntad de reconstruir la base antigua de las relaciones, de la sociedad y de la evolución cultural que podrá empezar a partir de entonces.

De todo lo que la humanidad ha conseguido en su largo camino - si se viene abajo en la gran lucha – nos podemos desprender. Lo más supremo que el intelecto ha realizado hasta ahora ha sido el descubrimiento de un solo individuo hace tres milenios de que todo, absolutamente todo, es error, desviación y crimen y que el acto supremo y redentor será la abolición de toda esta evolución y de todo por los actuales.(5)

Pero nosotros, cuya vida ya no tiene otro sentido que combatir hasta el fin todo lo existente, tenemos el derecho de afirmar que este individuo es - de los nuestros.

(1919)

NOTAS:

(1)“Sin ley ni autoridad, el bien por su propia voluntad...”

(2)Para mejor comprensión del texto del Génesis conviene avanzar la siguiente observación:
De entre las dos variantes sobre la creación de la mujer, la segunda – la historia con la costilla – incluso sin la demostración filológica, sólo por el contenido y el espíritu del episodio y por su contradicción con la primera redacción, se revela como versión posterior e insertada como un cuerpo ajeno. Para la creación de la mujer sólo tenemos en cuenta las palabras: “... Dios creó al hombre a su imagen, a su imagen creó un hombre y una mujer, y les dijo: "Creced y multiplicaos..."

(3)El poder, en tanto que elemento supra-individual soportado por el conjunto de la sociedad unificada en la comprensión universal entre sí, se expresa para nosotros en el símbolo ingente de la construcción de la torre de Babel.

(4)El juicio negativo sobre la agricultura no se puede clasificar de forma terminante como una interpretación literaria de una casta de nobles de origen beduino. Tampoco satisface el intento de explicar la palabra de este pensador exclusivamente como expresión de orgullo de un noble.

(5)Parece que tenemos la posibilidad de reconstruir el peculiar ambiente histórico cultural que puede haber dado el primer impulso para formular la idea del Génesis. El pensador estaba sin duda implicado en la lucha que oponía el monoteísmo autoritario y teocrático del profeta al culto de Astarte y que decidió sobre el destino del antiguo Israel y de su esfera de influencia al parecer ilimitada. En el culto de Astarte se habría concentrado en aquel entonces todo lo que quedaba de la libertad y dignidad de la mujer. La orgía como acto de culto seguía defendiendo la valoración positiva que la sociedad matriarcal libre hacía del momento sexual como tal, y la investidura litúrgica de mujeres mantenía vivo el antiguo espíritu de la soberanía femenina. Para someter el culto de Astarte, los profetas crearon el monopolio religioso del varón en la liturgia judaica que fue el origen para el desprecio de la mujer en la ideología judaica y, a partir de ella, en la cristiana y musulmana. Las concepciones del judaísmo tardío se alinearon con el helenismo en esta misma dirección, en el primer terror blanco, dirigido contra la libertad de la mujer.

En la lucha de los cultos antiguos contra los profetas -la primera y la mas violenta organización de la voluntad de poder dentro de la religión, en el cual el heroísmo cultural del antiguo Israel sucumbió- el poeta del Génesis percibió la última llama del combate de la humanidad, el final de la gran disputa por el viejo ideal del matriarcado. Veía su desenlace inevitable, el comienzo de un periodo largo de autoridad patriarcal y el nacimiento de una civilización sobre esta base que predominaría durante épocas incalculables; y veía a través de los milenios la maduración interior de la humanidad bajo una opresión creciente hasta el cambio ineludible, el renacimiento de la misma lucha que se estaba apagando delante de sus ojos.

Contra el fetichismo obrero: Apuntes para superar la terminología marxista entre los anarquistas x Manuel de la Tierra


Publicado en: El Surco Nº15 - Chile

"Mira qué fácil es todo, cuando está bien explicado, me han dicho que el mundo es la lucha entre los buenos y los malos.
Que está la clase explotada y enfrente la explotadora y la lucha entre los dos bandos es el único motor de la historia.
Cualquiera que sea un currante, por el mero hecho de serlo, está de nuestro lado y merece nuestro respeto.
Por contra están los ricos, que son siempre los culpables de todo lo malo que ocurra y de todo lo malo que pase.
Y yo pienso que esta forma de no pensar es una mierda que impide ver los problemas tal como son, la realidad tal como es.
Simplificarlo todo así, sólo nos puede conducir a darnos contra una pared y creernos que eso es resistir"

(Producto Interior Bruto)

Hay entre los que se reclaman revolucionarios hay un cierto grado de sacralización de las figuras del obrero, del sindicalismo, de las masas y de la idea de lucha de clases. Si uno plantea la transformación social sin centrar el análisis en estos sujetos, conceptos y espacios, se estaría cometiendo herejía. Entre más “popular” vista el individuo o su organización, más genuinamente revolucionario es. Si no te llenas la boca con “proletariado”, “lucha de clases” otras palabras del mismo tono y no centras la acción cotidiana en ellas, ya no eres uno de ellos. A lo sumo serás un ambiguo postmoderno, un infantilista irresponsable o, derechamente, un reaccionario. Por supuesto, esta situación no es ajena a los llamados anarquistas. Y a mi entender esto se debe a que no nos hemos sabido librar completamente de la herencia analítica, estética y discursiva de los paradigmas revolucionarios marxistas de los sesenta, setenta y ochenta. El anarquismo criollo no ha superado del todo el trauma del izquierdismo que alguna vez reemplazó su lugar en el combate anti-estatal (MIR, FPMR, MJL). Hablo de trauma porque el rebrotar de la actividad libertaria en los noventa encontró huérfano al “movimiento anarquista” de referentes locales de su propia ideología (extintos hace tiempo), lo que llevó a muchos, explícitamente a veces, inconscientemente en otras, a acercarse a los modelos de análisis marxistas, a adoptar su estética, su memoria histórica y, lamentablemente, a copiar en ciertos casos sus modelos de organización. Las consignas, las demandas, los 29 de Marzo y los 11 de Septiembre, son los ejemplos más visibles de este proceso.

El recuerdo de los que combatieron y murieron por la libertad y el de las experiencias subversivas de otras vertientes ideológicas es sumamente importante si buscamos en ello herramientas para el hoy, pero es contraproducente cuando rememorar se vuelve un porfiado ejercicio para traer fórmulas del pasado que ya no resisten al presente. Por mucho que se le enrostre al marxismo la burocratización y el autoritarismo en cada una de sus experiencias históricas, cuestión irrefutable por lo demás, no vemos un vivo atrevimiento ni la intención a lo menos de cuestionar y cambiar tajantemente las herramientas de investigación sociológica que ellos emplean y que nosotros no abandonamos aún.

El principal problema que veo en esto es que por no cuestionar las claves de análisis del marxismo y sus terminologías, concluimos encerrándonos en sus mismas lógicas estrechamente economicistas en donde la revolución depende de las estructuras de producción, excluyéndose del estudio (y combate) las múltiples aristas del sistema de dominación que no necesariamente se vinculan al trabajo asalariado. A saber, la cultura, la política, el inconsciente colectivo, las diferencias étnicas y etcétera. Según los marxistas todo esto depende de los modos de producción (estructura y superestructura), entonces si trasformamos la economía, cambiaremos todo lo demás. (1) Y para modificarla hay que tomar el control político del Estado con la consiguiente y macabra dictadura del proletariado, que no es más que la dictadura del Partido Comunista. Pero para nosotros quienes sostenemos que no hay igualdad ni libertad en donde existen jerarquías y control policiaco, ninguna dictadura es deseada. Y aún en el caso de que trasformemos la economía suprimiendo en el proceso la estructura orgánica del Estado (instituciones, espacios y capacidad de control), aquello no importa una relación directa con la modificación del pensamiento individual. Es más fácil hacer notar a alguien que su jefe lo explota a explicarle que deje de creer que su compañera es su propiedad, que el peruano o el argentino no es su enemigo o que se puede vivir mejor sin autoridad alguna. Por muy comunista que sea la economía, no hay revolución alguna si no hay un cambalache categórico de las estructuras mentales. Y la economía no determina las cosmovisiones, sino una serie de factores que tienen que ver primordialmente con las experiencias particulares de cada ser. (2) La cuna no determina tu lugar en la lucha, eso sería creer que la distribución de mentalidades en el orden actual es como generalmente lo fue en la edad media europea. Un obrero puede ser tan enemigo de la libertad como su patrón. ¡Falsa conciencia! -nos gritan los marxistas y quienes creen en sus metodologías: como los poderosos controlan la cultura, modifican las aspiraciones de los obreros y los hacen renegar de los “verdaderos” intereses de su clase, pero cuando llegue el día –nos advierten- en el que todos los trabajadores se hagan la idea de que son una gran unidad histórica y de que juntos deben hacer la revolución anteponiendo sus intereses a los de las clases hegemónicas, se acabará la falsa conciencia y la sociedad de clases. Bonita ilusión, decimos, que no considera siquiera las dinámicas de la sociedad moderna en donde los roles se confunden anulando las divisiones nítidas entre los diversos actores sociales.

Hoy, un siglo y medio después de cuando se trazaron las ideas genéricas del materialismo histórico, tiempo en que todas las estructuras de dominación se han perfeccionado y sofisticado sobremanera, urge cuestionar todo aporte teórico desde esas vertientes. Y no se trata de destruir por destruir, por cierto.

Apremia también cuestionar el modelo de “explotados y explotadores”, pues ya no hay sociedad –y nunca la hubo- dual. Las redes de poder y los conflictos en sus entretejidos son muchísimo más complicadas que un simple encontrón entre burgueses malvados y proletarios descamisados. En todo individuo hay un opresor, en todo trabajador hay un capitalista, en todo militante hay un militar: es preciso acabar con todos.

Si bien el anarquismo tuvo una época en que su relación con el mundo de las organizaciones de trabajadores era estrecha, innovando orgánicamente y aportando de diversas formas a sus luchas contra las redes de poder económico y estatal; su cuerpo teórico concibió ideas de redención que sobrepasaban los márgenes productivos. La idea era la transformación integral del individuo y con él de la sociedad toda. No te liberas en cuanto a tu clase, sino en tu calidad de ser. Ni opresores ni oprimidos, he ahí la cuestión primera.

Volviendo a la necesidad de superar al materialismo histórico en el campo anarquista me resulta preocupante el afán de muchos de “reafirmar el carácter de clase del anarquismo”. Haré referencia a un artículo de la revista plataformista Hombre y Sociedad, pero insisto en que esto no solo está presente en dicha corriente. No criticaré punto por punto sus postulados que, asumo, están inspirados de buena fe, aunque no concuerde con la mayoría de ellos. Pero sí me interesa ejemplificar el problema con éste, un típico caso de matrimonio entre anarquismo y fetichismo obrerista, en donde abundan los términos “proletariado”, “dialéctica”, “conciencia de clase”, “masas”. Aunque, como veremos, la similitud no sólo está en las palabras, sino también en las claves de lectura de la realidad. Espero no distorsionar el sentido del texto, como ocurre casi siempre cuando se cita para debatir, pero creo que este párrafo habla por sí sólo. Dicen desde H&S para combatir a los detractores de su tendencia:

“Así la resistencia a la plataforma aparece como la resistencia a dar el salto de un anarquismo abstracto, marginal, a ser parte activa en la lucha de clases, a hacerse parte de las dificultades reales que experimentan los movimientos sociales, por temores virginales a lidiar con la política real, se trata del temor natural que produce esta idea de que el anarquismo es sólo una posibilidad que hay que hacer parir, además del miedo al dolor y al trabajo que éste implica necesariamente” (3) (la negrita es mía).

¡Ay de nosotros los abstractos, los marginales y ajenos a las reales dificultades, los de vírgenes temores, los miedosos al dolor y al trabajo! Pero más allá de la arrogancia evidente, y de la ignorancia respecto a los costos que implica desarrollar la anarquía en otras formas, lo que me urge referir sobre este artículo es el porfiado tema de la lucha de clases. En donde no se concreta un cuestionamiento a la terminología marxista sino que, sirviéndose de ella, se permiten definir entre anarquismos concretos y abstractos. Personalmente valoro todo trabajo que se haga para mermar el sistema de dominación, cuanto más diversos mejor, y me agrada la preocupación por hacer más efectiva la presencia de las prácticas y valores libertarios en la sociedad, como supongo a la gente de H&S, pero me parece peligroso que se alimenten del materialismo histórico sin hacer al mismo tiempo una crítica profunda (más allá de los lugares comunes: antiburocracia, antipartidismo, etc.) de sus estrechos marcos economicistas. ¡La vida social es mucho más compleja que las relaciones con el malvado capital! Antes que el capital está la autoridad, y no hablo solo de las fuerzas evidentes del Estado o sus edificios y símbolos (Ejército, carabineros, cárceles, escuelas, edificios administrativos), sino –y principalmente- de aquella red de creencias que hacen de él una fortaleza aparentemente inexpugnable. Creencias como aquella hegemónica –y pilar de la dominación- que nos advierte que no se puede vivir sin autoridad. Y a esa máxima no la acabaremos únicamente con piedras y bombazos, ni con huelgas ni grandes manifestaciones. Aunque todo sirve, por cierto.

Y como soy un convencido de que las formas de combatir los mil rostros de la dominación pasan por multiplicar mil espacios de respuesta y contraofensiva, no puedo dejar de cuestionar aquella creencia (que también empieza a abundar entre los ácratas) que invita a distanciarse completamente de la lucha económica por considerarse funcional al orden. En esa lógica, por ejemplo, el sindicalismo vendría a ser otro instrumento más de dominación.

Veamos un caso. En el nº 53 de la publicación anti-plataformista Libertad! de Buenos Aires apareció un artículo firmado por Patrick Rossineri que sintetiza esta idea (4). Coincidimos en su análisis, más no en las conclusiones. Ante la pregunta de si acaso es posible o deseable para los anarquistas horizontalizar y autogestionar los sindicatos, el articulista remata negativamente, aunque deja en claro la necesidad de fortalecer entidades anarcosindicales, el trabajo en los barrios y con los no sindicalizados, con los cesantes. Bien dice Rossineri que el sindicato está inserto en el sistema de dominación en tanto reproduce al mismo en las estructuras jerárquicas de su funcionamiento interno, así como en su disponibilidad a las subvenciones estatales. Y es cierto que el sindicato es hoy un organismo autoritario y pancista, sólo preocupado en demandas inmediatas de caracteres gremiales y restringidos a su particular radio de acción. Ya no existe la huelga política, la huelga solidaria, como otrora cuando por ejemplo los gremios paraban sus labores para apoyar a otros sindicatos o reclamar la libertad de los presos políticos. Pero, a nuestro juicio, que el sindicato esté amarrado a la estructura de poder no implica negar la posibilidad para un anarquista de luchar en él. Requerimos transformar todos los espacios en los que nos desenvolvemos ¿por qué éste no? Y esto tampoco significa claudicar, hay que combatir a los politicastros, a los legalistas y todo dirigente sindical debe ser objeto de desconfianza en tanto autoridad, pues la delegación y la sumisión muchas veces visten ropajes simpáticos. El sindicato es una herramienta como tantas otras y además se ha mostrado útil para detener el abuso patronal en no pocos casos. Creo más bien que el problema pasa por no hacer del sindicato y el sindicalismo la panacea. Por su parte el anarcosindicalismo es una solución parcial y limitada a la burocratización del sindicato legal y partidista, pero no es en sí mismo la solución al general sistema de dominación.

La gesta libertaria trasciende nuestro lugar en el sistema de producción y el entretejido de relaciones salariales en el que sobrevivimos. Hasta acá llegamos hoy. El llamado es a cuestionar el uso indiscriminado y acrítico de la terminología y las claves de análisis marxistas entre los anarquistas, y para sugerir cuidado sobre su antípoda antieconómica. Y es que el anarquismo no depende de las estructuras de producción, pero tampoco puede desentenderse de las mismas. Pero y en todo caso, no es la verdad anarquista la que habla hoy, sino la limitada opinión de uno de los miles que se reclaman como tal. Provocar a la reflexión es la idea.

Citas:
[1]. A pesar de las reformulaciones y “actualizaciones” del pensamiento marxista, por ejemplo con el rescate de los aportes sobre “hegemonía” de Gramsci (opacado por largo tiempo en A.L. por Althusser y compañía), estas ideas continúan intactas. Entre otros véase, Marta Harnecker, Los conceptos elementales del materialismo histórico, X edición, Siglo XXI, Santiago, 1972.
[2]. Incluso los mismos historiadores marxistas lo han notado, aunque no se note en las directrices de sus partidos. Estúdiese los aportes de E. P. Thompson y su “Formación de la clase obrera en Inglaterra”, Editorial Crítica, Barcelona, 1989.
[3]. El artículo referido es “A propósito de las resistencias a “La Plataforma”: Contribución a un anarquismo de masas.”, Hombre y Sociedad, nº 24, Invierno 2009, Santiago, p.15.
[4]. “El sindicato como herramienta de dominación”, Libertad!, nº 53, Octubre-Noviembre 2009, Buenos Aires.